“Los diarios son enfermos terminales”. Ésta era la primera parte de la sentencia que emitió el decano de la Escuela de Medios y Comunicación de la Universidad de Temple, David Boardman, en el pasado Congreso Mundial de Periódicos de Turín. Aportó datos para defender su teoría, como que los ingresos se habían visto reducidos un tercio en los últimos siete años, que solo el 25% de los estadounidenses lee habitualmente periódicos impresos o que la edad de esos lectores ha pasado de 55 a 60 años en tan solo 18 meses.
Pero incluso alguien que en principio se muestra tan pesimista respecto al futuro de la impresión, no cierra la puerta a la edición en papel. La segunda parte de su argumentación señalaba que los diarios están abocados a convertirse en productos digitales…y en semanarios. Este experto propone la creación de una edición diaria en Internet, acompañada de una versión dominical impresa. Con los recursos ahorrados durante la semana en papel, tinta y transporte, se puede contratar a más periodistas que trabajen en un producto de fin de semana dedicado al análisis y al periodismo de investigación. Para la mayoría de las compañías, su edición dominical ya representa más de la mitad de sus ingresos totales, debido a que los lectores jóvenes trabajan durante la semana y aprovechan el domingo para descansar y leer la prensa con más tranquilidad.
Pero hay otras razones de peso que nos impiden cortar el cordón umbilical que nos une a la impresión. Una de ellas es que las grandes empresas aún siguen prefiriendo anunciarse en papel. Consideran que éste es un medio más prestigioso que la red y aporta valor a su marca. En Internet, aún no se ha encontrado una fórmula publicitaria que satisfaga a todas las partes. Los banners no han resultado efectivos por ser demasiado invasivos y los lectores también empiezan a rechazar los contenidos patrocinados al considerarlos fraudulentos. Y si ya atendemos al informe anual “World Press Trends” que señala que el 93% de los ingresos aún proviene de la impresión, ¿quién va a ser tan temerario como para deshacerse de ella?
También juega un importante papel la parte cultural y sentimental. Por un lado, las portadas de los periódicos siguen siendo un referente para los lectores. Cuando ocurre un acontecimiento trascendental para una comunidad, las primeras planas dotan al hecho de cierta inmortalidad y quedan para siempre fijadas en la memoria colectiva. Por otro lado, algunos de los hombres más ricos del planeta están adquiriendo periódicos argumentando que lo hacen por un impulso filantrópico y un amor incondicional hacia el periodismo. El negocio que hasta hace poco era un lastre, ha pasado a convertirse en el producto más codiciado.
Sea como fuere, lo cierto es que, aunque el final del periodismo tradicional parece inevitable, gente como Earl Wilkinson, director ejecutivo de INMA, asegura que la adopción de nuevas tecnologías llevará más tiempo en unos países que en otros y habrá que aprender a convivir con los modelos impresos y digitales muchos años. “La muerte del periódico es una de las grandes exageraciones surgidas del colapso económico de hoy”, sentencia.