Es habitual que cada año nuevo que se inicia, nos hagamos votos personales, tales como hacer dieta, o practicar más ejercicio para neutralizar el sedentarismo de estar demasiadas horas sentados frente al ordenador, más un largo etcétera de promesas que cumplimos no más que unos pocos días.
El comienzo de un nuevo año requiere que renovemos nuestras energías (físicas y mentales), aunque muy especialmente éstas últimas. Es que en la fuerza de nuestra mente y en la determinación que demostremos de nuestra personalidad, surgirá la medida de motivación para hacer el cambio que realmente necesitamos en nuestras vidas, tanto en los planos personales como laborales.
¿Por qué decimos que el motor principal debe provenir de nuestro interior (mente)?
A partir de noviembre el año ya lo damos por terminado, porque somos conscientes de que no podemos influir positivamente en ninguna de las cosas que estamos llevando a cabo. Se agotó el tiempo de este ejercicio. Sabemos que no podremos hacer más cambios (por más que queramos) hasta el nuevo año que se inicia. No tanto por nosotros como por los impedimentos del entorno. Las fiestas navideñas y los puentes de diciembre que se prolongan hasta la festividad de Reyes del 6 de enero, son un paréntesis necesario en la actividad profesional. Aunque la mayoría de nosotros ya venía menguando en sus fuerzas físicas (cansancio justificado) y también mentales (agotamiento por la tensión, el estrés y la incertidumbre). Y esto – nos guste o no admitirlo – le sucede hasta al más poderoso de los líderes. En algún momento las fuerzas físicas y anímicas flaquean.
Convertir la filosofía del Dalai Lama en reglas simples de aplicación en nuestras acciones y pensamientos diarios, mejoraría mucho tanto nuestra vida personal como la laboral, del mismo modo que la influencia que podamos tener en los demás. Y así sucesivamente, más gente motivada por un cambio interior sincero y profundo, terminaría provocando un cambio a escala macrosocial: sociedades más humanas.
Algunas reglas inspiradas en la filosofía del Dalai Lama
1º) Ser más bondadosos
“Esta es mi simple religión. No hay necesidad de templos; y no hay necesidad de una filosofía complicada. Nuestro propio cuerpo, nuestro cerebro, nuestro corazón es nuestro templo; y la filosofía es la bondad”.
Me pregunto: ¿a que a todos nos suena como rara la palabra bondad? Pues no debería. Aquello de que el “hombre es bueno…la sociedad le pervierte” del famoso “contrato social” de Rousseau, deberíamos hacer gala de ello y demostrar que efectivamente somos buenos por naturaleza y que las “mareas sociales” no deben cambiarnos sino para bien.
2º) Erradiquemos la rabia y la ira
“Casi siempre, la rabia es en realidad una señal de debilidad más que de fortaleza”.
Levantar la voz no implica llevar la razón. La rabia y la ira generan energía negativa. La “debilidad” que creen ver los necios en las formas educadas y respetuosas en la confrontación verbal, es en cambio la fortaleza del carácter que encaja los golpes y reacciona de manera proporcionada.
3º) El dinero no es un fin en sí mismo
“Lo que más me sorprende del hombre occidental, es que pierden la salud para ganar dinero, después pierden el dinero para recuperar la salud. Y por pensar ansiosamente en el futuro no disfrutan el presente, por lo que no viven ni el presente ni el futuro. Y viven como si no tuviesen que morir nunca, y mueren como si nunca hubieran vivido”.
Basta recordar la larga crisis que se iniciara en 2008-2009, en la que los excesos especulativos y falta de controles en las operaciones financieras a escala global, pusieron de manifiesto una vez más la deshumanización a que el sistema económico imperante gestionado sin escrúpulos (capitalismo salvaje) nos ha llevado. Exclusión social, sufrimiento, inequidad en la distribución de la riqueza, etc.
