Llegamos un año más a las fiestas navideñas, época de necesario balance de cómo estamos cerrando el año, al mismo tiempo que de inevitables promesas y planes que nos hacemos para los próximos 365 días que están a la vuelta de la esquina.
Creo que la deuda que mantengo siempre con mis lectoras/esessostener con todas mis fuerzas (eso intento), que cada blog que vengo escribiendo en los últimos seis años, se convierta en un espacio útil de reflexión sobre las temáticas abordadas y personalidades a las que doy réplica.
Pero hoy apelo más que nunca a la imaginación. A un encuentro que tuve (que todos quisiéramos tener) con un espíritu joven y abierto, no contaminado por las codicias mundanas ni intereses que no sean más que llegar al corazón del lector de manera sincera y directa.
¿Ha sido verdad mi encuentro con una novel escritora o es sólo ficción? Uds. lo deciden, pero en todo caso, que sirva para explicar como hoy lo hago, en qué momentos nos viene la inspiración.
Una mujer que caminaba por la playa cara al mar y se decía así misma: “emocionalmente estoy afectada; mentalmente, estoy agotada; espiritualmente, me siento muerta; físicamente, aún sonrío”, si bien eran imperceptibles sus palabras por el bajo tono de voz, más pensamiento que expresiones, supe cuáles habían sido porque me lo dijo. Tenía la necesidad de confesar por qué estaba allí y un notorio interés en mantener una conversación con otra persona.
Esas palabras que cuántas veces nos las hemos dicho, en voz baja pero con firmeza, porque reflejaban nuestro estado emocional afectado por una circunstancia vivida o una secuencia de hechos que nos llevaron a ese tono débil espiritual.
¿Es que no nos ha sucedido alguna vez? ¿Es que podemos afirmar que jamás hemos sentido ese abatimiento espiritual que también nos quita la fuerza física como si nos sacaran sangre? Con frecuencia escondemos los sentimientos porque es difícil que otra persona los comprenda. Pero los sentimientoscambian…las memorias no. Nuestra memoria registra…puede perdonar…aunque no olvida.
No es infrecuente cometer un error de principiantes a pesar de la experiencia y golpes que da la vida. Por ejemplo, cuando creemos ingenuamente que la gente se preocupa por nosotros de la misma manera que lo hacemos por ellos. Si miramos con una lupa,finalmente encontraremos las dos o tres o quizás unas pocas personas más de nuestro núcleo más íntimo, personal (algunos pocos amigos) y familiar que siempre mantienen el mismo sentimiento hacia nosotros. Nos vaya bien o mal; hayamos discutido sobre una cuestión tan simple como a dónde vamos a ir el próximo puente o necesito que me eches una mano.En cuanto a estas personas que nunca fallan, nos debemos entregar al 100%; en cuanto a todas aquellas fuera de nuestras fronteras íntimas, nunca tomar decisiones firmes y permanentes sobre la base de sentimientos temporales o cabreos de un momento. Como se dice coloquialmente “contar hasta cien”.
La mujer anónima que paseaba en solitario era una escritora que aún no había finalizado su primera novela. Sabía que por más derrotada que se sintiese ese día (o esos últimos días), cuando a un escritor/a le gusta escribir, siempre habrá días en los que necesite más inspiración de una musa u otra fuente. Justamente, me decía esta mujer que cuando más hundida se sentía mejor inspiración le venía al cuerpo.Pero también más necesidad tenía de hablar con un extraño, porque es hablar en libertad. Porque la inspiración no es algo volátil o algo que se anhele, sino una parte integral de todo proceso creativo, el que incluye la escritura.
Esta joven necesitaba contrarrestar su mal momento espiritual con un poco de inspiración que proviniese de una fuente nueva, del contacto con ese extraño que para ella me había convertido y le estaba provocando algún recuerdo, ella misma me lo aseguró. ¿Por qué surgen esos recuerdos? La voz, la forma de hablar…de caminar, etc. Son innumerables las madejas de lana que están ahí en nuestra memoria y que en algún momento hay que tirar del hilo adecuado para que salgan y limpien las heridas de los sentimientos actuales, que en el caso de ella, le hacían andar por la playa uno y otro día con no más objetivo que estar en paz y sentir esa calma reparadora que se produce en nuestro interior.
A mí me sucede lo mismo, especialmente cuando estoy en un lugar público en el que hay mucha gente circulando, como un centro comercial, en el que me llaman tanto la atención los escaparates como el fluir de personas, conversaciones que se escuchan, risas, gritos, etc. A veces, estando sentado en una cafetería tomando notas, leyendo un libro, no puedes evitar escuchar una conversación de otras personas que las tienes en la mesa de al lado.
No sucede a propósito, pero con nuestra presencia de manera no intencionada lo hemos provocado: encontrar un diálogo, una expresión, unas risas, etc. que sirvan de inspiración o sencillamente que nos hagan transcurrir el momento.
Joseph Joubert (1754 -1824) fue un moralista y ensayista francés recordado sobre todo por sus “Pensamientos”, decía que "nunca escribas nada que no te dé un gran placer. La emoción se transfiere fácilmente del escritor al lector”. Y yo agrego, que cada día que escribo mi blog pretendo transferir toda la emoción también a mis lectoras/es porque tenemos la necesidad de compartir ese diálogo y experiencias de manera casi secreta y anónima, porque no les conozco pero les presiento. No puedo agradar a todos (sería una estupidez pensarlo) pero sí que presienta el respeto de todas y todos. Este es la mejor recompensa.
Margaret Atwood (1939) que es una destacada poeta, novelista, crítica literaria, profesora y activista política canadiense,define con sencillez la profesión de un novelista afirmando: “necesitas cierta cantidad de nervios para ser escritor". Coincido al 100%, porque tienes que emplearte a fondo como un atleta en los 1.500 m para que ese sentimiento llegue al lector. Las emociones y sentimientos se transmiten -justamente como dice Atwood- porque tenemos nervios que nos lo permiten.
Por eso Francis Bacon(1561-1626) que fue canciller de Inglaterra y un célebre filósofo, político, abogado y escritor inglés, padre del empirismo filosófico y científico, decía que“escribe los pensamientos del momento. Aquellos que vienen sin más, que nos son buscados, pero son los más valiosos". De ahí que la novel escritora de la playa tenía el presentimiento como a mí me ocurre en los espacio públicos, que algo de lo que veía y escuchaba (en este caso yo era el único actor) podía germinar en parte de la historia aún no escrita, pero que oportunamente encontraría espacio en las líneas y líneas que estaba escribiendo y de momento había interrumpido para dar el paseo por matutino.
¡Felices Fiestas y que todas y todos mis lectores tengan una fuente de inspiración permanente en 2018 para que haya suerte en sus tareas profesionales además de mucha salud!