La impresión 3D, que revolucionará la fabricación de todo tipo de productos, se ha visto frenada en su desarrollo por un problema de patentes. Estas patentes protegen una tecnología conocida como “sinterización por láser”, la que permite una impresión 3D a un coste más bajo. Sin poder utilizar libremente esta tecnología, los precios de las impresoras, aunque ya se han abaratado, aún no podrán comercializarse a precios más populares.
Hasta febrero de 2014, fecha en que se eliminarán las barreras de propiedad intelectual, no será posible una competencia real en el mercado entre empresas que puedan desarrollar esta tecnología con total libertad para ofrecer una impresión en tres dimensiones de alta resolución y al alcance de cualquier bolsillo.
“Esto es lo que sucedió con la FDM”, declara Duan de Scott, de la empresa Shapeways, en la web “Mashable”. Cuando expiraron las patentes de la impresión conocida como Fused Deposition Modeling, los precios de las impresoras cayeron de forma espectacular, hasta el punto de que algunos usuarios han conseguido fabricarse una propia.
La importancia de las nuevas impresoras láser es que los bienes producidos con ellas podrán ser vendidos como productos finales gracias a la precisión que ofrece esta técnica, mientras que con los modelos actuales los objetos presentan rastros de las pasadas que da el sistema de inyección 3D.
Mientras el resto del mundo espera pacientemente el vencimiento de las patentes, el Gobierno chino decidió ir un paso por delante y en 2012 puso en marcha una iniciativa para financiar diez centros de investigación dedicados a la impresión 3D y a la creación de impresoras de bajo coste.
En el lado occidental, las impresoras más baratas del mercado son las Forma 1, fabricadas por la empresa Formlabs. Por 3.300 dólares y basadas en la inyección de plástico en moldes, estas impresoras producen objetos de gran calidad. El problema es que al licenciar la patente, el sobrecoste lo paga el consumidor hasta que la tecnología sea libre y su compra pueda democratizarse.