Aunque se trata de un proyecto de prueba, que el Banco Popular de China haya creado su propia criptomoneda y que tenga una cotización con la moneda oficial de 1:1 es significativo, aunque también tiene una explicación lógica más allá de la necesidad de adaptarse a la tecnología.
China ha sufrido una enorme crisis de capitales. Las reservas del Banco Popular del país han pasado de los 3,75 billones de euros de 2014 a los 2,8 billones de euros del año pasado. El Gobierno ha intentado atajarlo limitando a 50.000 euros por persona y año la salida de capitales del país, pero muchos ciudadanos se han refugiado en el Bitcoin para burlar la medida y, de paso, mantener a salvo sus ahorros mientras pasa la tormenta. Eso ha provocado que el Bitcoin haya alcanzado cotizaciones récord de hasta 1.200 dólares por unidad, y que el 94% de las transacciones con esta criptomoneda se lleven a cabo en China.
Para que el Bitcoin no perjudique a la política monetaria del país, el Gobierno chino ha decidido unirse al enemigo y crear su propia moneda digital. Es el primer país del mundo en hacerlo, a pesar de los avanzados planes que tienen en marcha algunos países nórdicos. Hasta ahora habían luchado contra las criptomonedas con medidas que van desde la advertencia a las casas de cambio para que refuercen los controles sobre blanqueo de capitales, hasta congelar las transacciones durante 72 horas para verificar los movimientos. Incluso llegaron a prohibir en 2013 el uso de estas monedas digitales. Casi una decena de países en el mundo prohíben total o parcialmente el Bitcoin y otras criptomonedas.
Que un Banco Central emita una moneda digital supone romper una de las normas principales de estos productos, cuya base es que están descentralizados y que no dependen de estas instituciones, sino de sus propios usuarios, que las minan, acumulan, intercambian y utilizan. Todo ello de forma anónima y con absoluta inviolabilidad, ya que se basan en el blockchain. Si los bancos centrales comienzan a emitir criptomonedas, la anonimidad de la que ahora disfrutan estas transacciones, utilizada en muchas ocasiones para blanquear dinero o llevar a cabo negocios ilegales, quedaría superada y todo movimiento sería rastreable. Esto sugiere que aunque los bancos centrales creen sus propias criptomonedas, los usuarios seguirán creando las suyas. Al menos hasta que las legislaciones de cada país prohíban a un particular crear su propio dinero.