La #GoogleWalkout ha sido una protesta que pone contra las cuerdas a una compañía que hasta ahora no conocía la rebelión de sus empleados. Desde que naciera como empresa, en 1998, Google ha sido un paraíso para los trabajadores: comida sana gratis, libertad para estructurar la jornada, oficinas respetuosas, espacios de resarcimiento, zonas verdes y una cultura empresarial de nuevo cuño que se unía a buenos salarios, buenas condiciones laborales y posibilidad de crecimiento profesional, con lo que implica para el personal. Probablemente siga siendo así, pero las máculas empiezan a aflorar.
La que ha actuado como detonante ha sido el caso de Andy Rubin, uno de los creadores de Android. Rubin fue vicepresidente de ingeniería de Google hasta 2014, cuando se anunció su salida de la compañía sin mayores explicaciones, algo que hizo como un héroe que había conseguido situar a Google en la mayoría de los móviles del planeta. Lo que no se dijo, y que ahora ha publicado 'The New York Times', es que Google supuestamente pagó 90 millones de dólares a Rubin a cambio de abandonar la compañía. ¿La razón? La acusación de una empleada de haberla obligado a practicarle sexo oral en una habitación de hotel en 2013. Al parecer, y siempre según el diario neoyorquino, la empleada denunció el supuesto comportamiento de Rubin ante el departamento de recursos humanos de la compañía, quien lo consideró creíble.
'The New York Times' también ha publicado que Rubin mantuvo una relación consentida con una compañera del equipo de Android en 2011, pero violó las normas de la compañía al no comunicárselo al departamento de personal. El diario también habla de supuestas relaciones extramatrimoniales de Andy Rubin en las que mantenía con ellas una posición de "propiedad".
El escándalo desatado con estas publicaciones llevó a Sundar Pichai, CEO de la compañía, a enviar una carta a todos los empleados de Google destacando su tolerancia cero con estos comportamientos y las medidas adoptadas en los últimos años para atajarlos, entre ellas el despido de casi medio centenar de empleados supuestamente involucrados en casos de acoso sexual. La carta ni aclaraba ni desmentía las informaciones del 'New York Times'. Y los empleados reaccionaron con la histórica protesta.
En la #GoogleWalkout han participado empleados de 79 oficinas de la compañía, entre ellas las de San Francisco, Nueva York, Dublín, Londres, Singapur, Tokio o Berlín. Se desconoce el número exacto de empleados que han abandonado sus puestos de trabajo para emprender la marcha, pero algunos medios han publicado que solo en la protesta de Nueva York había 3.000 empleados. Otros 1.500 habrían salido en San Francisco.
Durante las protestas se han podido ver pancartas con mensajes reivindicativos, entre ellos 'Time's Up Tech', que será el utilizado a modo de #MeToo para denunciar el acoso sexual en el sector tecnológico. Algunas empleadas aprovecharon las protestas para denunciar públicamente comportamientos que supuestamente han padecido.
La protesta se resumía en cinco puntos: "El fin del arbitraje forzoso en casos de acoso y discriminación", "un compromiso para poner fin a la desigualdad salarial y las oportunidades" (solo el 30% de los empleados de Google son mujeres y en 2017 se acusó formalmente a la compañía de pagarlas menos que a los hombres), "un informe de transparencia de acoso sexual que sea divulgado públicamente", "un proceso claro, uniforme e inclusivo a nivel mundial para denunciar la conducta sexual inapropiada de forma segura y anónima", y "promover que la directora de diversidad responda directamente al CEO de Google y que se le permita hacer recomendaciones directamente a la junta directiva, así como designar a un representante de los empleados dentro de la junta".
Google ha reaccionado bien a la protesta. De hecho, el propio Sundar Pichai envió una declaración a los empleados asegurando que "tendrán el apoyo que necesita si desean participar", así como destacando el "extraordinario valor de las mujeres que han decidido dar este paso adelante". También se ha comprometido a recoger el guante y buscar "cómo podemos mejorar nuestras políticas y nuestros procesos en el futuro". "Estamos recibiendo todos sus comentarios para que podamos convertir estas ideas en acciones", ha explicado.
Sin embargo, la #GoogleWalkout no es la primera rebelión de los empleados de la compañía. De hecho, es un capítulo más en una lista que crece por momentos, especialmente en los últimos meses.
El primero fue el despido, en agosto de 2017, de James Damore después de que publicara un manifiesto sobre diversidad en el que acusaba a la compañía de discriminar sistemáticamente a hombres blancos de ideas conservadoras. Aportó un documento de 160 páginas con capturas de pantalla de foros internos que trataban de demostrar la acusación. El despido y el caso en general se dirime ahora en Tribunales.
Más mediático y cohesionado fue el forzado abandono del Proyecto Maven, la colaboración de Google con el gobierno de los Estados Unidos para desarrollar drones de uso militar dotados de inteligencia artificial. Los empleados de la compañía se negaron a prestar sus conocimientos para crear máquinas de guerra autómatas. La realidad, según Google, es que se trataba de una colaboración de 18 meses de duración que buscaba proporcionar tecnología para el reconocimiento y análisis de imágenes por parte de drones militares. Una docena de empleados llegó a presentar su dimisión, mientras que cientos de ellos protestaron abiertamente, poniendo en jaque la propia imagen de una compañía cuyo lema durante años fue "Don't be evil": no seas malo. Google terminó anunciando que no volverá a concurrir a concursos para colaborar con el Pentágono. También publicó una serie de principios éticos para el uso de la Inteligencia Artificial.
Pero poco duró la tranquilidad. Hace unas semanas, se hicieron públicos los supuestos planes de Google para volver a China como buscador ocho años después de haber abandonado el gigante asiático por no estar dispuesta a doblegarse a la censura. El proyecto se llamaría 'Dragonfly'... y esta vez sí habría censura a cambio de llegar a los 800 millones de potenciales usuarios que tendría el buscador. Entre los supuestos detalles que se hicieron públicos estaban la vinculación de las cuentas de usuario con su número de teléfono (lo que permitiría identificar a cada persona y conocer sus búsquedas), la prohibición de determinados términos de búsqueda e incluso la colaboración de empresas locales para externalizar algunas opciones, como los datos meteorológicos (se llegó a decir que los usuarios podrían terminar recibiendo información manipulada). La compañía no dijo nada al respecto, aunque es poco probable que termine aceptando los requisitos del Gobierno chino.
La pregunta es: ¿Qué pasaría si los empleados de Google terminasen haciendo una verdadera huelga? ¿Qué pasaría si durante un día o una semana se negasen a acudir a su puesto de trabajo? ¿Qué pasaría con Internet?