La importancia de China en el desarrollo del sector tecnológico es indiscutible, algo que se hace patente con el episodio que acaba de abrir: prohibir en su territorio las Initial Coin Offerings (ICOs). Un mecanismo de financiación basado en blockchain que funciona a modo de crowdfunding, y en el que los inversores compran 'monedas' emitidas por la empresa que busca financiación con la esperanza de que su valor se vea apreciado si triunfa el negocio, como explica Enrique Dans en su blog. Sería la alternativa a una IPO (Initial Public Offering, oferta pública inicial de acciones), un método más restringido y regulado que el basado en criptomonedas. De ahí el movimiento chino de prohibir este nuevo sistema alegando que se trata de un medio ilegal de financiación que puede basarse muchas veces en estafas piramidales.
La diferencia entre una ICO y una IPO es el sistema legal que sustenta ambos modelos: en el primero, no existe regulación. En el segundo sí, lo cual proporciona además seguridad jurídica para los inversores, que en este caso se hacen con parte de la empresa. En el primer caso no posees nada: solo un código incluido en un token que te da derecho a reclamar una cantidad monetaria sobre el mismo en el futuro, al menos en la teoría. Porque el mundo de las criptomonedas es tan volátil como desconocido. Una burbuja a la que se están subiendo pequeños inversores de todo el mundo para intentar sacar tajada, a pesar del riesgo que representa. De hecho, el anuncio del gobierno chino sienta un precedente al respecto y ha hecho tambalearse la cotización de Bitcoin y Ethereum, las criptomonedas más populares, con importantes caídas durante una jornada de pánico ante las acciones que puedan llevar a cabo otros gobiernos.
El caso es que las ICOs se han convertido en una moda en el sector empresarial, especialmente entre startups que buscan financiación. Un informe de Goldman Sachs ha determinado que lo recaudado por la venta de tokens durante el primer trimestre de 2017 ha superado al total de lo invertido en capital de riesgo tradicional. Y China es clave para ese negocio, con casi 400 millones de dólares y más de 100.000 inversores involucrados en lo que llevamos de año. Ahora ha puesto coto a esta práctica como parte de un plan mucho mayor para frenar el auge de las criptomonedas como refugio ante la política monetaria estatal, lo que ha hecho de oro a un mercado que depende de China y de sus decisiones para demostrar si tiene futuro por sí mismo o si no es más que una quimera que arruinará a más de uno.