Si a usted le paran por la calle y le preguntan: “¿puede una compañía desparecer de la noche a la mañana, como si se tratase de un prófugo de la justicia?”. Su primera reacción será mirar con cara incrédula al encuestador; luego, y tras darse cuenta que no se trata de una broma, responderá “¡no!”, así, sin titubeos. Ahora si esa misma pregunta se la formulan a un funcionario de la Agencia Nacional de Telecomunicaciones (Anatel) de Brasil, la respuesta será otra diametralmente distinta. Es que el órgano regulador perdió todo rastro de la compañía. Tampoco lo puede ya ocultar. Que una empresa se le esfumó lo comunicó en “El Diario Oficial de la Unión”, en agosto pasado. En ese mes, Anatel declaró que Unicel “se encuentra en paradero desconocido”.
En ámbito judicial, el panorama es igualmente desolador, ya que nada se sabe de la empresa, de los accionistas y de los ejecutivos. Los oficiales de justicia no encuentran a quien entregar las correspondientes notificaciones.
Dolores de cabeza también sufren los funcionarios de los órganos de defensa del consumidor, quienes ven cómo se acumulan las reclamaciones contra la operadora.
La historia cuenta que Unicel pertenece a la familia del empresario José Roberto Melo Da Silva y tras una larga disputa con Anatel comenzó a operar en 2008 bajo la promesa de invertir 120 millones de dólares.
En su mejor momento, la compañía tuvo 22 mil clientes, muy lejos del plan original de alcanzar los 500 mil usuarios en el primer año. A lo largo de su corta vida, las entradas y salidas – estás últimas acompañadas de portazos – de accionistas fueron otra de sus constantes.
Un consejo: si usted tiene intensión de llamar al móvil de la empresa no pierda el tiempo. Recibirá un mensaje informándole que “el número al que llamó no existe”. Ni la empresa, por lo visto.