Los grandes medios de finales del siglo XX se han convertido en poco más de una década en grandes dinosaurios que están teniendo grandes dificultades para adaptarse al nuevo medio ambiente surgido tras el impacto del meteorito de las redes sociales. Como resaltaba recientemente en una ponencia Mario Tascón, consultor en comunicación digital, junto a los mastodontes de antaño han surgido pequeñas criaturas que se mueven con agilidad en un panorama rápidamente cambiante: son los portales de noticias, diarios digitales puros, redes sociales, agregadores, confidenciales, enciclopedias, wikimedios, medios especializados, portales de periodismo ciudadano o blogs.
Los periodistas se enfrentan a una forma de consumir información por parte de los lectores. Como afirmaba Tascón, "no sirve de nada titular Seísmo en Lorca si la gente habla de terremotos y busca terremoto desde Internet". Pero no es sólo eso: también ha aumentado exponencialmente el número de voces con las que tiene que competir para dar información.
No vamos a negar que la propia inercia de las grandes redacciones dificulta la adaptación a la era digital. Pero no es sólo la falta de agilidad la que amenaza a los medios tradicionales que adoptaron el papel de vigilantes del poder. La competencia de comunicadores aficionados, sin grandes medios ni tiempo para elaborar noticias de calado, supone un peligro del que la sociedad debería tomar conciencia. El responsable de contenidos digitales del rotativo argentino Clarín, Pablo Mancini, afirmaba en una reciente ponencia que "mientras los medios nacidos en papel avanzan en su transición tardía y lenta hacia lo digital, otros medios nativos digitales -periodísticos o con alguna vinculación con el periodismo- están abriendo nuevos terrenos y colonizándolos". La labor de estos comunicadores que hacen algo relacionado en cierta medida con la labor informativa es una brecha por la que se pueden colar todo tipo de informaciones inexactas o tergiversadoras. En fin, ruido que entorpecería la visión de los usuarios de los medios digitales y, en última instancia, la salud democrática
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