Esa percepción se acentúa por el sentimiento de desmantelamiento que existe en los pasillos del periódico. “Esto es como trabajar sobre un cementerio”, lamentaba un redactor la semana pasada. El enfado con la empresa y los directivos se ha acentuado tras la llegada un email a los redactores en el que se dan directrices para el uso personal de las redes sociales.
Precisamente, éste fue uno de los puntos de más polémica al conocer el resultado del ERE, dado que “El País” publicó un artículo sin firmar en el que denunciaba “las tendencias libertarias de muchos de quienes ocupan las redes sociales”. En esa especie de “código de conducta de Prisa” se da una lista de directrices "para no dañar la reputación de la compañía".
“Nos leen la cartilla para ser buenecitos en las redes sociales, no ponernos farrucos y no sacar los pies del tiesto”, resumía una redactora