Tras el estallido de la crisis financiera internacional, que lo tuvo entre sus principales protagonistas, al banco de inversión estadounidense no le van del todo bien algunos de sus negocios. Incluso, el estadillo de las más diversas burbujas que el propio banco contribuyó a inflar – y con las que tuvo magníficas ganancias -, hoy, al menos una de ellas, le acaba de explotar en la cara.
En efecto, la industria que engloba a los medios de comunicación sufrió, como pocas – y España de esto sabe mucho – la crisis mundial. En Argentina, siempre en su nube – las empresas periodísticas, tras sufrir tremendos recortes en plena crisis del corralito, comenzó a levantar cabeza gracias al renacimiento de la publicidad privada. La oficial, ya se sabe, va por otro camino. Si, como el Grupo Clarín, no se forma parte de los amigos del poder, difícilmente ambos caminos se crucen más allá de lo estrictamente necesario y conveniente.
En Goldman Sachs trabajan banqueros, no periodistas. Y, al igual que su materia prima, el dinero, ellos también son temerosos. El Grupo Clarín tiene demasiados frentes abiertos con el gobierno central. Muchos. Los suficientes para generar miedo, hacer las maletas e irse aunque sea dejando en el camino unos cuentos billetes de cien dólares.
Así las cosas, sucedió lo inevitable. Clarín envió una comunicación a la Bolsa de Buenos Aires informando que el grupo de accionistas de control (Ernestina Herrera de Noble, Héctor Magnetto, José Aranda y Lucio Paliaro, a través de fondos de inversión) no iban a hacer uso de su first refusal (primer opción) sobre el 9% de las acciones del grupo multimedios en manos de Goldman Sachs. Con la negativa del núcleo duro de los accionistas de Clarín, el banco de inversión salió a buscar comprador para esos papeles.
No se sabe quienes comprarán esas más de 22 millones de acciones que Goldman tiene en su propiedad, pero lo cierto es que el banco pretende conseguir por lo menos 75 millones de dólares por los títulos en su poder.
El mercado, sin embargo, no desconoce que el precio de las acciones de la empresa mostraron una tendencia bajista a partir de la pelea del Gobierno con el grupo, y sobre todo desde la sanción de la Ley de Medios Audiovisuales.
Goldman Sachs ingresó al Grupo Clarín en diciembre de 1999 cuando adquirió el 18% del capital accionario, por el que pagó 500 millones de dólares. De ese total conserva hoy la mitad.
El 70,99% de las acciones se mantienen en propiedad del grupo controlador; 9,11% todavía pertenece al banco de inversión y el 19,9% restante es capital flotante que cotiza en las bolsas porteña y de Londres.
¿Qué sucedería si empresarios muy cercanos a Cristina Fernández de Kirchner acuden al recinto con un cheque por 75 millones de dólares? Si bien la respuesta es incierta, seguramente el resultado será muy divertido.