Durante su carrera de más de 15 años, ayudó a miles de líderes en todo el mundo a ser más conscientes de sí mismos y exitosos. Ha ayudado a directivos y empresas de todos los sectores incluyendo algunas de la lista Fortune 100, tales como T-Mobile, KPMG, Walmart, Vail Resorts y HCA Healthcare.
Su pensamiento y técnica son una auténtica bocanada de aire fresco en el panorama del estudio del comportamiento de las emociones, muy especialmente el ámbito del autoconocimiento y de toma de consciencia de quiénes somos y por qué actuamos como lo hacemos. Cuando afirma que “si dedicamos demasiado tiempo a analizar lo que hay en nuestro espejo retrovisor, seguramente nos estrellaremos contra un poste de luz”, nos está advirtiendo de cuánto pesan en nuestras vidas algunas acciones del pasado de las cuales nos arrepentimos, al mismo tiempo que nos están siendo una carga muy difícil de llevar como para mirar hacia delante y seguir nuestro camino.
Este es el punto crucial en el cual las personas tienen que ser conscientes del necesario cambio que deben realizar en sus vidas. Pero no necesariamente todas reaccionan igual en darse cuenta cuál es el momento…cuál la oportunidad, que en una gran mayoría de casos (lamentablemente), se dejan pasar, ya sea por temor, sentirse poco preparado para afrontar el reto, etc.
De ahí que tener una mejor autoconciencia es la llave a poder tomar decisiones tanto oportunas como correctas. Respecto a la autoconciencia dice que “es la capacidad de vernos a nosotros mismos con claridad, de entender quiénes somos, cómo nos ven los demás y cómo encajamos en el mundo”, dándole tanta importancia a comprender quiénes somos como cuál es nuestra sensación (positiva o negativa) de nuestro proceso de adaptación al entorno, casi siempre hostil.
Un aspecto central de su visión respecto a la autoconsciencia es su rotundidad en aseverar que “nos da poder, no siempre nos gusta lo que vemos, pero nos reconforta conocernos a nosotros mismos y en realidad hay un montón de investigaciones que demuestran que las personas conscientes de sí mismas están más satisfechas, tienen relaciones más sólidas, son más creativas, confiables y mejores comunicadoras”.
Eurich cree (coincidimos al 150%) que las personas que logran un buen nivel de autoconocimiento es “menos probable que mientan, engañen y roben. Se desempeñan mejor en el trabajo y es más probable que sean promocionados, y en el caso de que sean líderes, serán más efectivos con empresas más rentables”.
Después de muchísimas horas de investigación, entrevistas en profundidad y el análisis de todos los estudios más relevantes hasta la fecha, encontraron que de cientos y cientos de personas que habían participado en el estudio, sólo fueron 50 individuos los que cumplieron con los criterios que exigía el análisis para que los resultados fueran próximos a la realidad. Pero sorprendentemente no encontraron ningún patrón siquiera similar, ya sea por industria, edad, género ni ninguna otra característica demográfica.
La metodología era simple
Eurich y su equipo, llevaron a cabo un estudio muy sencillo, en el cual relacionaban la introspección con factores tales como la felicidad, el estrés y la satisfacción laboral.
Naturalmente, las personas que practicaban la introspección, se suponía que estarían en mejores condiciones que los que no la hacían. Pero los datos de la investigación contaron la historia exactamente opuesta.
Las personas que practicaban la introspección estaban más estresadas y deprimidas, menos satisfechas con sus trabajos y sus relaciones. Tenían un menor control de sus vidas.
Pero lo que sorprende a los investigadores que Eurich lideraba, y esto les producía gran confusión, era que las consecuencias negativas aumentan cuanto más practicaban la introspección. O sea, que las personas que en su creencia que se hacían un bien haciendo introspección, terminaban en situaciones emocionales peores al momento en el cual habían decidido mirarse hacia su interior.
Eurich lanza su pensamiento bomba que da título a nuestra aportación de hoy: “Esta es la realidad: pensar en nosotros mismos no está relacionado con conocernos a nosotros mismos”. ¿Y a qué se debe esta situación curiosa y desconcertante que se produce? A que cuando pensamos en determinadas circunstancias y situaciones que nos suceden, nos surge la pregunta más elemental que siempre nos hacemos al practicar la introspección: ¿por qué?
Ese eterno victimismo que cada uno de nosotros debe combatir con todas sus fuerzas, a fin de no quedar atrapado en la tela de araña en la cual miremos nuevamente por el espejo retrovisor en vez de dar el pertinente salto adelante.
Eurich cree (y este es otro aspecto fundamental de su tesis) que desafortunadamente, cuando preguntamos “¿por qué?”, la sola formulación no nos guía hacia la verdad sobre nosotros mismos. Por el contrario, nos alejará de ella.
Son muchas las razones por las que se da esta situación en nuestra conducta diaria, pero Eurich señala principalmente dos:
- La primera razón por la que no deberíamos preguntarnos por qué, tiene que ver con el descubrimiento que han hecho los investigadores, respecto a que no importa cuánto nos esforcemos, porque no podremos profundizar nuestros pensamientos, sentimientos y motivos inconscientes, de la manera que nos gustaría que fuese.
- La segunda de ella, es que debido a que mucho está oculto en nuestra conciencia, terminamos inventando respuestas que se sienten (se perciben) como verdaderas, pero en realidad a menudo están muy equivocadas.
De ahí que Eurich sugiere (esta es su sencilla pero importante contribución) que en vez del “¿por qué?” preguntemos ¿”qué?”, para eliminar ese victimismo, con frecuencia inconsciente que nos invade. De esta forma, ante un reto, o frente a una situación de crisis, en vez de decir “¿por qué esto me ha sucedido a mí nuevamente?”, se diga “qué es lo que tengo que hacer para poder controlar la situación?”.
En vez de tratar de averiguar en nuestra mente buscando la respuesta a un por qué, es más efectivo decidir qué hacer, lo que implica la inmediata acción que está predeterminada por nuestra actitud frente a la vida. Lo que configura nuestra conducta, en definitiva, lo que describe tal cual es nuestro carácter.