Es paralizante. El miedo a lo desconocido está acogotando el desarrollo de la economía digital en España. Muchos proyectos start-up están siendo metidos en el arcón del congelador o empujados a emigrar a Londres o Estados Unidos por mor del miedo a no saber.
No hablamos sólo de Uber o Cabifit, que por sí solos despiertan dudas, congregan manifestaciones y son objeto de debate en todas las barras de bar (y tertulias de la tele) por toda España desde hace años.
El agujero negro se hace más profundo en sectores regulados como el financiero. Las famosas FinTech eran (son) una oportunidad para un Madrid y una España que ve cómo el paraíso mundial del sector se tambalea en Londres por los nervios a una salida confusa del Reino Unido del mercado común de la Unión Europea. En Londres se dotaron en enero de 2016 de un modelo de confianza por el que apoyan el sector, permiten la puesta en marcha de cualquier iniciativa, la supervisan y monitorizan desde el minuto uno; pero les dejan crecer con una autorización previa temporal, y luego la riegan con beneficios fiscales a quienes invierten en ellas, y con clientes rechazados por la banca que son desviados a las plataformas crowdlending… y es una gozada estar en ese jardín florido.
En cambio, el calvario que siguen las start-ups que emprenden en España pasa por escenarios de espera a la autorización que van de medio año a dos, que en muchos casos son desautorizados definitivamente y reorientados hacia otros proyectos y que, alguna vez, obtienen un visto bueno después de estar operando durante meses o años gracias a una licencia obtenida en Bruselas o en Amsterdam. En fin, un lugar de burócratas a los que haría falta estimular, a los que hace falta grabarles a fuego aquello de que menos es más; pero que en el fondo lo único que hacen es cumplir órdenes, porque las leyes no las hacen ellos, sólo las hacen cumplir, con exceso de celo a veces, más con la ley en la mano.
La falta de marco regulatorio, las lagunas legales y la ausencia de competitividad en el modelo para autorizar las iniciativas emprendedoras con una barrera infranqueable para muchos startaperos que hacen las maletas de la inmigración intracomunitaria o, directamente, atraviesan el Atlántico buscando el sueño americano de Silicon Valley.
Afortunadamente algunas barreras caen. Ayer, por ejemplo, parece que cayó la valla que frenaba a Housers, la principal plataforma de financiación y venta inmobiliaria. La Comisión Nacional del Mercado de Valores (CNMV) después de poner trabas, sugerir reconversiones del modelo y pensárselo mucho… encendió finalmente la luz verde del adelante con Housers. Un acierto sin duda y un poco de oxígeno para un sector que se asfixia en las propias sombras de la burocracia.
Menos es más, repito. Hace falta mejores burócratas en España. Y hace falta mejores leyes en ese parlamento -que es la casa de todos-; pero que durante más de un año ha sido otro tipo de casa, y no la casa común de los proyectos comunes en beneficio de todos. Y el presente y el futuro de todos, está en el desarrollo de la economía digital y, muy especialmente, de las poderosas FinTech que fabrican el nuevo modelo de financiación y servicios financieros que soportarán al resto de los sectores productivos de la economía.
En estas vísperas de la Semana Santa me decía mi buena amiga la periodista Susana Criado que abría que encender tres velitas ante la CNMV, Banco de España y Ministerio de Economía. Yo creo que más que velitas, habría que poner cirios procesionales delante de estas tres instituciones con tanto poder para dar como para quitar. Porque los gritos de Barrabás se escuchan en el rumor silente de los pasillos de estas tres poderosas instituciones. Ojalá la Semana Santa haga también reflexionar a sus funcionarios.
Sin embargo, yo creo que el verdadero cambio no está ahí, sino en la Plaza de Las Cortes, donde el Legislativo español debe coger el toro por los cuernos, asesorarse por los que saben y hacer una ley transformadora que lidere una nueva forma de hacer en una economía digital que es nueva y que exige innovación en todo, empezando por las leyes.
El Vía Crucis tiene su primera parada en la Puerta de los Leones del Congreso de los Diputados y sus señorías un reto histórico para liderar una economía que hoy llamamos digital y dentro de unos años se nos esbozará una sonrisa por haber sido tan antiguos en tildar a la Economía -con mayúsculas- en un entorno de desarrollo global como el que vivimos.
En fin, que la Semana Santa nos ilumine a todos.
Salvador Molina, presidente de Foro ECOFIN y miembro del Comité de Expertos de Economía Digital y FinTech de la Comunidad de Madrid