La borrachera de información sobre Cataluña contribuye a que pase desapercibida una crisis en ciernes que puede ser muy dañina para la calidad de la información en una sociedad democrática. El periodismo de trinchera se ha adueñado de nuestra agonizante prensa y tal circunstancia no es un buen augurio sobre el futuro de los medios en estado de ruina. El panorama tras lo que se avecina no volverá a ser el mismo.
Los editores de prensa escrita han tenido un momento de lucidez en una mesa redonda organizada por la Federación de las Asociaciones de Prensa de España y la Fundación La Caixa. Estaban presentes Antonio Fernández-Galiano, presidente de Unidad Editorial, Luis Enríquez, consejero delegado de Vocento y Agustín Cordón, consejero delegado del Grupo Zeta. Los tres coincidieron en señalar que la próxima tempestad podría ser insoportable para las debilitadas estructuras de los grupos. "Ahora estamos en ciernes de una revolución del sistema publicitario, que va a tener una continuidad dramática en el futuro", ha alertado el presidente de 'El Mundo'. "El mercado de prensa en España es tremendamente pequeño y cualifica muy mal. No hay manera de sacar partido a nuestros productos", manifestó Fernández-Galiano. Las fusiones difícilmente serán una solución en este contexto. Más bien hay que esperar cierres en cadena.
"No creo que en España haya más de dos periódicos nacionales en cuatro años", dijo en Hay Festival Segovia el periodista Javier del Pino. Por ahí van los tiros.
En España se han identificado 2.963 medios de información digital activos, según datos de la Universidad Internacional de Andalucía. Cataluña es la comunidad que cuenta con más medios, 591, y esta exuberancia irracional seguramente tiene bastante que ver con la insurgencia del independentismo y el manejo del dinero público. En todos ellos, el pago por contenidos es todavía absolutamente minoritario. En un momento en el que se está frenando el fuerte aumento que había experimentado la publicidad digital en los últimos años, esta concurrencia de circunstancias sin duda será letal para muchos. El cierre del diario digital 'Bez' durante el verano nos da el signo de los tiempos. Perdió 498.000 euros en 2015, que aumentaron hasta los 934.000 euros un año después. El diario digital 'El Independiente' cumplió su primer año de vida el pasado 22 de septiembre. Su primer ejercicio cerró con unas pérdidas de 392.000 euros. Su audiencia está en unos escasos 737.000 usuarios únicos. Esta situación contrasta con el caso de 'El Confidencial', el digital de más éxito en nuestro país, que ha alcanzado un récord de audiencia de 11,9 millones de lectores, con unos ingresos de 11,3 millones de euros el año pasado. Sin embargo, su modelo de información en abierto en busca de audiencia masiva puede tener los pies de barro en un momento de ralentización de la publicidad digital. Está experimentando con el pago por contenidos, pero sin duda les va a costar un gran esfuerzo. En España solo 4 de cada 100 usuarios pagan por leer noticias en Internet, según el estudio "Navegantes en Red" de AIMC.
El pago por contenidos es la tabla de salvación y la meca de la información de calidad. Ya funciona de manera clara y probada en un montón de ejemplos: 'The Washington Post' supera los 1,2 millones de suscriptores digitales, muy cerca del registro de 'The Wall Street Journal'. 'The New York Times' está en unos envidiables 2,3 millones de suscriptores. 'Financial Times' tiene 666.000 suscriptores solo digitales. En Francia tenemos el éxito de Mediapart. En Holanda el ejemplo de 'De Correspondent'. 'The Guardian' tiene 200.000 socios digitales. Y en España 'eldiario.es' cuenta con 20.000 socios.
El pago por contenidos funciona, pero con una serie de requisitos que no cumplen, o cumplen escasamente, los principales medios de comunicación españoles. Muchos están en la inabarcable tarea de la cobertura diaria de las mismas noticias que todos tienen y mueren al segundo. La única diferencia es el periodismo de trinchera que ahora se ha disparado en España. Ese no es el camino para cobrar por contenidos. Los editores y los directores deberían hacer mucha más autocrítica.