La alegría no sólo sucede y nos invade en determinadas situaciones. Lo que debemos procurar hacer es la búsqueda de la alegría (es una elección) cada día de nuestras vidas y mantenernos firmes con ese propósito de ser siempre alegres.
La escritora canadiense Gabrielle Roy (1909-1983) afirmaba que “Cuanto más rebosante de alegría esté el corazón…cuanto más se convierte en insaciable”.
También Marianne Wilhamson (1952) dice que “la alegría nos sucede cuando nos permitimos reconocer cuán buenas las cosas son”, en alusión directa a nuestra obsesión por la disconformidad y la crítica, porque nunca estamos satisfechos del todo, con nada de lo que nos rodea, tanto en el plano personal como profesional.
Descubre qué es lo que te produce alegría y entonces ve tras ella. Búscala afanosamente. No renuncies en esta elección que haces porque sientas dudas o miedos. Siempre existen…nos invaden… y florece la inseguridad que provoca que nos cuestionamos de manera injusta nuestra capacidad de autoconfianza.
¿Y para qué? Para finalmente renunciar y acomodarnos en nuestra zona de confort creyendo que es lo más seguro, a pesar de que estamos hipotecando ese sentimiento de alegría que sabemos está cerca de otra persona, en otro trabajo o en otra meta.
Cuando decimos que la alegría viene siempre después de un fuerte trauma o un dolor, no está lejos la imagen de la mujer dando a luz, porque el regocijo del hijo que nace es incomparable con cualquier sacrificio o sufrimiento que haya tenido que pasar esa madre.
Pero un nacimiento deja de ser una metáfora en cuanto al dolor y a continuación la alegría, para convertirse en un espejo en el que debemos mirarnos para aceptar el esfuerzo, el trabajo a pesar de que no estamos satisfechos, la lucha que llevamos en un momento determinado, porque sólo pensar que la travesía de desierto que estamos haciendo dejará paso a una época de felicidad construida sobre una cantidad de momentos alegres, nos reconforta y da fuerzas de seguir cumpliendo ese propósito que nos hemos fijado.
En alguna ocasión he hecho referencia a esa elección que debemos hacer cada día que se resume en “hoy elijo el menú de la alegría”. Determina y condiciona nuestra actitud para ese día, pero también para los subsiguientes porque nos vamos dando fuerza a la vez que confianza. Creemos en nosotros mismos porque nos sentimos bien. Sentirse bien es parte del sentimiento de la alegría.
El actor Johnny Depp afirma que “debes reírte tanto como respiras y amar todo lo que vivas”. No hay duda que no menciona la palabra alegría pero su descripción la clava totalmente.
Deja que tu alegría suba a la superficie. Que aparezca en tu rostro y que ilumine tu semblante.
¿Qué es lo que habitualmente entendemos por alegría? Es difícil explicarlo porque se trata de un sentimiento, que como tal se refleja en una emoción que muestra nuestro rostro, la forma en que nos movemos (incluso se dan saltos de alegría), las palabras que atinamos a decir o…a veces…ese espacio en blanco sin mencionar ni una sola…porque como suele decirse “nos quedamos boquiabiertas”, sin palabra alguna que salga por nuestra boca porque nuestra mente está atónita, impactada y cuesta reaccionar justamente por la emoción más o menos fuerte que hemos experimentado.
Una alegría en sí misma no determina nuestra condición de sentirnos felices. Pero si sabemos buscar todos aquellos momentos especiales en los que podremos expresar el sentimiento de alegría, administrando razonablemente bien nuestros días, a nivel personal y laboral, seremos capaces de ir marcando una tendencia que denote nuestro estado de felicidad. Porque la felicidad no es un ente que puede cuantificarse, sino que es una corriente habitual de sentimientos que se conjugan con nuestra conducta, con nuestra forma de ser, con lo que decimos siempre que es cómo nos conducimos en la vida.
Es evidente que una alegría es importante, pero más lo es concatenar de manera sucesiva todas las alegrías posibles que podamos darnos a cuerpo y mente para entrar en esa categoría de seres felices, que a veces no reparamos en que gozamos de la felicidad pero no nos damos cuenta de ello o que no queremos reconocerlo.
Cuando se exterioriza la alegría por actitudes tan simples como un gesto, es evidente que alivia la tensión de esos momentos previos, por ejemplo, de responsabilidad en nuestro puesto de trabajo, pero hemos sido notificados de una buena noticia al respecto, tal como los beneficios que ha dado nuestro departamento y en el cual hemos contribuido como uno más.
¿Puede decirse que la alegría forma parte del estado de ánimo? ¡Pues claro que sí! Pero nuestra actitud frente a lo que tenemos delante (trabajo, responsabilidad, retos, etc.) no depende de un momento de alegría sino de que tengamos la suficiente firmeza para que a pesar, por ejemplo, de la presión que implica la responsabilidad que tiene encomendado nuestro equipo de trabajo, se mantengan esos momentos de distensión gracias a una broma, un comentario o un recordatorio que hacen flotar alegría en el ambiente, o como diríamos de manera más coloquial, el buen rollo.
Nos sentimos satisfechos en el momento en que experimentamos la alegría, pero si la persona es por naturaleza alegre porque está siempre buscando la cara visible de la luna, entra en la categoría de personalidad que se siente llena no vacía. Plenitud de sentimientos positivos que se reflejan en los ojos, gestos, la tensión de los músculos de la cara, la manera en que nos quedamos de pie o nos sentamos, cómo nos movemos, etc. Son estos momentos de placer y de vida plena que van conformando el que se pueda ser más o menos feliz. Y la alegría es el ADN de nuestra felicidad como personas.