Tuve ocasión de volver a visionar el pasado fin de semana “The International: dinero en la sombra” (2009) dirigida por Tom Tykwer, en la que un agente de Interpol Louis Salinger(Clive Owen) y la Fiscal de Distrito de Manhattan EleanorWhitman(Naomi Watts) luchan desesperadamente y aún a riesgo de sus vidas, por llevar ante la Justicia a uno de los bancos más importantes del mundo. En mi aportación de hoy no me referiré al contenido y desarrollo del filme, porque vale la pena que lo vean cuando tengan ocasión, sino al mensaje que nos dejan sus protagonistas en algunas secuencias.
Cuando uno de los asesores del banquero bajo sospecha es detenido, en el interrogatorio que lleva a cabo el agente de interpol (Clive Owen), se encuentra con unas respuestas dignas de manual en las que más que justificar por qué actuaba el coronel Wilhelm Wexler(ArminMueller-Stahl),de la forma que lo había hecho, termina confesando de manera indirecta qué es lo que lleva a una persona a cometer determinados actos criminales. Que perfectamente pueden corresponder a diversos tipos de conductas de cualquier persona aunque no entren en la categoría de delincuentes.
Por ello, ante la reflexión que le hace el agente Salinger, por qué un hombre que había estado 30 años trabajando en la Stasi de la Alemania Oriental, se ganaba la vida asesorando a un Banco de Inversiones que se ocupaba de blanquear dinero, traficar con armas, etc. Era lógica la pregunta ya que ese puesto justamente se oponía a todo lo que había defendido desde su posición en el partido comunista. Su respuesta impacta al afirmar que“es más fácil conservar la integridad que recuperarla. No podemos controlar los avatares que nos depara la vida…ocurren sin que te des cuenta y una vez que suceden…te llevan a hacer otras cosas. Hasta que al final todo queda entre tu persona y el hombre que querías ser”.
Cuántas veces vemos en la terrible corrupción política que nos asecha (mal de la época y por cierto, no exclusiva de España), carreras profesionales intachables que parecía lo tenían todo, desmoronarse teniendo que rendir cuentas en un juzgado, porque como decía este coronel retirado y ahora perteneciente al mundo financiero, cuando la integridad se ha perdido es casi imposible la vuelta atrás. Que ese hombre al que él se refiere que cuando se compara con el hombre que quería ser (los sueños que tenemos en la vida) y se da cuenta que no tiene nada en común, que es otra persona, que no hay vuelta atrás, es un buen espejo del mensaje que nos da el filme y que ojo al dato: a cualquiera nos puede suceder porque la tentación siempre existe.
El agente Salinger le responde inmediatamente y de manera agresiva como para que se diera cuenta del error que había cometido: “Ud. tomó una elección”. A continuación le dice: “a veces el hombre encuentra su destino en el camino que tomó para evitarlo”.
El mensaje no deja de ser más desolador, ya que nos habla de que a pesar de las correcciones de rumbo que hayamos hecho en la vida, por ejemplo, porque no nos gustaba un determinado trabajo, o el trato que recibíamos, finalmente encontramos un destino que no buscamos gracias a querer evitar una meta que no queremos. ¿Por qué es desolador? Porque deja sólo en manos del destino lo que puede o no sucedernos. En realidad, aquel dicho coloquial de que el 50% depende de uno y el otro cincuenta de la suerte, parece que toma forma desde esta perspectiva en la cual no tenemos mucho poder para controlar más que algunas cosas en nuestra existencia.
Mi visión de la cosa es algo más positiva, ya que creo que escribimos a diario nuestro propio destino. Estamos día a día firmando como un contrato según sea nuestra actitud y comportamiento.
Algunas veces en la vida cometemos el error de darles a algunas personas, el lugar que nunca hubieran merecido. Es cierto, pero no por ello quiere decir que estamos en un camino equivocado hacia un destino que no queremos. Los avatares sí existen y nos impactan, pero como le explica el viejo funcionario de la Stasi de la República Democrática Alemana, la cuestión estriba en que el hombre que queremos ser no se distancie demasiado del que realmente somos. Hombres y mujeres tenemos ideales, pero el desajuste entre ambiciones, esperanzas e ilusiones a través del mecanismo del imparable destino que nos depara la vida, con las que realmente nos afectan, dependerá en gran parte de nuestra responsabilidad, autoconsciencia, actitud, determinación y carácter.
Leía recientemente un apunte anónimo que decía: la vida tiene dos reglas, siendo la primera nunca darse por vencido y la segunda recordar siempre la primera. Exceso de pragmatismo, pero muy real en cuanto a poder tener algún protagonismo en ese camino y destino que nos trazamos.
No hay que obsesionarse y esperar el momento perfecto, porque generalmente nunca llega. Lo que debemos hacer es vivir cada instante y tratar de convertirlo en perfecto. Como bien señalaba Confucio, “nuestra mayor gloria no es no habernos caído nunca…sino haber sabido levantarnos cada vez que caíamos”.
Cuando Salinger invoca al camino que nos lleva a un destino no esperado, debemos recordar que nada nos mantiene inmóviles más que nuestras propias inseguridades. Que además existen dos tipos de dolores:los que nos afectan y aquellos que nos cambian.
El ex coronel de la Stasi habla del hombre que queríamos ser y en el que finalmente nos convertimos. Esto se debe también a un mal endémico muy habitual en los tiempos que corren, especialmente en el ámbito político, como es la pérdida de perspectiva.
Esta pérdida es evidente que se produce. Porque en la propia naturaleza humana cada día nos parece igual al anterior, que nada cambia, pero al cabo de un tiempo, mirando atrás, las cosas que hacíamos, los lugares donde íbamos, las personas que frecuentábamos, etc., todo o gran parte de estas situaciones no se dan igual porque el cambio sí ha sucedido aunque no lo hayamos notado.