El famoso libro de Janet Malcolm, “El Periodista y el asesino”, fue elegido en su día como “uno de los 100 mejores libros del siglo XX en lengua inglesa”. En realidad es un varapalo a todos los que ejercemos este oficio de informar. Empieza diciendo nada menos que “todo periodista que no sea tan estúpido o engreído como para no ver la realidad sabe que lo que hace es moralmente indefendible”. En unos 45 años de ejercer la profesión, con frecuencia he tenido la sospecha de que, colectivamente y sin ser lúcidos, falsificamos la realidad y orillamos las verdaderas claves. Ese es con demasiada frecuencia nuestro dilema.
Veamos más de cerca la actualidad en este otoño de final de pandemia. La publicación progresiva de los llamados “Papeles de Pandora” es una extraordinaria investigación periodística sobre los negocios opacos de grandes empresas, de líderes mundiales y algunas de las familias más ricas de España y otros países. ¡Bingo! Pero ¿ponemos, en el día a día de las informaciones, bien de relieve que hay una connivencia vergonzosa y extraordinariamente significativa entre los poderes políticos, de cualquier sig y el fondo de los hechos que ahora se muestran? La caída en picado del impuesto de sociedades en mundo (OCDE) en los últimos años o la práctica desaparición del impuesto sobre el patrimonio, el silencioso establecimiento de una poderosa industria de ocultar patrimonios al fisco, ¿ha sido seguida y resaltada en los medios de comunicación de manera sistemática y adecuada? La respuesta es: en absoluto. Cuando un político, sea del signo que sea, derechas o izquierdas, promete bajar impuestos de manera sistemática, los periodistas que cubren estas informaciones no les increpan sobre cómo valoran la injusticia tributaria que supone y la erosión del Estado de bienestar común? Los paraísos fiscales dejan un agujero de unos 370.000 millones de euros al años en las finanzas públicas. Véase el brillante y elocuente libro “El triunfo de la injusticia” de Gabriel Zueman. Pero esto es solo un ejemplo, podríamos seguir con una larga lista. La banca europea gana al año 20.000 millones de euros gracias a los paraísos fiscales. O podemos señalar que muchos de los grandes grupos empresariales españoles solo pagan al fisco el 1,9% de sus beneficios, mientras que a los trabajadores patrios les sacan inexcusablemente una parte muy sustancial de sus salarios. Las rentas medias y bajas contribuyen a Hacienda con más de 100.000 millones de euros en el IRPF, los consumidores palman unos 75.000 millones por el IVA y, mientras, las sociedades aportan menos de 25.000 millones. ¿Es eso justicia tributaria?
Cuando la sanidad se queda escuálida por los recortes, cuando la pobreza alcanza a un número creciente de españoles, cuando se echa a la calle a la gente de sus casas, cuando los mayores mueren solitarios en sus precarias residencias, la gente es apuñalada por asesinos ocultos, escondidos en cifras y datos apenas mencionados, o disimulados por llamativas declaraciones de políticos a los que ponemos micrófonos y damos titulares sin cuento en todo tipo de medios.
¿Los periodistas nos tragamos impávidos la bazofia que nos venden o tenemos criterio propio para repreguntar, inquirir, interpelar en estos asuntos de calado? ¿O solo lo hacemos de manera machacona y despiadada en asuntos llamados del corazón o sucesos de poca monta?
Hay varios miles de periodistas en paro en España. Les invito a practicar un periodismo mucho más hacia la profundidad de las causas, (“In-depth journalism”), y no en las agitadas superficies de la actualidad, en el juego de abalorios que conforman la actual inundación de “infodemia”.
Con demasiada frecuencia seguimos sin criterio vacuas cuestiones de actualidad y no explicamos y alumbramos lo que realmente mueve al convulso mundo que habitamos, en un periodo crítico para la historia de llamada Homo Sapiens. Con demasiada frecuencia “No ganan los buenos”, como trato de explicar en mi último libro. Feliz y luminoso otoño en el que podamos ilustrar el caldo de cultivo en el que se gestan algunos de los asesinos y sus cómplices.