En las organizaciones orientales se ha respetado el valor del conocimiento derivado de la experiencia, lo que hace que personas de más de 50 años sean casi veneradas no sólo por su trayectoria y capacitación, sino por su sabiduría.
Parece que en Occidente la palabra “sabio” la utilizamos para referirnos, por ejemplo, al comité de sabios del Banco Central Europeo u otra institución. Pero no está metida a fuego en nuestra mente, que la sabiduría es un atributo que va más allá de la experiencia y la formación, todas estas habilidades técnicas muy a tener en cuenta. Pero la sabiduría es un valor que emana del alma, porque refleja el espíritu más humano de cualquier persona. Un sabio, como se dice en la filosofía oriental, justamente por serlo, será imparcial y tendrá un sentido de justicia. Y esto, para esta cultura vale mucho más.
Leyendo a veces comentarios y cruces de opiniones, me encontré esto días con un relato que me interesó por la sencillez pero también profundidad de lo que esconde. Si algo bueno tienen las redes sociales, es que son un testimonio de situaciones reales que difícilmente se verían reflejadas de otra manera, excepto que un interesado nos la contara. Por ejemplo, leía la confesión que una mujer le hacía a otra: “yo trabajaba con 25 años en una pequeña empresa privada. Esta creció y ascendí, pero a pesar de que tenía un buen sueldo, finalmente lo dejé por una razón: no estaba tranquila porque sabía que a los 45 años seguramente estaría en la calle, por lo que no quería desaprovechar de esa manera mi juventud. Entonces me hice funcionaria y ahora sé que cuando llegue a los 45 tendré trabajo”
Para los mayores de 45 años perder su puesto de trabajo, se convierte en un auténtico drama por lo difícil que es su recolocación en el mercado. Por tanto, merecen que se tenga una especial consideración por las características particulares de este colectivo.
Son varios los estudios que llegan a la conclusión de que el umbral de los 45 años es como una frontera que cambia el rumbo de sus vidas.
Uno de los argumentos que se sostiene es que a las desigualdades formativas, hay que sumarle la capacidad que la persona demuestre (su grado de flexibilidad en el aprendizaje) para adecuarse a las NT’S (lo que se llama cultura digital). Pero existe un problema añadido: una persona que tenga, por ejemplo 54 años, es que está muy lejos aún de la edad de jubilación.
Cuando esto lo miramos con la lente de capacidad de adaptarse, cultura digital, no estar predispuesto a recibir órdenes, menor capacidad de trabajo y de afrontar nuevos retos, etc., estamos haciendo lo que vengo combatiendo en los últimos años sobre los tópicos y prejuicios. Un tópico se da cuando sin los necesarios elementos de juicio, se emite una opinión o se pretende calificar sea tanto una acción como una persona. Ambos, tópicos y la actitud de prejuzgar, son negativos tanto para los que los que los emiten como las personas que supuestamente son “juzgadas” por aquellos y en general, las organizaciones o la misma sociedad, en la que determinadas cuestiones obtienen categoría de ciertas cuando en realidad son medias verdades o directamente falsedades.
Creer o habernos creído que por encima de los 50 años una persona está amortizada, es tan disparatado como pensar en que podemos controlar la gravedad terrestre.
¿Cuál es el camino entonces?
Hay una nueva corriente de doctrina en el Management y liderazgo actual, que está poniendo en valor lo que representan colectivos de profesionales (ejecutivos, directivos, mandos intermedios, etc.) con más de 50 años, que vuelven a ser convocados (contratados) por muchas de las principales corporaciones del mundo, como outsourcing para aconsejar y formar a los nuevos cuadros.
Digamos que se han dado cuenta que no considerar a este colectivo, facilitaba (cosa no buscada por gente honesta) que se perdiese un valioso activo que podía dar mucho más de sí ahora con su experiencia y sabiduría, que todo lo que había dado a lo largo de su carrera profesional.
La sabiduría del Zen nos cuenta que los meditadores poco experimentados preguntan a menudo qué hacer con los malos pensamientos que entran en la mente. La respuesta de los filósofos y meditadores sabios es muy simple: los pensamientos no son en sí mismos ni buenos ni malos, por lo tanto hay que dejarlos pasar como si fueran nubes.
Esta concepción oriental es la que elimina todo vestigio de tópico o prejuicio. Dejar pasar como las nubes, se refiere a que si son pensamientos positivos hay que verlos en acción, o sea los resultados de la implementación; si son negativos, no afectarán ni a las acciones ni las personas involucradas, porque al dejarlos pasar es la demostración de la sabiduría de que con ellos no se llegará a ningún resultado bueno al implementar cualquier acción.
Si fuésemos más proclives a la reflexión y la meditación en Occidente, podríamos afrontar algunos de los mayores retos a los que se enfrenta la sociedad, con mayor apertura mental al no estar condicionándonos ningún tipo de tópico o prejuicio. Lo que debemos aprender, es más de nosotros mismos como seres humanos y no tanto en cuanto a supuestos rendimientos como si fuésemos máquinas automáticas. A partir de los 50 años el “general gana las guerras no porque sea más fuerte…sino porque es más sabio”.
Por eso el Sun Tzu (El arte de la Guerra) afirma:
“El general que gana la guerra es grande…pero aquel que la gana sin haber librado una batalla…es glorioso”
Digamos que de sabiduría se trata para todos los retos a los que nos enfrentamos. Y una persona mayor de 50 años tiene la sabiduría que la vida le ha dado y otra visión del mundo y las cosas. Desaprovecharlos en las organizaciones es de NECIOS.