Tal vez sea la competición más transcendental de la tecnología de vanguardia, la que abre más puertas insospechadas, en la que están los académicos chinos con todo su Gobierno detrás y los equipos de Google, por citar los más destacados o las más visibles. El conglomerado IBM se adelanta con un anuncio sorprendente, que apenas ha tenido reflejo en los medios de comunicación generalistas, lo que habla con elocuencia de una cierta ceguera colectiva.
La noticia no abrirá seguramente ningún telediario, la física cuántica parece un tema esotérico de ciencia ficción, pero muchos aparatos a nuestro alrededor se basan en una pequeña parte de sus inmensos postulados, como un modestísimo preludio de lo que vendrá, del futuro que ya es presente.
IBM acaba de presentar su procesador Eagle, de 127 qubits, casi dos veces más dotado que su predecesor Hummingbird de 65 qubits. Aparentemente se sitúan a la vanguardia mundial. “Es una gran hazaña de ingeniería”, ha dicho Arvind Krishna, director ejecutivo de IMB, en una entrevista con el sitio estadounidense Axios.
Por decirlo sencillamente, este ordenador multiplica exponencialmente la capacidad de cálculo de cualquier máquina sobre el planeta. Es como pasar de una carreta de bueyes a una nave espacial. De hecho, la carrera espacial será una de las primeras beneficiarias de la computación cuántica.
Intentaré en unas breves líneas dar siquiera un brochazo de explicación. Perdonen el atrevimiento. Desde la más diminuta partícula a la estrella más distante está hecha de un único ingrediente: hebras de energía inimaginablemente pequeñas llamadas cuerdas, alargadas pero sin grosor, pues solo tienen una dimensión. La Tierra es 10 veces multiplicado por 20 más pequeña que el universo, y el núcleo atómico es 10 veces multiplicado por 20 más diminuto que la Tierra. Pero una cuerda ocupa 10 veces multiplicado por 20 menos que el núcleo atómico. Cuando miramos distancias muy pequeñas, del orden del billón de billones de veces por debajo del tamaño de átomo, el espacio cambia de aspecto, y los delgados hilos unidimensionales nos hablan de innumerables universos posibles, una cifra de 10 seguido de 500 ceros. Nosotros estamos en uno de ellos fabricado…tal vez por la conciencia.
Sí ya sé que es algo esotérico, pero hay asuntos que solo podemos tratar de divulgarlo echando mano de ciertas metáforas, de paradojas contradictorias a las que nuestras mentes se rebelan. Necesitamos a Platón y al gato de Schrödinger en torbellino. Así que quedamos ni vivos ni muertos al mismo tiempo.