En el mundo real que vivimos al que llamamos material, al que la ciencia física atribuye las tres dimensiones que están relacionadas a la longitud, la extensión y el volumen de los objetos, en los últimos años se ha generado tanto desde el punto de vista científico como de muchos intelectuales, indagar en el ámbito más desconocido y también más espiritual del género humano. Esta parte en la que el espíritu gana posiciones para el análisis y la reflexión, no solo es una parte de nuestra existencia real (porque lo es), sino que es una clara toma de consciencia de lo que somos como personas. Porque la consciencia nos diferencia de cualquier otra especie viviente y en definitiva es la que ha logrado el desarrollo de nuestra civilización.
Para algunos de estos observadores y estudiosos, las otras dimensiones como la cuarta y la quinta de las que tanto se habla actualmente, existen en un plano que no podemos ver con nuestros ojos. Nos referimos a las dimensiones que tienen que ver con nuestra evolución espiritual y que no son lugares en sí, sino estados de conciencia. O sea, que volvemos una y otra vez a nuestro ser inteligente cuya característica fundamental es la toma de consciencia de lo que somos, lo que hacemos y hacia dónde vamos.
De ahí que cuando decimos que una persona se encuentra en la cuarta o la quinta dimensión, significa que aún, permaneciendo en el mismo lugar físico, puede percibir más o menos aspectos de la realidad.
¿Y de qué depende este nivel de percepción?
Sin duda, del estado de consciencia de la persona que está mirando (el observador), analizando, reflexionando, contemplando, etc. Y por supuesto que, cuanto mayor sea el nivel de consciencia al que llega, es mucho mayor también el alcance de la realidad que perciba.
Por ello debemos aclarar que cuando se alcanza esta quinta dimensión estamos alcanzando un estado especial y diferente de consciencia, que sin duda nos permite percibir que todo es uno y que inexorablemente formamos parte del todo.
La filosofía oriental está mucho más próxima a la quinta dimensión, justamente porque si algo la caracteriza es la concepción del individuo dentro de la fenomenología universal: no hay persona válida sin una concepción universal de su ser, o sea, una dependencia del cielo, la tierra, el viento y el agua. Es inseparable de la manera en que los sabios de “Zen” o del “I Ching” y sus postulados sobre la conducta y comportamiento humano, le atribuyen a la espiritualidad y el valor trascendente de las personas.
Por tanto, la quinta dimensión es una señal clara de trascendencia, de valor espiritual y de resaltar las condiciones más importantes del ser humano que nos diferencian del resto de las especies, a parte de la inteligencia: amor, compasión, reflexión, introspección, sentido de culpa, toma de consciencia, sentido de propósito, etc.
¿Cuáles son las señales más características que se nos presentan?
No es una tontería referirse a que la quinta dimensión y su fuerza que proviene de un profundo estado de consciencia al que vamos entrenando poco a poco, empiece a dar señales de que algo está cambiando. Y este cambio, puede ser de dos maneras diferentes, pero al mismo tiempo convergentes: el cambio per se que se produce en el exterior y que es parte de la realidad diaria que perciben las personas; el cambio que se produce en nuestro interior cuando con frecuencia no podemos explicar qué es lo que ha cambiado, porque si bien puede ocurrir que el nivel exterior sigue siendo el mismo, sientes que algo dentro de ti cambió, o se adaptó a una nueva circunstancia porque justamente ese nivel de consciencia te ha permito percibir (ver lo que antes no veías) y te está dando una ventaja sobre otras personas.
Cuando podemos ver las cosas con más claridad (eliminando o neutralizando ciertas preocupaciones), estamos de algún modo interceptando esa maldita curva de incertidumbre que nos agobia. Nos genera tranquilidad el estado de consciencia de la quinta dimensión porque le vamos a dar a cada problema el lugar que le corresponde (su prioridad y no más que eso) para caminar (nunca mejor dicho) en la dirección correcta, rompiendo el desconcierto y sumando cierta dosis de certeza a nuestras vidas.
Otro signo indubitable es la aceptación de las cosas, no importa si coinciden o no con nuestros deseos y expectativas, porque lo importante es que estemos produciendo mentalmente una apertura (especialmente desde nuestra parte emocional), abriendo mente y corazón, expandiéndonos, porque el mayor nivel de consciencia nos permite comprender mejor, tolerar mejor, esperar mejor y decidir mejor.
Vueltos a la filosofía oriental, la concepción sobre nuestra existencia, especialmente los chinos y gran parte de las diferentes corrientes filosóficas que conforman la historia de la India, siempre refieren a la vida como un flujo incesante (también marcado por un destino unívoco que le corresponde a cada persona), por lo que en cierto sentido, se dice que hay que dejarse llevar y no oponerse a nuestro destino, solo hacer correcciones de rumbo, porque es el camino que de algún modo tenemos trazado.
En la concepción de la vida occidental, habiendo triunfado el individualismo sobre lo colectivo, es la persona la que marca su rumbo y destino.
Pero lo que queremos aportar hoy es que ni en la filosofía oriental ni en la occidental, se puede prescindir de la quinta dimensión, la más espiritual de todas las posibles tomas de consciencia. Sin duda, nos aflora otra señal, que es un claro razonamiento espiritual porque erradicamos los sentimientos de culpa, de hacernos víctimas y todo empieza a tener sentido. Fuera el victimismo y asumir la realidad, de ahí que a mayor nivel de consciencia mejores resultados en la percepción de la vida y nuestro entorno.
Tenemos que ejercer la humildad, cuestión básica en los estados de reflexión, pero además, ser conscientes de la necesidad de este aprendizaje, que en otros términos nos viene a significar, que para mejorar como personas vamos siendo más conscientes de qué cosas tenemos que cambiar y mejorar en nuestras vidas. Obviamente, la mayoría de estos cambios que vamos a hacer no son en el plano físico (material), sino en el espiritual, ayudándonos a percibir y a interceder para logar convivir en un mundo mejor.
Un mundo que se nos va a presentar con su cara amable (no porque seamos ingenuos y dejemos de ver las realidades crueles que nos invaden a diario en las noticias). Si no, porque hemos abierto las puertas a todas las personas de nuestro entorno, también a las que son más lejanas en las relaciones interpersonales de nuestra existencia, pero nos producirá satisfacción (ese sentirse bien, lleno, satisfecho) porque liberamos nuestra mente de tensiones gracias a que nuestro espíritu por un elevado nivel de consciencia al que hemos logrado llegar, nos facilita la visión y percepción de una realidad aumentada y cambiada. No desconocemos la realidad tal cual es. Sino que la percibimos de otra manera, la aceptamos y gracias a esta quinta dimensión, podemos interceder en favor de personas que necesitan nuestro apoyo, en favor de acciones en nuestras responsabilidades profesionales que deriven en una mejora (no solo beneficio) a las personas que dependen de dichas acciones (empleados, proveedores, clientes, etc.).
La sensación de que ese mundo, ese día a día, es más liviano, que no nos pesa tanto.
Tenemos que procurar que en el estado actual de la humanidad haya una mayor y necesaria expansión espiritual. Nos ayudará a compartir mejor lo que a diario tenemos que compartir como integrantes de sociedades abiertas, dinámicas y complejas. Y a pesar de que la 5º dimensión es eminentemente una percepción inmaterial (un nivel de consciencia), ayuda a genera cambios y a contribuir positivamente en el carácter individual y todo nuestro entorno.