El problema es que debe hacerse un esfuerzo desde la ALTA POLÍTICA (los líderes mundiales) para que al menos, se suavicen los efectos devastadores de políticas económicas que empobrecen a las mayorías, generando gran incertidumbre y padecimientos.
4º) Lograr la armonía es un proceso
“Ya sea que podamos lograr la armonía mundial o no, no tenemos mejor alternativa que trabajar hacia esa meta”.
El pacifismo de Dalai Lama subyace en el proceso y no es un fin en sí mismo. Porque si nos esforzamos, como las recientes resoluciones de Naciones Unidas respecto a Oriente Próximo por el Conflicto Palestino-Israelí, trabajar para consolidar la paz y la seguridad al final del camino se convertirá algún día en el fin primero por el cual se trabajó denodadamente.
5º) Vivir el presente
“Sólo hay dos días en el año en los que no se puede hacer nada. Uno se llama ayer y otro mañana. Por lo tanto hoy es el día ideal para amar, crecer, hacer y principalmente vivir”.
Los orientales son coherentes en su filosofía en cuanto a la visión que se tiene del tiempo. Nos cuesta asimilar el presente porque pensamos y actuamos condicionados por nuestros actos y pensamientos del pasado. Nos cuesta también vivir dignamente el presente, porque estamos planificando siempre nuestro futuro creyendo que de esta forma descomprimimos las tensiones del presente, pero en rigor de verdad…NO VIVIMOS EL PRESENTE.
6º) Los demás importan
“La paz no es la mera ausencia de violencia. La paz debe venir de nuestra paz interior. Y la paz interior viene de tener en cuenta los intereses de los demás”.
Cuando asumamos que el otro existe, que es una persona con intereses y sentimientos como los nuestros, haya o no coincidencia, comprenderemos que el interés general se respetará más cuando mejor sepamos conducir nuestros sentimientos y pensamientos desde nuestro interior, corrigiendo tanto los tópicos como los prejuicios que tanto daño hacen en la valoración de las acciones y conductas de los demás.
7º) Hombre sabio u hombre rico
“Si la mente se ve dominada por el enojo, desperdiciamos la mejor parte del cerebro humano: la sabiduría, la capacidad de discernir lo que está bien o mal”.
Recuerdo una frase que mi abuela solía decir: “No hay más riqueza que la sabiduría”. En “El arte de la guerra” de Sun Tzu, el famoso estratega chino dice que “el general que gana la guerra es grande”, pero agrega: “aquel general que gana la guerra sin haber librado una batalla…es glorioso”. La sabiduría de saber actuar con sentido de oportunidad, medir el daño que se puede infligir a los demás por una decisión que tenemos que tomar, o a escala macrosocial, cuando los políticos tienen que actuar en defensa del interés general. Cuánto mejor es el político sabio que aquel que es osado y con frecuencia temerario.
8º) Ser sensibles a los demás
“El cariño paternal, el contacto físico, la ternura amorosa hacia todos los seres vivos, la responsabilidad social y la atención especial a los menos privilegiados, todos estos son conceptos simples de entender. Entonces, ¿por qué su práctica parece costarnos tanto?”.
Nos cuesta por lo que hemos dicho más arriba. Nuestro sistema de vida y convivencia económica y las políticas de los líderes que gobiernan, están basados en una escala de valores en los que estos conceptos tan simples de ternura amorosa, responsabilidad social, atención a los necesitados, se convierten en palabras que no están en el vocabulario diario de las personas, porque éstas están condicionadas por un exceso de tensiones, sinsabores, incertidumbre, injusticias, etc. Un sistema de valores que está fundado sobre el dinero en vez de los espirituales y por más que parezca utópico decirlo, deberíamos trabajar en ello. Recordad: el proceso es el que vale la pena recorrer para mejorar un poco más hacia sociedades más sensibles.
Repito lo que dije en el título: más Dalai Lama = más motivación, para que seamos mejores personas en 2015, lo que será nuestro particular granito de arena para una SOCIEDAD MÁS HUMANA.