Nueva York es en estas horas el centro de la atención mundial sobre qué harán finalmente los líderes de todos los países que conforman Naciones Unidas y los millones de organizaciones que existen en el mundo que tienen de manera directa o indirecta, una responsabilidad en el irreversible (hasta ahora) proceso de cambio climático.
La Comunidad Científica frente a gobiernos y organizaciones mundiales poderosas. Pero la fuerza de la razón de la investigación científica terminará imponiéndose finalmente a la cerrazón de todos aquellos gobiernos, líderes u organizaciones, que tienen intereses económicos concretos en no reducir su cuota anual de contaminación al medio ambiente.
Es evidente que todo reajuste industrial y tecnológico del sistema económico, siempre ha tenido a lo largo de la historia costes tremendos. Pero lo que no podemos nega,r es que cuanto más dilaciones se provoquen de parte de esos líderes, instituciones y empresas, el coste económico terminará pasando una factura mayor a las generaciones presentes y de los próximos veinte años.
Las consecuencias para la salud humana y la indefensión frente a las catástrofes naturales cada vez más virulentas y frecuentes, estarán seriamente comprometidas.
Hay muchas de estas circunstancias, en temas de contaminación de ríos, desforestación, elevación del nivel de agua de los océanos, deshielos de los polos, entre los más significativos y peligrosos, que prácticamente si a partir de hoy se tomasen en serio la peligrosidad que implica no respetar el cambio climático y se aplicasen políticas drásticas, al menos si no se vuelve al nivel que teníamos en el planeta hace 30 años, se podrá evitar que se siga deteriorando a este ritmo desenfrenado. Se está poniendo en peligro nuestra especie humana. No es una exageración, porque está la evidencia científica que lo avala.
Cuando Greta Thunberg con sólo 16 años es la voz cantante en la Cumbre de Cambio Climático y Asamblea General de Naciones Unidas, es que algo está fallando (y no es pequeño) en el liderazgo de los líderes mundiales.
Pero no es la única vez que la voz de la consciencia ciudadana universal se materializa en las acciones que una activista mujer lleva a cabo. Han sido muchas, las que a lo largo de la historia del siglo XX, con los riesgos y sacrificios que sus actividades implicaban para sus respectivas vidas, a fin de que prevalezca y triunfe un bien mayor, coronaban su meta con las transformaciones sociales y/o legales que perseguían.
O sea, la dirigencia política y empresarial en todos los tiempos ha estado con un perfil bajo en cuanto a aquellos problemas y retos que las sociedades de su tiempo exigían.
Y esto está pasando hoy, pero es producto de la inoperancia e incompetencia, así como de conflictos de intereses en los que, por ejemplo, la industria petrolera y todos los productos derivados del “oro negro”, condicionan nuestra vida diaria y más allá de las facilidades que la tecnología nos brinda, debemos evitar que la misma termine siendo una isla de plástico en alguno de los océanos del globo.
Los discursos impactantes a veces duran pocos minutos. El de Greta Thunberg ha sido de escasamente dos, pero quedará durante años en las retinas y mentes de los presentes y los que hemos podido verlo a través de los diferentes canales de información. Era impactante, aunque lo que más provocaba, era simultáneamente indignación como vergüenza ajena, debido a la impotencia a que los líderes políticos mundiales nos tienen acostumbrados por su inmovilismo cuando existen razones poderosas que desconocemos, que les hacen reaccionar tarde, mal o nunca.
Greta Thunber es una voz de la sociedad civil sueca y mundial. Cuando dice y les recrimina a los líderes “vienen a nosotros, los jóvenes, buscando esperanza, ¡cómo se atreven!”, ¿hay forma más directa y clara de poner el dedo en la llaga? Pareciera que no. O cuando afirma que "han robado mis sueños y mi niñez con sus palabras huecas y sin embargo dicen que soy una de las favorecidas”, va más aún: está golpeando sus consciencias.
Porque una cosa es el error, la incompetencia, los intereses, etc., y otra muy diferente aquellas cuestiones que tienen que ver con la ética y la moral. Ahí es dónde Greta Thunberg ha pegado duro y en dónde más duele, aunque más se quiere disimular por parte de los transgresores.
Cuando se toma consciencia de lo que se está haciendo mal, es el momento en que esos líderes más rápido esperan que se olvide por parte de esa consciencia ciudadana que está muy reforzada en los últimos años gracias a la tecnología y las redes sociales.
Cuando “grita” a todos los líderes mundiales que "nos están fallando, pero los jóvenes están empezando a entender su traición. Si eligen fallarnos, yo les digo: nunca les perdonaremos”, quiera o no, está asumiendo una responsabilidad junto a toda la juventud del planeta, en obrar en consecuencia y que no todo este evento que se ha visto en todos los rincones de la tierra, quede en las mismas palabras vacías de las que ella acusa a dichos líderes políticos.
Cuando afirma que “estamos en el comienzo de una extinción masiva y todo de lo que podéis hablar es de dinero y de cuentos felices de crecimiento económico eterno ¿Cómo os atrevéis?", parece que nos afloran las voces de consciencias diversas científicas, literarias o políticas, como Bernard Shaw, Carl Sagan, Jacinto Benavente, John F. Kennedy, Aleksandr Solzhenitsyn, Lech Wałęsa, por citar algunos. O mujeres activistas relevantes como la nigeriana Chimamanda Ngozi, escritora y defensora de los derechos de las mujeres; la yemení Tawakkul Karman, que fue premio Nobel de la Paz en 2011 y se ha convertido en una emblemática luchadora por los derechos de las mujeres en el mundo árabe; la china Wu Rongrong, que tuvo que permanecer en prisión más de un mes por planear una iniciativa en contra del acoso sexual; sólo es una ínfima estadística de lo que significa el sacrificio que las mujeres vienen haciendo por las grandes causes sociales de la humanidad.
Es de esperar que los líderes políticos y empresariales de las principales organizaciones del mundo, hagan un examen de consciencia a través de las palabras de Greta Thunberg.
No son menos impactantes que aquellas que decía Carl Sagan cuando recriminaba a la Comunidad Internacional, en concreto a las dos potencias nucleares mundiales más importantes como Estado Unidos y Rusia, en que “se habían enzarzado en una guerra por el desarrollo nuclear con cada vez más poder destructivo”. También afirmaba que a pesar de los Tratados Salt I y Salt II, seguían existiendo en el mundo una cantidad obscena de ojivas nucleares (citaba en el orden de 50.000).
¿Y todo ese desarrollo y carrera nuclear durante las últimas cinco décadas, no creen que ha tenido algo que ver con el cambio climático? ¡Pues claro que sí! Sin duda ha tenido una importante cuota de responsabilidad en que hoy queramos golpearnos las consciencias. Jugaron con materiales radioactivos altamente nocivos para la vida humana y hacían pruebas de detonación de bombas atómicas y de hidrógeno en el Pacífico Sur, con lo que ello supone para la vida de miles de especies.
Pero ¿sabemos realmente las armas nucleares que hay? ¿Estamos tranquilos y seguros con que la Sexta Flota esté en el Estrecho de Ormuz vigilando de cerca los movimientos que incluso con drones, pueden ser altamente destructivos por las consecuencias que esto traería aparejado en un supuesto enfrentamiento con el régimen de los Ayatolas?
Greta Thunberg ha tomado el testigo de muchas de estas voces (no una sola) de la consciencia colectiva mundial, con las limitaciones que aún su corta vida le condiciona, pero es muy válida y de gran coraje su posición, sacrificio y acción que está llevando a cabo. Esperemos por el bien de nuestra especie, que no caigan en el vacío una vez más.