La Cofetel aprobó la primera licitación de frecuencias de televisión en la historia de México. La noticia es tan importante que requiere un decodificador.
Vamos metiendo pausa al disco y leyendo el anuncio otra vez: se licitarán dos canales de trasmisión de TDT para 153 poblaciones. Esto equivale a 306 canales, que en un plazo de tres años podrían formar una infinidad de combinaciones, desde dos cadenas nacionales, hasta decenas de televisoras de alcance local o regional.
Los dos escenarios son posibles. No podemos dar por hecho que lo que viene es una tercera o cuarta cadena nacional. Es más: ni siquiera podemos estar seguros de que el grupo de Carlos Slim se convertirá en un participante protagónico en la licitación que viene. Ésta se produce en el contexto de una revolución tecnológica y el magnate de las telcos tiene otras opciones. El futuro de la televisión está en Internet de banda ancha, fue una de las conclusiones de las audiencias del Senado de Estados Unidos relacionadas con el futuro de la televisión en ese país.
Volvamos a México. Podemos dar por hecho que la licitación despertará del interés de varios tiradores, porque la televisión abierta es un gran negocio. El mercado publicitario para este medio está valuado en aproximadamente 5,000 millones de dólares anuales. El tamaño del mercado parece grande, pero lo más atractivo es la utilidad de operación. Las grandes televisoras en México tienen un margen cercano a 30 por ciento. En otros países con más competencia, la utilidad está en torno de 10 por ciento.
¿Qué pasaría en este mercado con la entrada de más competidores nacionales? Habría un aumento en los costos de producción cercano a 20% y un reacomodo en las participaciones de mercado. Esto se traduciría en presión en el margen de utilidad, de acuerdo con un estudio de BBVA Research.
No está claro el impacto que una tercera o cuarta cadena nacional podría tener en la expansión del pastel publicitario. El mercado mexicano tiene espacio para crecer, si consideramos el tamaño de la economía. Sus anunciantes no superan el medio millar. La facturación equivale a una cuarta parte de la que genera la televisión brasileña, que registra 20,000 millones de dólares anuales.
El impacto que podría tener la creación de televisoras locales está mucho menos analizado. Aquí debemos considerar el desarrollo de proveedores y la atracción de anunciantes que no cuentan con opciones low cost.
La licitación será una de las noticias más interesantes del principio del próximo sexenio. Habrá determinantes políticos porque nadie puede ignorar que la conformación de grupos de comunicación tiene un alto componente político. Más allá de ellos, pesarán los factores económicos, tecnológicos y de audiencias.
Las televisoras que vienen tendrán que ser viables económicamente. Esto implica capacidad tecnológica y de contenidos para atender y satisfacer nuevos mercados y audiencias. Habrá sorpresas. Basta recordar que Ricardo Salinas no era el favorito para quedarse con la televisión gubernamental en la primera mitad de los 90. La mayor sorpresa podría venir desde las regiones. No necesariamente para el desarrollo de un proyecto de televisora nacional, sino para la construcción de proyectos locales. ¿Quién dijo que el único desenlace de esta telenovela es una tercera cadena?