Obama ganó la presidencia de Estados Unidos utilizando las redes sociales de forma pionera. El equipo electoral del entonces desconocido candidato utilizó a ciegas las herramientas on-line, en una forma de populismo de “boca a oído”, que se repicó en el mundo físico. Su forma de trabajo es hoy objeto de estudio.
Nadie daba un duro por Barack Obama, el candidato demócrata negro de Chicago, y se habría quedado en el anonimato mundial sin la visionaria Rahaf Harfoush, responsable de su campaña de comunicación online. Harfoush aplicó la máxima de que la información recibida por amigos o familiares tiene más fuerza que la generada por los creadores de una campaña electoral. Lo hizo con la filosofía de balsa de aceite a través de voluntarios que fueron implicados en la campaña. Los eligieron entre los más entusiastas de las redes sociales.
El resultado fue que se lanzaron más de 1.000 millones de mensajes por correo electrónico de forma segmentada por edad, sexo o estado civil. Obama tuvo tres millones de amigos en Facebook y un millón en MySpace. Se crearon dos millones de perfiles, y hubo 35.000 grupos de voluntarios y 400.000 blogs. Se colgaron 1.824 videos en YouTube, que tuvieron más de 20 millones de vistas. Un mareo de cifras que suma y sigue.
El equipo tejió una red popular piramidal en el mundo 2.0. Para hacerlo trataron las herramientas online como las tradicionales, y lo hicieron a ciegas porque carecían de precedentes. Primero se hizo la marca Obama, con colores y logotipo, basándose en la idea de que el candidato podía cambiar la vida de todos los ciudadanos. Luego pidieron pequeñas donaciones de 25, 50 o 100 dólares, casi “de puerta a puerta”. La respuesta fue masiva. Sumaron 700 millones de dólares, y 150 los lograron a través de Internet. Una parte fue donada por personas sin apenas recursos, lo que cohesionó más a sus seguidores. McCain recaudó la mitad que Obama.