Los que bajaban música, y libros, y películas, incluso colecciones completas, en principio lo hacían porque necesitaba, querían tener en su ordenador, en su PDA, en su ereader, Ebook, en lugar del disco físico, el DVD o el libro impreso. Es el progreso. Y como siempre, la demanda, la necesidad se adelantó a la industria que no supo, o no quiso, adaptarse a las nuevas tecnologías.
Ahora la industria se queja de que la piratería les está llevando a la ruina y que cada canción o película que alguien se baja de la red es una pérdida para su negocio. Algo de verdad hay, pero sólo algo. Son millones las bajadas de música, de películas, y en cambio son miles los que las disfrutan. Vamos, que hay vicio de bajar y acumular sin que haya intención de utilizar.
Pero como las cuentas se las hacen las industrias a nuestros ministros, muy sensibles, van y empiezan a legislar un sin fin de nuevas normas para evitar enlaces, para proteger la propiedad intelectual, entre otras cosas, porque han olfateado una nueva forma de recaudar y luego repartir una parte, como siempre...
Hace décadas, Microsoft, que sufría copias de sus sistemas operativos, del Office, inició una Alianza con otros productores de software para denunciar y perseguir judicialmente el fraude. Hoy parece que han tirado la toalla. Las empresas serias prefieren comprar programas con su correspondiente licencia que les garantiza un producto de calidad, mientras que las copias piratas pueden provocar problemas informáticos graves.
Y como muestra, un botón. Me dicen algunos funcionarios que donde más copias piratas se instalan es en los ordenadores de la administración pública, ya que no pueden permitirse el alto coste de ser legales. Concretamente mi fuente se refiere al Ministerio del Interior, pero al parecer en todos los ministerios se repite la anécdota. El ministro debería primero poner orden en su propia casa. Creo yo.
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