El sector tecnológico estadounidense tiene miedo. Ya lo tenían durante la campaña electoral, cuando Donald Trump se alzó prácticamente como enemigo de Silicon Valley. Una vez en la Casa Blanca, la industria digital de Estados Unidos, líder mundial y precursora de toda disrupción que se precie, ve cómo sus temores se confirman poco a poco.
Uno de los pasos que han demostrado que Trump va en serio ha sido la retirada de Estados Unidos del Acuerdo Transpacífico (TPP), ideado para mantener el modelo estadounidense en la región Asia-Pacífico y hacer frente a la creciente influencia de China. Ahora, esta retirada supone dejar la puerta abierta a que China imponga su visión en una región en crecimiento y con el suficiente potencial como para determinar quién liderará el futuro. El TPP incluía normas concretas para el comercio electrónico transfronterizo que, en cierto modo, beneficiaban a las empresas estadounidenses.
En Silicon Valley no ha sentado bien esta retirada, a pesar de que ninguna empresa se ha pronunciado en público. Algunos medios hablan de quejas en privado de Apple, Google y Facebook. Estas compañías piensan que la retirada de Estados Unidos del TPP podría dar alas a sus rivales chinas: si se hacen más en esa zona del mundo, llegar en el futuro a China sería mucho más complicado que ahora, dado que estos países deberían actuar como trampolín para saltar en algún momento al país mandarín.
Desde 2008, China ha experimentado un notable crecimiento en el sector digital, convirtiéndose en un actor que ya está dictando las normas del mercado tecnológico. Sin ir más lejos, Didi Chuxing, el ‘Uber chino’, tiene en mente implantarse en América Latina. En paralelo, Alibaba sigue abriendo mercados y WeChat (el WhatsApp chino) supera con creces los 100 millones de usuarios fuera de China. Algunos movimientos de estas empresas son imitados por las compañías estadounidenses, comportándose como ‘el que copia’, y no ‘el que inventa’ como hasta ahora. Algunos de estos servicios son extremadamente populares en China, algo a lo que contribuye que el país dificulta la entrada de actores extranjeros, mientras fomenta la salida de sus empresas a la conquista del exterior. Que Estados Unidos se dedique a partir de ahora a mirarse el ombligo coincide con las intenciones de China de salir al exterior a sustituir el papel estadounidense en el mercado mundial, algo que sorprendió a muchos analistas en el pasado foro de Davos, donde el presidente chino hizo una férrea defensa de la globalización.
Por todo ello, algunos analistas del sector creen que estamos ante el cierre de una era y el comienzo de un nuevo modelo que, en cualquier caso, obligará a que la expansión global de las empresas sea más lenta que durante las últimas décadas. Si todo esto se cumple, las tecnológicas estadounidenses se convertirán en una opción más en el mercado, no en ‘la opción’ como hasta ahora.