La República y El Comercio rivalizan por el mercado de medios del Perú. La lucha no sólo se disputa en los kioscos, sino que alcanza también el ámbito de los negocios. Como telón de fondo, El Comercio está en el punto de mira por su altísima concentración en la comercialización de periódicos, que podría afectar al mercado de medios peruano, según sus competidores.
Lo cierto es que El Comercio alcanza, de acuerdo a las cifras que maneja La República, el 77,86 % del mercado, tras la compra del 54% del Grupo Epensa (su porción de la tarta alcanza el 28,56%) por 17,2 millones de dólares. Antes de esta adquisición, por la que también pujó La República – tercero en el ranking con un market share de poco más de 36 puntos -, El Comercio controlaba el 49,30% del negocio editorial. Esta conjunción de factores genera un cruce de acusaciones casi permanente. El último encontronazo tuvo como eje la tragedia del semanario francés Charlie Hedbo.
El columnista de La República, Gustavo Faverón, acusó al director de Perú 21, cabecera del Grupo El Comercio, de utilizar vergonzosamente la masacre de los periodistas franceses, “para ensayar un argumento perverso y desbrujulado acerca del rol que juegan en el Perú los medios de la Corporación El Comercio”.
Según Faverón, el director de Perú 21 dio a entender que así como la gente de Charlie Hebdo entregó su vida luchando por la libertad de expresión y la libertad de prensa en Francia, El Comercio y sus retoños son la tribuna donde los peruanos pueden reflexionar libremente más allá de la opresión de las verdades oficiales y oficialistas. La Corporación El Comercio vendría a ser el Charlie Hebdo peruano.
El detalle que olvidó, destacó el columnista de la República, es que Charlie Hebdo es un semanario de izquierda, progresista, que detesta la trivialización de la prensa corporativa y lucha directamente contra ella, contra la hegemonía de los grandes medios, contra la conversión de la noticia en espectáculo, contra los medios que se alían con políticos corruptos y promueven la intervención de la Iglesia en la política nacional, contra el desbocamiento del capitalismo ciego, etc.
“Si hubiera un Charlie Hebdo en el Perú no sería un medio sometido a la mesa del directorio de la Corporación El Comercio: sería un enemigo radical de esa concentración de medios que acapara más del 70% de la prensa escrita del país, y nunca perdería la oportunidad de decirle que no tiene derecho a inventar la historia contemporánea de un país de acuerdo con sus intereses comerciales y sus alianzas estratégicas”.
Y añadió que “los editores de Charlie Hebdo murieron luchando contra el terrorismo islámico pero vivieron luchando por décadas contra el acaparamiento de la verdad en manos de lobbies y monopolios, es decir, contra cosas como la que representa, en el Perú, la Corporación El Comercio. Decir que esa corporación hace lo mismo que hicieron ellos no solo es una mentira sino una perversidad y una burla que no se merecen ni los muertos ni los que han tomado la posta en esa batalla”.
En rigor, este tipo de críticas es una constante hacia el Grupo El Comercio. Incluso, hasta Mario Vargas Llosa, Nobel de Literatura y hombre comprometido con las posiciones conservadoras, canceló sus colaboraciones con El Comercio en protesta por su política de "manipulación de la información" llevada a cabo en la última campaña electoral que tuvo como una de los principales protagonistas a Keiko Fujimori, hija del ex presidente encarcelado.