Esta preocupación –que compartimos con otros autores, profesores y expertos– y con nuestros lectores, no ha dejado de cesar, más bien todo lo contrario.
Esto nos lleva continuamente a revisar tanto las acciones que hacen otros países – cuestión que hemos abordado en los últimos tiempos-; por ejemplo, en cuanto a la psicología social a la que nos vamos a enfrentar, como al pensamiento lúcido de aquellos que líderes y/o formadores de opinión.
Este es el caso que nos ocupa en nuestra réplica de hoy, que es replicar a uno de los más importantes formadores de opinión mundial, que pretende ser un suma y sigue en esta aportación de luz tan necesaria en momentos de sombras e incertidumbre.
Lo que Thomas L. Friedman hace en su habitual tribuna de opinión del prestigioso “The New York Times” es imaginar el futuro de los Estados Unidos una vez que pase el brote que sacude a este país. Pero es obvio que la esencia de su pensamiento que suscribimos no debería quedar circunscrita únicamente a la sociedad norteamericana. Desde ya que es aplicable al resto de naciones.
Todas estas han sido golpeadas en mayor o menor medida por el Covid-19. Todas ellas, incluida España, han estado aprendiendo sobre la marcha una lección que no estaba escrita ni en los manuales ni en los protocolos.
Parece una ironía del destino que después de tantos protocolos de seguridad y alertas nucleares, especialmente en el primer mundo, haya tenido que ser un virus del tipo corona el más letal artefacto desde las bombas de Hiroshima y Nagasaki.
Un mercado de trabajo totalmente desconocido
La primera cuestión que vamos a replicar a Friedman, es cuando se refiere a cómo quedará configurado el mundo del trabajo una vez que se dé por terminada la pandemia del coronavirus que paralizó al planeta en un inusual y trágicamente inolvidable 2020.
Pero además, lo plantea sobre el ámbito más importante, después de la salud de las poblaciones, que a escala global es la educación. Aquella por la cual se han venido revisando los “acuerdos del milenio” que permanentemente debieron actualizarse de parte de Naciones Unidas, en cuanto a la erradicación de la pobreza, enfermedades, analfabetismo, desigualdades económicas y sociales, muy especialmente en el tercer mundo, pero de manera muy particular en los países más subdesarrollados.
O sea, que a partir de una innovación que ya está en marcha en algunos pocos sectores de vanguardia pero que debería universalizarse a todas las industrias, ya sean estas tecnológicas, administrativas o de manufactura.
Friedman describe un futuro haciéndose eco de un pasado tan bien descrito por Joseph Alois Schumpeter, el famoso economista cuya tesis central es que se da una relevancia única a las innovaciones y al empuje emprendedor que siempre permite un nuevo desarrollo económico a partir de una crisis.
Para este clásico de la economía, el proceso de producción se da por una combinación de fuerzas productivas materiales e inmateriales, por lo que cuando afirma Friedman que “cuando salgamos de esta corona-crisis, seremos recibidos con una de las eras más profundas de destrucción creativa schumpeteriana de la historia, que esta pandemia está acelerando y disimulando”, no está exagerando en lo más mínimo el grado de destrucción que se va a dar en primer lugar, para después con suerte convertirla en creativa, especialmente en los ámbitos de los mercados de trabajo y educativos.
Conste que siempre, aunque no lo decimos explícitamente, toda destrucción o creación a partir de ella de nuevos escenarios, incluye desde nuestro punto de vista un necesario e inevitable detenimiento en el estado de la salud pública de cada país así como el acumulado mundial.
Del mismo modo, qué medidas se van a ir siguiendo tomando para mantener los niveles de garantía sanitaria mínimos para evitar nuevas explosiones pandémicas como la de 2020. Este es un horizonte político al que todos los países y líderes políticos deberán necesariamente atenerse, como lo han hecho desde 1945 en materia de seguridad nuclear.
Sin embargo, Friedman no se detiene en esta teoría, sino que explora y profundiza en el presente, en virtud de cómo se están dando las cosas.
Su preocupación –también la nuestra- es cómo se proveerá a más norteamericanos (nosotros a escala planetaria) con sistemas de salud y pensiones acordes y especialmente lo que él denomina “oportunidades de aprendizaje permanente para aprovechar al máximo este momento”.
En otros términos, la reconstrucción a la que nos enfrentamos una vez pasada la pandemia, necesariamente se apoya en una destrucción inevitable en los mercados laborales y con un alcance aún que no es posible medir en su justa medida, en el campo educativo.
