El mundo se transforma desde la tecnología, pero se reinventa desde las personas. Parece una verdad de Pero Grullo; pero permeabilizar esta idea cuesta tanto en las reuniones con los más tekkies de las startups, como en las reuniones de alta dirección, donde sólo parecen buscar hackers y niños prodigios superdotados.
El mundo se transforma desde la tecnología, pero se reinventa desde las personas. Parece una verdad de Pero Grullo; pero permeabilizar esta idea cuesta tanto en las reuniones con los más tekkies de las startups, como en las reuniones de alta dirección, donde sólo parecen buscar hackers y niños prodigios superdotados.
Serás parte del éxito, si eres parte del cambio. Y la transformación de las organizaciones hacia la economía digital comienza en el cambio interior de sus directivos. Pareciera que cada vez que nos referimos al campo de la psicología, sin darnos cuenta estamos contextualizando un ámbito en el que presuponemos la existencia de un problema que exige ser tratado por profesionales.
La revolución digital derrapa a la velocidad del cambio de las nuevas tecnologías. Por ello, nos exige en todos los campos del conocimiento y en la dirección de equipos, personas y talento. Nada puede quedar exento a los procesos de cambio. Y la psicología personal y de grupo tiene que ir acomodándose a exigencias reales que se dan a diario en las organizaciones, tales como, los factores motivacionales, estímulos, etc.
En la vida diaria de las empresas, uno de los factores más descuidados hasta hace pocos años, eran las relaciones interpersonales. Pero si algo ha mejorado en la última década, es la preocupación porque de la mejora en las relaciones humanas en los entornos laborales se logre un mejor rendimiento, tanto de eficacia personal como eficiencia operativa de la empresa.
Veamos por caso cómo el pensamiento positivo y la actitud derivada de ello pueden cambiar hábitos que a su vez nos ayuden a transformar para bien nuestras costumbres. Sabemos que el éxito no es un punto en el tiempo, sino el resultado de un proceso, por el cual las personas tienen que activar los mecanismos necesarios y aplicarlos durante determinado período de tiempo, para que los objetivos puedan ser cumplidos.
Cuando dichos procesos son consecuencia de la aplicación de hábitos cotidianos a los que estamos muy acostumbrados, tenemos que tener la certeza de que dicha habitualidad no nos condicione el resultado, ya sea por un exceso de confianza o porque en dicho hábito yacen aún conductas que deberíamos haber erradicado hace tiempo.
La revolución de las pequeñas cosas impone que para hacer un cambio radical interior, se impone llevar a cabo cambios pequeños, llamados mini-hábitos, para poder ir introduciendo las modificaciones necesarias en la vida laboral y personal. Estos mini-hábitos son fáciles de aplicar porque requieren poco esfuerzo y tiempo. Sólo la actitud de hacerlo desde nuestro interior garantiza el éxito, sin ser impuesto y forzados por elementos externos: jefes, procedimientos, protocolos… Esta forma de comprender la conducta desde lo pequeño facilita que sean prácticos y al alcance de todos.
¿Consecuencias directas para la persona? Cuando moldea sus hábitos, éstos acaban modelándola a ella y la transforman a través de la acción, no de la teoría. Justamente este es beneficio que se obtiene cuando se mira desde una perspectiva de pensamiento positivo.
¿Qué es lo que prevalece, la palabra o la actitud? Cuando de manera coloquial nos referimos a que lo importante es la actitud, no debemos olvidar tampoco la palabra, porque ésta nace de un pensamiento. Por tanto, el cambio de actitud subyace en una articulación de una palabra que está expresando un pensamiento positivo. Puede que sea o no dicha, pero lo importante para culminar con una actitud positiva está en el origen de ese pensamiento positivo.
¿Son efectivos a la hora cambiar una actitud o de erradicar un hábito que tenemos que eliminar?
No cabe duda de que la forma en la que pensamos es el resultado de una sucesión de pensamientos que tenemos, a veces inconscientes, pero que ahí están en nuestra mente.
Entonces en un momento preciso, nos miramos hacia el interior, lo que llamamos introspección, revisamos nuestros principios y valores, ajustándolos a las necesidades de ese momento, especialmente cuando nos enfrentamos a retos, obstáculos, etc.
Cuando ante determinadas circunstancias reaccionamos de determinada manera, es porque nuestro pensamiento continuo que ha estado trabajando una y otra vez, viendo, observando, analizando, etc., ha creado también un patrón de comportamiento frente a esas circunstancias parecidas. Y aún en el caso de que sean extraordinariamente diferentes, nuestro entrenamiento desde el pensamiento positivo y una actitud acorde, nos habilitan para utilizar los instrumentos que sabremos elegir para afrontar cada situación, por ejemplo, el enfrentarse a una crisis interna en un equipo de trabajo o a una situación de ajuste de plantilla que requiere sacrificios de todas los empleados.
En ocasiones los psicólogos afirman que sentirse bien o mal depende de cada persona. Independientemente de las circunstancias que condicionen nuestros actos, la actitud lo es todo. Conocernos mejor, abre puertas y nos ayuda a elevar nuestro nivel de satisfacción.
Una doctora amiga mía dice que hay que dedicar cada mañana diez minutos ante el espejo. Sentirnos bien, valorarnos, subir la autoestima… Yo quizá me conformaría con recomendar una mirada, un pensamiento, un deseo y un compromiso cómplice para arrancar el día. El pensamiento positivo es transformador en lo personal y en lo colectivo.