Ahora mismo, necesitaríamos casi otro planeta para mantener el brutal nivel de explotación al que sometemos a la Tierra. La guerra de Ucrania ha acentuado la crisis de materias primas y productos alimenticios. Ya hay 828 millones de personas que pasan hambre y su número se ha incrementado en 150 millones más desde el comienzo de la pandemia. Un largo informe que acaba de publicar el prestigioso medio digital Aeon, firmado por los profesores Sven Beckert y Ulbe Bosma, alerta de esta importantísima realidad, que escasamente se refleja en los medios de comunicación del mundo, atenazados por una actualidad machacona y distorsionada. Esta importantísima noticia debería hacernos reflexionar sobre la actual y peligrosa contaminación informativa.
Los datos son brutales, deberíamos estar aterrados, pues nos quedamos sin tierra. Pero, básicamente, miramos para otro lado. ¿Qué nos pasa? Octubre de 2022. Quemamos cien millones de barriles de petróleo cada día, nos ahogamos en CO2 y los políticos no son capaces de tomar medidas verdaderamente eficaces. Desaparecen cada día más de cien especies como si nosotros no formásemos parte de ese terrible cómputo. Varios informes científicos coinciden en estimar que mantener el actual nivel de explotación de los recursos naturales requeriría casi el doble del tamaña de la Tierra.
Los productos básicos que consumimos ejercen una presión insoportable sobre la naturaleza. Las selvas tropicales están mermando a ojos vistas. ¡Y todavía hay millones de brasileños que votan a un dirigente como Bolsonaro!
Entre 1960 y 2008, la superficie cultivada mundial de caña de azúcar se triplicó, la de soja 3,5 veces, la de aceite de palma más de cuatro veces, nos advierten los profesores Beckert y Bosma. Solo para la soja, se estima que se talaron 100.000 hectáreas de selva tropical en los últimos diez años. En Sumatra y Kalimantan, se talan anualmente 250.000 hectáreas de selva tropical solo para la producción de aceite de palma, el más perjudicial para la salud humana.
Además, estamos en manos de un puñado de mastodónticas corporaciones que operan a nivel mundial y que han monopolizado las semillas de los cultivos agrícolas más importantes del mundo con sus variantes modificadas genéticamente. Son más resistentes a las enfermedades y aumentan grandemente su rendimiento. Parece un gran avance, pero es una maldición: sirven al enloquecido procesamiento industrial en el que estamos atrapados.
¿Atrapados? Literalmente es así, como pone en evidencia otro libro: En The Dawn of Everything: A New History of Humanity (2021), el antropólogo David Graeber y el arqueólogo David Wengrow preguntan "¿Cómo nos quedamos atascados?" Describen las formas en que la vida humana se enredó con la dominación y las élites gobernantes a través de la competencia carismática y el control sobre la violencia y la información. Su libro señala los procesos a largo plazo, a menudo imperceptibles, a través de los cuales la humanidad quedó atrapada en procesos naturales y socioecológicos que llevaron a la pérdida de libertad, flexibilidad y creatividad política.
Especies hiperdomesticadas han sido sacadas de sus contextos originales y ahora, por ejemplo, los mamíferos de matanza superan a los mamíferos salvajes por un factor de 15 a uno. Hemos quedado atrapados en un aparato productivo de alta fecundidad que es una trampa envenenada, insostenible incluso a corto plazo. Ya hemos pisado la línea roja.
Ya lo pronosticó Rachel Carson hace justo 60 años con su famoso libro “Primavera silenciosa”. ¿Estamos en un otoño silencioso?