Ha sido acorralado por sus propios usuarios, ha recorrido parlamentos para explicar a enfurecidos políticos por qué la democracia se les iba de las manos y ha tenido que justificarse ante anunciantes, inversores y opinión pública: Mark Zuckerberg tuvo un 2018 de lo más convulso por culpa de las noticias falsas que desde dos años antes, que sepamos, la tomaron con (o se aliaron con) Facebook para intoxicar a sus usuarios con objetivos partidistas. Ahora, y tras ver seriamente amenazado un negocio cada vez más cuestionado por su peculiar forma de tener en cuenta la privacidad, Zuckerberg ha decidido tratar de salvar su multimillonaria empresa a toda costa. Aunque ello implique cambiarla para siempre.
En una carta publicada en su propio perfil de Facebook, el joven empresario ha desvelado sus planes de convertir a la red social en una "plataforma de comunicaciones centrada en la privacidad". El modelo a seguir es WhatsApp, la aplicación de mensajería instantánea que compró en 2014, "lo que sería el equivalente digital de un salón".
La apuesta de Zuckerberg se basaría en seis pilares: interacciones privadas, encriptación, reducción de la vida de los mensajes, seguridad, interoperabilidad y almacenamiento seguro de los datos. Una revolución para una red social que adolece de todo eso: en Facebook casi todo es público, los mensajes quedan para la posteridad, la seguridad es más que cuestionable, es un entorno cerrado que lucha por cerrarse aún más y los datos que aloja están a merced de cualquier empresa o espabilado de turno que quiera acceder a ellos. De ahí que el propio Zuckerberg asuma "que mucha gente piense que Facebook no puede o no quiere construir este tipo de plataforma centrada en la privacidad porque a día de hoy no tenemos una buena reputación como constructores de servicios de privacidad e históricamente nos hemos centrado en herramientas para compartir", según reconoce en su carta.
Sin embargo, el plan de Zuckerberg para Facebook es toda una incógnita, aunque en cualquier caso llegaría "en los próximos años". En primer lugar, porque la actual Facebook no sabe muy bien cuál es su papel: las interacciones privadas están en WhatsApp, el concepto de red social originario de compartir momentos con amigos y familiares está en Instagram y el hub de contenidos de marcas, medios y empresas en que se convirtió la plataforma ha quedado en un segundo plano tras el cambio de algoritmo que buscaba responder al escándalo de Cambridge Analytica. Todo ello en medio de los planes por mejorar el papel de Facebook como plataforma de vídeo y de gaming, entre otros movimientos.
La carta de Zuckerberg, sin embargo, también demuestra que tanto él como su empresa, a pesar del tamaño adquirido en su breve vida, siguen pensando como una startup. De ahí que no les tiemble el pulso a la hora de replantear el negocio de arriba abajo si la ocasión así lo requiere. Algo que puede permitirse quien maneja más de 2.000 millones de perfiles en su negocio principal y más de 1.000 millones tanto en WhatsApp como en Instagram. A ello se suman enormes reservas de efectivo para entrar en nuevos negocios si la cosa se pone fea. Ya se pusieron muy feas en 2018, así que este cambio, al menos, no requerirá el desembolso inmediato de dinero para comprar algún competidor. Pero tampoco puede tumbarse a la bartola, porque precisamente por haberlo hecho durante los últimos y frenéticos años, su invento ha empezado a hacer aguas. Ahora quiere reflotarlo. Y seguramente lo conseguirá.