Imagina que vas a contratar un seguro de salud y la compañía que has elegido no te cita en su oficina para que una persona te haga una serie de preguntas sobre tu estado de salud, tus hábitos, tu alimentación o tu trabajo. Imagina que, en lugar de eso, en su web te dicen que les envíes un selfi por correo electrónico o a través de una app para móviles. Aunque no te lo creas, ambos procesos son exactamente iguales. La única diferencia es que en el segundo se prescinde de una persona: el agente de seguros.
La startup Lapetus, con sede en Estados Unidos, permite realizar este proceso: basta que el cliente envíe una imagen para conocer el riesgo de esa persona (y, por tanto, la prima que ha de pagar). Una máquina analiza la fotografía y es capaz de detectar su género, su edad aproximada, la rapidez con la que está envejeciendo, su índice de masa corporal e incluso si fuma. En apenas unos minutos puede determinar la esperanza de vida de esa persona.
Que una compañía de seguros analiza datos para establecer el perfil de riesgo de cada asegurado no es ninguna novedad, sino la base del negocio. Pero las nuevas tecnologías han creado un torrente de datos inédito hasta ahora. Datos que proceden de nuevas fuentes, algunas inimaginables: dispositivos electrónicos de todo tipo, wearables, electrodomésticos, vehículos... Vivimos en un mundo que genera datos en tiempo real. Y pueden ser evaluados, ofreciendo una panorámica exacta, fiable, objetiva y masiva de cualquier persona. Algunos datos incluso los generamos casi sin darnos cuenta, como todo lo que escribimos en redes sociales. ¿Sabías que algunas compañías de seguros están experimentando con el análisis de la escritura de sus potenciales clientes para evaluar su potencial riesgo en la vida real? Al parecer, a más exclamaciones, mayor riesgo porque es una persona confiada. Toma nota.
Pero todo esto quedaría en una simple anécdota si solo fueran planes, proyectos. En realidad, es el camino que está siguiendo la industria aseguradora. Voluntariamente o no: un ejército de startups busca cambiar el sector para siempre con nuevas formas de asegurar a la gente y nuevas vías de negocio. Otras, por el contrario, solo quieren aplicar tecnología a las clásicas aseguradoras, cuyos modelos de negocio siguen anclados en modelos desfasados por la tecnología. De fondo, la Inteligencia Artificial como herramienta impulsora de algunos de estos cambios... y como elemento disruptor definitivo de un negocio gestionado por personas y para personas.
El fin de los humanos
Por el momento, la Inteligencia Artificial es una tecnología que las aseguradoras ven con buenos ojos, ya que permite analizar más datos de forma más eficiente. Solo en 2016 se invirtieron más de 500 millones de dólares en IA, según Accenture. Pero estas empresas (o más bien sus empleados) sufrirán más cambios en su día a día cuando la Inteligencia Artificial esté plenamente operativa y sea capaz de realizar más tareas. Ya está sucediendo en algunas empresas como la británica Aviva. "En nuestros equipos de administración hay muchas tareas repetitivas que hasta ahora eran realizadas por humanos. Los algoritmos son 15 veces más productivos", reconoce Andrew Brem, director digital de Aviva. En Japón, Fukoku Mutual Life ha recortado 34 empleos de un departamento (el 26%) para poner en su lugar un sistema de Inteligencia Artificial. Según McKinsey, entre 2015 y 2025 las aseguradoras recortarán el 25% de sus empleos en favor de la automatización.
Pero la pérdida de empleos no es el único riesgo que corren estas compañías. Los datos son un caramelo envenenado: si estas empresas pueden utilizarlos para evaluar el riesgo de cada cliente, ¿por qué no es el cliente quien los utiliza para evaluar su propio riesgo? Cada persona podría utilizar los mismos sistemas y determinar el riesgo real que tiene su casa de inundarse o su hijo de romperse un brazo. Esto podría llevar a muchas personas a no contratar un seguro, rebajar su nivel de cobertura o incluso asegurar solo aquellos aspectos de su vida con mayor riesgo. Son seguros a la carta, para unos y para otros. Una ruptura del modelo actual, basado en la creación de grupos de clientes con un perfil de riesgo similar. Las nuevas tecnologías y los datos rompen el modelo y se basan en la persona, con nombre y apellidos. Lo cual también entraña riesgos derivados de algunas fuentes de datos, como los genéticos.
Tus genes te delatan
Si la tecnología permitirá personalizar el precio, nada hay más personal que la genética. La posibilidad de realizar un perfil genético de un individuo y conocer con asombrosa precisión sus potenciales riesgos de salud (e incluso el momento en el que se harán realidad) serviría a las aseguradoras para establecer planes a la medida de cada cliente. El riesgo que subyace en esta idea es evidente: ¿es justo -y ético- recurrir a los genes para establecer el precio de un seguro? El dilema está sobre la mesa, pero algunas compañías exigen igualdad de trato. "Si los clientes pueden usar sus propios datos genéticos, las aseguradores tendrán que ser autorizadas a usarlos también", explica Paul Sharma, de Álvarez&Marsal. "De lo contrario, estarían en desventaja".