Pero nosotros agregamos que de ser así su pronóstico (insistimos que compartimos) no son dos ámbitos que actuarán en solitario (el laboral y el educativo) sino de manera yuxtapuesta, dándole más o menos gravedad a cada circunstancia según sean las realidades sociales, políticas y económicas de cada región y/o país que se analice. Para ejemplo de ello, basta ver el mapa en rojo de la pandemia en Europa, o la expansión tipo explosiva en países como Brasil.
Una de las razones por las que Friedman asevera que la era pospandémica será tan destructiva y creativa al mismo tiempo, es que “nunca tantas personas tuvieron acceso a computación barata y de alta potencia, nunca tantas personas tuvieron acceso a crédito tan barato -dinero virtualmente gratis- para inventar nuevos productos y servicios”.
La cuestión es de qué manera se accede a ello en cada país. Porque nos consta que lo que hemos denunciado reiteradamente desde esta tribuna en cuanto a la desigualdad e inequidad en la distribución de la renta. Incluso en países miembros de la OCDE, o más reducido aún, en la propia Unión Europea.
Y esto es así porque se darán escenarios totalmente diferentes con medidas de reacción política también muy distintas, según sean las realidades económicas y sociales de cada nación.
Esto lleva a Friedman a hacer una denuncia muy clara en cuanto a que para él ocurrirán cosas absolutamente asombrosas, como la desaparición de algunas instituciones que habían sido establecidas hace décadas, o como en el caso de las universidades, siglos. ¿Es esto posible? ¿Así sin más?
No estamos tan seguros que el proceso de destrucción creativa que él pregona llegue a hacer desaparecer a las universidades, ni siquiera en cien años. Lo que sí, es que cambiará sustancialmente el enfoque de los procesos educativos, lo que hará que deban transformarse tanto orgánica como funcionalmente las universidades. Evidentemente habrá también una cuota parte de transformación necesaria en las escuelas de negocio.
En cierto sentido, será un cambio, o mejor dicho, un ajuste necesario para adecuarse a las nuevas realidades de los mercados de trabajo.
Estos sí que cambiarán de manera sustancial, porque gracias a las NT’s seguirán produciéndose este imparable avance hacia nuevos escenarios que configuran realidades laborales diferentes, estructuras organizativas aún desconocidas y una fuerza laboral a nivel mundial que tendrá un valor mucho más crítico (lo decimos nosotros no Friedman) en la ecuación del crecimiento y generación de riqueza de las naciones.
Necesariamente habrá que haber pasado ese período de destrucción creativa por el cual nada será igual a lo que se hacía antes (procesos, protocolos, procedimientos, etc.) y nada garantiza que los ajustes y/o modificaciones necesarias para la adecuación constante a dichas mutaciones en los ámbitos productivos, sociales, políticos, educativos, etc., no dejen de generar fricciones (incluso serias rupturas) sociales, que hagan que lo que en principio sea destrucción creativa, se quede no más que en destrucción. Esta es una cuestión que el liderazgo político y empresarial deberá resolver.
Períodos laborales más cortos
Un aspecto que Friedman denuncia y que también suscribimos es que “debido a que el ritmo del cambio tecnológico, la digitalización y la globalización siguen acelerándose, están sucediendo dos cosas a la vez: el mundo se teje más estrechamente que nunca; la globalización de bienes y personas se ha visto frenada por la pandemia y la política, pero la globalización de los servicios se ha disparado y la vida media de las habilidades se está reduciendo constantemente”.
La globalización de los servicios se ha disparado y la vida media de las habilidades se está reduciendo constantemente
De ahí que Friedman haciendo referencia a lo corto que son los períodos laborales en la actualidad, trata de despejar la incógnita de cómo se tendrán que comportar las nuevas generaciones de trabajadores.
Partiendo de la base que estas generaciones cambian de trabajo más a menudo que las pasadas, Friedman propone (nos sumamos) a que el aprendizaje sea la nueva “pensión” para las personas.
Porque los jóvenes tienen siempre esa pasión por la curiosidad y aprender, esto es algo natural.
Pero él lo dice en el sentido de que sean aprendices de por vida, que se sientan dueños de su educación.
Porque en un mundo en el que cambiará de trabajo y profesión varias veces, la automotivación para ser un aprendiz de por vida será primordial.
Obviamente, ya lo venimos experimentando en las organizaciones cómo ha cambiado la innovación tecnológica la naturaleza de procesos y métodos de trabajo, convirtiéndolos no en coto privado, sino en una red ordenada de conocimientos al que todos los miembros de equipos y departamentos de las organizaciones forman parte de ella.
Las empresas serán, según Friedman, plataformas que sintetizan y orquestan estos paquetes modulares para fabricar productos y servicios.
