La primera era de la publicidad digital se basaba en el simple sistema de insertar anuncios en páginas web, sin saber muy bien quién visitaba la web o quién visitaba al anunciante. La segunda era se sofisticó... demasiado. No hace falta explicar por qué tal vez no eran necesarios tantos detalles sobre quién visitaba la web o quién visitaba al anunciante. Ahora llega una tercera era que busca desligarse de las cookies en la medida de lo posible, pero sin renunciar a saber qué sucede con cada usuario. Y, para ello, nada mejor que recurrir a los sentimientos, esos que tan bien han funcionado con las noticias falsas y que tan bien le están funcionando a los políticos extremistas. Pero esto ni es mentira ni es peligroso para la democracia: simplemente es innovador.
El diario 'The New York Times' está probando con cierto éxito el llamado 'Project Feels', que hasta ahora ha generado 30 millones de impresiones en 50 campañas publicitarias. Se trata de un sistema que categoriza los contenidos que publica el periódico en su web según 18 emociones que puede despertar cada pieza en quien las lee. Con esos datos en la mano, ubica junto a cada pieza una determinada publicidad, asimismo categorizada según emociones. La lógica del sistema se basa en que si un artículo nos hace sentirnos optimistas, un anuncio de un producto optimista por su propia naturaleza podrá obtener mayor atención -y por ende probabilidad de transacción exitosa- si se sitúa junto a él.
El sistema no es rudimentario en absoluto, ya que detrás tiene enormes dosis de ciencias de la información (análisis de contenidos), inteligencia artificial (para automatizar los procesos) y algoritmos que lo gestionan y analizan para pulirlo. Los usuarios, por ello, no se enteran de nada: simplemente leen un artículo y visualizan un banner publicitario. Exactamente igual que ahora, pero con la diferencia de que el banner en cuestión no se basa en su historial de navegación o en el análisis de las apps que haya abierto en su teléfono móvil: se basan en lo que potencialmente va a sentir al leer el artículo. Pero no hay nadie en su cerebro para comprobarlo, por suerte.
De hecho, los usuarios han sido de gran ayuda para desarrollar 'Project Feels'. El diario neoyorquino pidió a un grupo de voluntarios la elaboración de una lista con emociones que sentían cada vez que leían una muestra de artículos y contenidos del periódico. Con estos datos y tecnología, 'The New York Times' creó una lista definitiva de 18 emociones, además de las compatibilidades e incompatibilidades entre ellas. A saber: optimista, inspirado, divertido, seguro de sí mismo, aventurero, amor, con ganas de gastar dinero, tristeza, aburrimiento, interesante, odio, temor, esperanza, felicidad, nostalgia, competitividad, indulgencia o informado. Solo 4 etiquetas son negativas, ya que estamos hablando de publicidad, ciertamente incompatible con las emociones negativas si se busca una exitosa transacción. Aunque se ha demostrado que la negatividad también funciona (que se lo digan a esos extremistas de los que hablábamos).
Uno de los miedos que existen en esta simbiosis del contenido periodístico y los anuncios es que la publicidad pueda influir en el comportamiento editorial de los medios. 'The New York Times' lo tuvo en cuenta, ante el riesgo de que para contentar a este modelo sus historias pudieran volverse más emocionales. Sin embargo, detectó que la mayoría de los contenidos que publica ya eran emocionales antes de implementar el sistema, y en cualquier caso a ningún periodista se le obliga a reorientar sus historias para que encajen con un determinado anunciante.
'Project Feels' es innovador, pero no único. De hecho, existen precedentes en la conjunción de sentimientos y publicidad. La cadena estadounidense 'ESPN' es capaz de orientar anuncios dependiendo de si el equipo del espectador va ganando o perdiendo. El diario 'USA Today' clasifica contenidos según el estado de ánimo que evocarán en los lectores. Y la plataforma de música en streaming Spotify también inserta anuncios relacionados con el estado de ánimo que induce en cada usuario en función de las canciones que está escuchando. No sabemos si será bueno, malo o menos malo que a partir de ahora, las galletitas dejen paso a nuestros sentimientos. Lo único que sabemos es que ya es real.