En la tramitación de la desgraciada reforma de la Ley de Propiedad Intelectual, el Grupo Popular mostró una total intransigencia a las enmiendas de la oposición, especialmente con el carácter “irrenunciable” del pago a los editores por citar y enlazar noticias. Ahora, su ministro de Cultura da marcha atrás. ¿No hubiera sido más oportuno esperar que Bruselas se pronunciase al respecto? La nueva Comisión Europea está dando signos de encaminarse hacia una regulación mucho más flexible y compatible con la importancia capital que hoy día tiene la economía digital. La propia Comisión destaca que el número de puestos de trabajo que se crea en el ámbito digital crece en 100.000 al año y que existe actualmente en Europa un déficit de 700.000 trabajadores especializados en esta área. ¿No haría mejor el ministro Wert en preocuparse por la formación y la educación de los jóvenes, con tasas de paro superiores al 50% en España, para que puedan competir en este básico nicho de empleo?
Los grandes editores lamentan el “impacto negativo”, que acarrea la medida de Google, cuando ellos han sido uno de los principales portaestandartes de este error histórico. En vez de seguir el camino de Alemania, en el que los editores se han estrellado y han tenido que dar marcha atrás, autorizando a Google News a enlazar sin coste, hubiera sido mucho mejor seguir el camino francés, en el que Google ha patrocinado con 60 millones de euros un laboratorio para la transición digital en la prensa. Muy necesitados estamos en España de algo parecido, pues los periódicos tradicionales están todavía a años luz de alumbrar un camino hacia el mundo digital, con ediciones en papel que se hunden y ediciones digitales que son una mera traslación del papel. Mientras tanto, en los mercados desarrollados asistimos a una auténtica explosión de innovaciones en cadena. Los editores han visto claro que los muros de pago no van a salvarles y que no hay todavía un modelo establecido para la información digital. Observar estos movimientos de cerca, sus progresos y sus diferentes adaptaciones a distintos mercados es vital no solo para los medios de comunicación sino también para la lamentable economía digital española, en la que intentamos frenar la economía colaborativa prohibiendo, por ejemplo, la irrupción de Uber en el negocio del transporte urbano. La economía colaborativa va a ser uno de los mayores nichos de empleo del futuro y requiere una regulación específica, desde el entendimiento del mundo digital y no mediante planteamientos luditas. En este asunto, tanto el ministro Wert, la AEDE y sus corifeos son los nuevos “rompedores de telares”.
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