Puede parecer un título de un libro viejo, que de hecho lo es, porque ya cuenta con sesenta y seis años. Pero con esta novela “El coronel no tiene quien le escriba”, Gabriel García Márquez pretende reflejar el sentimiento de desasosiego ante la espera, tal y como el autor lo expresó, cuando un viejo coronel espera la pensión que nunca llega. Probablemente una de las mejores plumas hispanoamericanas de todos los tiempos, el libro en sí mismo es una metáfora de lo que es el desapego y ese desasosiego de la espera y la frustración que produce lo que no llega.
Cada fin de año es una lucha entre el debate íntimo que tenemos con nosotros mismos sobre lo que hemos hecho, lo que hubiésemos querido realizar y lo que anhelamos cumplir a la vuelta de la esquina cuando las campanadas nos den la voz de salida a otro año de existencia.
Esta es la cuestión. Sin duda, cuando estamos entrando en el nuevo calendario, cuando se escuchan las campanadas y queremos devorarnos las uvas como sea, es motivo de celebración. Pero también, un motivo de tristeza por lo que dejamos atrás, no a las cosas, sino a aquellas personas que ya no están entre nosotros. Pero tenemos la necesidad de compartir este momento con personas queridas, las que están y recordar a las que nos dejaron. También a las que tenemos lejos pero que estamos conectados porque no podemos imaginarnos la vida sin ellas. Un hermano en otro país, alguna parte de la familia que no está físicamente pero sí lo está en nuestro espíritu al alzar la copa.
Siempre es un momento de reflexión ante lo que hemos dejado (en referencia a cosas que no hemos podido hacer), sean laborales, personales, etc. Pero al mismo tiempo, son el impulso esperanzador de aquellas cosas que nos imponemos realizar en este nuevo año. En pocos minutos expresamos lo que sentimos sobre lo que dejamos, al mismo tiempo que anhelamos fervientemente que lo que deseamos se cumpla, especialmente en temas familiares y de salud de seres queridos.
A todos nos sucede que hacemos un balance, quizás no seamos conscientes de ello, pero lo estamos haciendo, aunque no lo decimos, porque no queremos ni entristecernos demasiado, ni tampoco crear euforias que pueden en breve evaporarse. Pero casi todos tenemos una prudente medida de lo que queremos: salud y felicidad para las personas que queremos, familia y amigos. En general la gente es muy sencilla y quiere esto y ninguna otra cosa, porque de cumplirse razonablemente la cuota de felicidad y salud de los seres queridos y familiares, el 99% de los ciudadanos de este planeta se dan por satisfechos. Ni más ni menos, teniendo en cuenta los tiempos post Covid por los que estamos transitando.
A medida que se levantan las copas y surgen los abrazos espontáneos (los que pueden hacerlo porque son parte permanente de la familia) o de la forma que la pandemia nos lo permite, incluso de modo virtual, estamos reconociendo el simbolismo especial que trae el Año Nuevo. Los mensajes de Feliz Año Nuevo deben hablar de nuevos comienzos, y para una gran mayoría, de nuevas oportunidades, porque todos las merecemos.
En el firmamento de las salutaciones aparecen frases tales como:
- Por una Año Nuevo 2022 que será extraordinario.
- ¡Que 2022 esté lleno de grandes aventuras y oportunidades!
- La vida es corta: ¡sueña en grande y aprovecha 2022 al máximo!
- ¡Feliz año nuevo! 2022 es el comienzo de un nuevo capítulo en tu vida. Este es tu año. ¡Haz que suceda!
Y nos deseamos salud y éxitos, prosperidad y felicidad, paz y reconciliación entre aquellas personas que las necesitan, así como fuerza y valor para acometer nuevas empresas (en el sentido etimológico del término).
Especialmente duro es el tránsito del viejo al nuevo año para aquellas personas que están solas, no tanto las que han abrazado la soledad como forma de vida, sino todas aquellas (que son mayoría) que se han visto obligadas por el propio devenir de sus existencias, a compartir con ellos mismos momentos que no comprendemos (también la gran mayoría) de que se vivan solos y no en compañía. Evidentemente, porque de esas personas sus familiares más directos ya no están o porque hay hijos en otras latitudes, pero sea como sea, la cuestión es que su espíritu requiere de la compañía al menos de sus recuerdos, porque muchas personas (sabemos que son millones) que como el coronel de García Márquez esperan y siguen esperando, que quizás en el Nuevo Año que entran les brinde la ocasión por fin, de compartir, aunque sea un momento más.