Un mercado laboral en el cual se podrá competir por un puesto aunque se viva en una zona rural, o se sea una ama de casa que quiere regresar a las funciones que hace tres o cuatro años estaba desarrollando en una empresa.
Pero que la pandemia le habrá permitido regresar a este puesto virtual gracias a este sistema modular de trabajo y conocimientos que es clave para comprender cómo estará configurada la fuerza laboral en el futuro y cómo deberán prepararse las empresas, pero sobre todo los empleados para competir por un puesto.
La formación online seguirá siendo básica para que organizaciones y personas, puedan aflorar juntos y con objetivos comunes mucho talento.
O sea, que nos enfrentamos a un mundo laboral de personas valoradas por sus habilidades más que por sus títulos, más cuando sabemos que habrá carreras que entre cinco a diez años, o habrán desaparecido, o se habrán tenido que transformar totalmente para ofrecer una formación acorde con la nueva realidad.
Nuestra conclusión desde la atalaya del liderazgo
Creemos que toda esta destrucción creativa que necesariamente ocurrirá, requerirá más que nunca una “revolución” en el liderazgo político a escala global.
Nuestra región europea de la que formamos parte no queda exenta a este requerimiento, pero muy especialmente a nivel local de la política española que ha quedado muy por debajo de las exigencias que una sociedad moderna y evolucionada como la española exigen.
No es el propósito de nuestra contribución de hoy buscar ni culpas ni culpables. Estamos contribuyendo, este es el gran desafío, a despejar todas las dudas – si podemos rebajar en algo el nivel de incertidumbre, mejor – a comprender e interpretar cómo deberemos actuar y cómo deberá liderarse este mundo futuro que está a la vuelta de la esquina.
Esto requiere que toda la destrucción creativa que hemos descrito y explicado más arriba, llegue e influya necesariamente en una clase política que está moviéndose en la superficie, pero no parece muy proclive en ir al fondo de las cuestiones que realmente deben preocuparnos: y dos de ellas las hemos descrito con claridad gracias a la réplica a Friedman, como son el mercado laboral y la educación.
Es tiempo en el cual no podemos ni debemos discutir si “son galgos o son podencos”, pero sí podríamos de una vez centrarnos en qué es lo que necesita la sociedad para el día de mañana, tan simple como eso, y menos echarnos culpa por pasados que ya son historia y necesariamente deben ser superados.
Los pueblos deben ser sagrados para los pueblos y los hombres y mujeres también para los hombres y mujeres.
Nada será más importante que la lección de haber superado la pandemia más severa y letal de la historia en cuanto a vidas humanas y destrucción de la economía a escalas desconocidas.
¡Para ello… mucho liderazgo efectivo! Mucha nobleza, entrega, empatía social, preocupación por los más vulnerables y especial visión del auténtico líder que ve más allá del horizonte, porque tenemos que pensar que esta frontera la vamos a cruzar muy pronto, en pocos meses, ¡y después qué!
Si no hay una mentalización a nivel de líderes políticos sobre la gravedad, al mismo tiempo que la gran oportunidad para salvar a dos o tres generaciones que se verán afectadas por la pandemia, si no se hacen las cosas como se debe, no sólo perjudicaremos la generación actual y dejaremos muy comprometidas las dos que nos sigan, sino que estaremos dejando un futuro mucho más incierto aún al que tenemos hoy.
De esto se trata. De visión sobre despejar el camino… abrir el camino… o no ser capaces de encontrar los senderos de expansión económica y social que las naciones modernas merecen.
José Luis Zunni es director de ecofin.es y vicepresidente de FORO Ecofin. Director de ECOFIN Business School y coordinador de ECOFIN Management & Leadership. Director del Centro de Liderazgo de la EEN (Escuela Europea de Negocios) y coordinador académico de la Red e Latam del grupo media-tics.com. Miembro de la Junta Directiva de Governance2014. Conferenciante. Ponente de Seminarios de Liderazgo y Management de la EEN y coordinador del FORO DE MANAGEMENT Y NUEVA ECONOMÍA DE LA EEN. Autor de ‘Inteligencia Emocional para la Gestión. Un nuevo liderazgo empresarial’, coautor de ‘Liderar es sencillo. Management & Liderazgo’ y coautor con Ximo Salas de ‘Leader’s time (Tiempo del líder)’
Antonio Alonso, presidente de la AEEN (Asociación Española de Escuela de Negocios) y secretario general de EUPHE (European Union of Private Higher Education).
Salvador Molina, presidente del Foro ECOFIN y consejero de Telemadrid