Los diarios en España se siguen haciendo con idéntico esquema de hace 25 años, con las mismas secciones, con las mismas portadas, en su mayor parte con noticias del día anterior. ¿Tiene algún sentido imprimir y distribuir con altísimos costes noticias que han sido machacadas por los telediarios de ayer, por la radio, por los digitales? Con frecuencia, lo único que se añade es un signo partidista, según el color político del medio, con buenas dosis de amarillismo, en muchos casos. Por eso, los medios tradicionales adolecen de escasa digitalización, en su mayor parte de llegan al 30% de facturación digital sobre facturación total, cuando bastantes medios europeos están por encima del 70%. La situación financiera de los principales grupos de medios españoles es sencillamente desastrosa, de quiebra encubierta. La transición digital requiere innovación sistemática, riesgo, tecnología, inversiones.
La pandemia de Covid-19 que ha asolado a las principales economías del mundo, con crisis sin precedentes de terrorífica hondura, además de miles de muertos en un desconcierto sanitario aterrador, ha llevado a los medios de todo el mundo a lograr cotas de audiencia muy brillantes, pero la publicidad se ha ido por el desagüe y el baño de tinta roja es un tsunami impredecible. Ante esto, muchas cabeceras están alumbrando un estallido de innovaciones, empezando a conformar un primer paso hacia el periodismo postpandemia. Estamos asistiendo a experimentos audaces, insólitos. Mencionaremos algunos: el New York Times puso a 40 personas a recopilar datos, mapas e interpretaciones, un equipo totalmente en remoto de colaboración a gran escala. Revisaban 268 periódicos locales cada día. Cuando las víctimas de Covid-19 alcanzaron los 100.000 en EEUU, decidieron publicar, en primera página y siguientes, los nombres y pequeñas biografías del 1% de los fallecidos, mil personas, para dar una idea visual de la pandemia.
Uno de los principales grupos de Brasil, RBS, apostó por el periodismo de soluciones, proporcionando consejos, guías, números e interpretaciones que su Gobierno no facilitaba.
El Wall Street Journal ofreció una barra de navegación bastante simple, con preguntas y respuestas, con un formato interactivo para dar espacio a los lectores, escucharles, fomentar una conversación sistemática con el público.
The Guardian ha logrado 200.000 nuevos lectores de pago durante la pandemia, configurando espacios digitales distribuidos para videopodcast y otras iniciativas.
En España, el 16 de junio, El País ha publicado un importante relevo: ha anunciado que Javier Moreno ha sido propuesto para sustituir en el cargo de director a Soledad Gallego-Díaz. En mi opinión (soy lector del diario desde su salida, además de una docena de los principales diarios del mundo, por razones profesionales) Soledad Gallego ha hecho una notable labor durante los dos años que se había comprometido al cargo, reposicionando el diario en su espacio tradicional de centroizquierda. La información internacional ha mejorado, ocupándose de espacios y temas menos habituales, pero muy significativos. Pero el diario, posiblemente el mejor diario en español en el mundo, sigue varado, encallado hasta el palo mayor, en los esquemas tradicionales totalmente sobrepasados. La información sobre tecnología y ciencia, el motor del mundo, está desperdigada, sin rumbo ni norte claro. Las cartas al director están a muchas millas de formar una conversación, por poner ejemplos. Una pena, porque el diario es una institución de primera en la proyección de la imagen y la influencia de España en América Latina y la cada día más amplia comunidad hispana.
Le va a sustituir el ingeniero químico Javier Moreno, “para culminar el proceso de transformación digital del periódico líder en habla hispana”, según publica la información del relevo. Javier Moreno ya fue durante más de ocho años director del diario, entre 2006 y 2014. Sin comentarios.