Los más diversos medios informativos dan cuenta diariamente de noticias sobre emigraciones. La mayor parte de las veces son sobre frágiles pateras sobrecargadas, ahogados, intentos de entrar en nuestro país por nuestras fronteras, sucesos en los que intervienen migrantes, etc. Todo ello contribuye a crear una atmósfera de miedo, en una psicosis colectiva que la pandemia ha contribuido a avivar. Muchos políticos olfatean el ambiente de xenofobia y proponen medidas y hacen declaraciones en diversos sentidos. Pocas veces se nos explica que estamos boicoteando nuestro futuro, pues necesitamos imperiosamente millones de extranjeros para paliar nuestra desastrosa tasa de natalidad y en pavoroso envejecimiento de la población.
Llevo unos 44 años ejerciendo de periodista, en muchas ocasiones en puestos de dirección, y con frecuencia he tenido la incómoda sensación de que surfeamos sobre la superficie de la actualidad y no explicamos la profundidad del océano. Tenemos un pavoroso problema político, en todo el mundo, pero especialmente en Europa. El acomodado Viejo Continente, es un polo de atracción mundial, por su calidad de vida, por sus libertades y sus oportunidades. Deberíamos congratularnos por eso, pero estamos aterrados ante las diferencias, especialmente cuando los que llaman a nuestra puerta huyendo de la pobreza, de las guerras, de las persecuciones, son muy diferentes a nosotros. El Brexit ganó difundiendo el miedo, aunque los expertos advirtieron que la riqueza británica disminuirá a medio y largo plazo. Ya está sucediendo y algunos auguran que el Reino Unido dejará de ser tal y en una década pedirá el reingreso al club europeo. Pero este club tiene 27 políticas distintas de inmigración y no logran ponerse de acuerdo en una estrategia común. Le evidencia escandalosa es que se necesitan entre siete y ocho millones de extranjeros hasta 2050 para soportar el sistema de pensiones y cubrir puestos de trabajo. Tenemos una tasa de fertilidad entre las más bajas del mundo, 1,19 hijos por mujer y nueve millones de pensionistas.
El año 2021, 2026 personas murieron o desaparecieron en el Mediterráneo intentando llegar a Europa. Solo en su intento en llegar a Canarias murieron o desaparecieron 937 personas, superando con creces los 877 registrados en 2020. ¿Estamos dejando impávidos que se ahogue nuestro futuro?
Tenemos la mayor crisis migratoria y humanitaria en Europa después de la Segunda Guerra Mundial. Los conflictos armados, la pobreza, las persecuciones, el cambio climático y las violaciones masivas de los derechos humanos, campan por doquier y nos rodean. Además, hay una estrategia global para captar mano de obra joven, especialmente si es cualificada. Todos los países deberían trazar un minucioso y ambicioso plan para ello. ¿Por qué dejamos que se ahoguen?
Hay un conflicto bélico en ciernes entre Rusia y Ucrania. En vez de acumular batallones y tanques en la frontera, Putin debería reflexionar sobre por qué no hay una misma presión migratoria sobre sus inmensas fronteras. Los rusos emigran porque sus libertades y su futuro no son del color de su nieve.
El diario "El País" ha publicado el seis de febrero en su suplemento "Negocios" y extenso reportaje, firmado por Miguel A. García Vega, que explica con detalle estas realidades. Muy recomendable. Está bien contar con detalle los dramas humanos, las fotos de los ahogados, las pateras. Pero hace mucha más falta luchar contra el miedo que paraliza a las sociedades, que mueve voluntades políticas, que ahoga nuestro futuro.