El prestigioso psicólogo Robert Epstein, de la Universidad de California, llevó a cabo hace pocos años un estudio sobre la conducta de los hombres a través de los tiempos. Analizaba cuáles eran las técnicas que utilizaba a lo largo de más de 200 años. Su interés científico y aplicación en las conductas personales y organizacionales sigue vigente.
Estas técnicas estudiadas eran las que los diferentes líderes políticos, religiosos, sociales, etc. utilizaban para cambiar de conducta. Se estudiaron centenares de técnicas. Pero al final del estudio han prevalecido solamente diez, de las cuales Epstein dice que sólo son tres las que realmente valen, por lo simple y la utilidad de las mismas:
- Cambia tu mundo
- Vigila tu comportamiento
- Comprométete
Cuidando estas conductas nos ayuda a adquirir buenos hábitos.
Respecto a la 1º “cambia tu mundo”, es realmente potente, ya que quienes lo probaron se han asombrado de los resultados obtenidos. Buscar una armonía con lo que nos rodea, especialmente dirigido a recordar qué cosas debemos hacer y no olvidarnos, independientemente de la satisfacción que nos produzca ese cambio.
Es el caso de dejar la bicicleta junto a la puerta, o un post-it en la pantalla de ordenador. La eficacia de acondicionar el propio espacio para lograr el cambio exterior ha quedado bien probada en varios estudios.
En cuanto a la 2º conducta “vigila tu comportamiento” se refiere al autocontrol. Caso del peso, si lo controlamos frecuentemente, incluso a diario, es casi seguro que bajemos de peso. Que nos impongamos una obligación, ya sea dieta o ejercicio.
La 3º de ellas “comprométete” es un compromiso con uno mismo, a pesar de que utilicemos a otras personas. Caso del que quiere practicar footing todos los días y no quiere dejar plantado a su compañero, que le está esperando, y menos recibir una bronca de éste, por lo cual se esforzará en cumplir y ser puntual.
Los psicólogos le llaman a este principio: contingencia de reforzamiento.
El ADN de nuestra conducta
Así como las huellas digitales primero y el ADN después son nuestra identidad como personas individuales y distintas del resto, la manera en que se conduce una persona en su vida no es otra cosa que su autobiografía en movimiento. El desarrollo de su conducta es tan válido para la valoración de su identidad como aquellas huellas mencionadas.
La actitud que una persona tenga en su vida diaria, determinará el éxito o fracaso en lo que haga porque hay personas que, a pesar de contar con un gran coeficiente de inteligencia, sus valores emocionales le traicionan, por lo que no encuentran la manera adecuada de conducirse en sus actos, desaprovechando oportunidades, malogrando muchas horas de trabajo y esfuerzo que termina afectando a su autoestima y rendimientos futuro. Digamos que más cerca del fracaso que del éxito.
Es más importante saber conducirse razonablemente en la lucha diaria por la “supervivencia” que tener elevados coeficientes de inteligencia. Lamentablemente son muy pocas las personas que se dan cuenta siendo jóvenes, porque la gran mayoría aprende estas lecciones de vida en la madurez.
Esto nos lleva a afirmar que es preferible ser un hombre o mujer en armonía con su entorno y consigo mismo, que pretender ser mujeres y hombres equilibrados.
Podemos concluir con rotundidad que la forma de conducirse en la vida que tiene una persona no puede separarse en dos hemisferios: el de la personalidad laboral y el de su vida personal. Se es como se es porque, antes o después, quién fabrica una forma de conducirse le hará sentirse incómodo y limitado. Coloquialmente, quién no ha escuchado en más de una ocasión aquello de “al final ha demostrado lo que todos pensábamos de él”. Por tanto, el orden emocional en nuestra “propia casa” (nuestra forma de conducirnos en la vida) es la que habitará en la casa exterior de todo nuestro ciclo vital (empresa, actividad profesional, etc.).
Controlar y saber gestionar nuestras emociones, nos hará rendir más, comprometernos más y sentirnos más felices. Finalmente, de eso se trata. El trabajo no debe convertirse en un patíbulo, sino en una proyección de nuestra capacidad y creatividad para desarrollarnos con plenitud.
Saber conducirnos habrá tenido más importancia al final del camino, en los resultados que obtengamos, más allá de todo nuestro conocimiento. De ahí que cuando un líder de éxito ha sabido encauzar sus experiencias y sabiduría dentro de una conducción con criterio y sentido común, siempre llega a la meta. Son pocos los líderes que “sobreviven” a sus éxitos cuando han tenido una conducción temeraria a lo largo de su existencia.
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