Un informe de la Sociedad Civil de Autores Multimedia (SCAM) realizado a partir de 3.700 entrevistas a periodistas y profesionales de la comunicación revela un desolador panorama para las redacciones francesas, que califica de "extremadamente preocupante". No es el primero que publica, pues ya en 2013 elaboró uno parecido. Pero es precisamente por eso por lo que se observa cómo a profesión se está degradando de forma preocupante, máxime cuando hablamos de la misma Francia sometida al envite de los 'chalecos amarillos' por algo tan inicialmente simple como subir el precio del carburante. Lo de después es otra cosa, eso sí.
El informe de la SCAM revela que desde 2013 hay un 10 % menos de periodistas en empleos estables. En aquel entonces, en plena crisis económica, el 52 % de los periodistas franceses tenían un contrato indefinido. En la actualidad son el 42 %. A ello se une que cada vez más periodistas tienen contratos intermitentes, otros tantos han decidido emprender para encontrar una salida laboral y que hay cada vez más profesionales viviendo de lo que les generan los derechos de autor, por lo general mucho menos solvente que cualquier salario.
Al respecto de los salarios, el periodismo francés acusa los mismos problemas que el observado en otros países de su entorno. Según la encuesta de SCAM, el 11 % de los periodistas cobra menos del salario mínimo, que en Francia asciende a 18.254 euros anuales (alrededor de 1.500 euros mensuales en 12 pagas). El 28 % de los periodistas no llega a 20.000 euros. Y estos dos ejemplos son los que tienen un buen contrato: entre los precarios hay un 23 % que cobra menos del salario mínimo y otro 51 % que cobra menos de 20.000 euros anuales. Las mujeres (15 %) sufren más que los hombres (8 %) el cobrar menos del salario mínimo.
En cualquier caso, un buen contrato y un buen salario no aseguran en Francia unas condiciones laborales adecuadas, según explica Hervé Rony, director general de la SCAM. "Todos los permanentes están sujetos a condiciones de trabajo extremadamente duras: horarios extensos, estrés, falta de posibilidad de trabajar sobre el terreno o de consultar sus informaciones...". El resultado es una permanente sensación de incomodidad en las redacciones, un mal generalizado entre la profesión, y no solo en Francia. Aunque en el país galo "el periodismo era una profesión que estaba bastante protegida históricamente gracias a un buen convenio colectivo y a que había basado su modelo en uno de asalariados con contratos permanentes", añade Rony. "Muchos periodistas se preguntan ahora hasta qué punto son libres para escribir sus artículos y hasta qué punto son meros intérpretes o ejecutantes no tanto desde el punto de vista de censura política, cuanto desde el punto de las condiciones laborales".