El gran ganador del último CES 2017 que acaba de celebrarse en Las Vegas no ha sido ninguna de las apabullantes novedades presentadas allí sino un viejo conocido, el cilindro negro de Amazon llamado Echo y su eficaz interfaz de voz bautizada como Alexa, que solo cuesta 129 dólares pero que ya ha demostrado su liderazgo con más de 5 millones de dispositivos en hogares norteamericanos, británicos y alemanes. ¿A qué esperan los editores para sumarse a esa tendencia y desarrollar sus propios bots conversacionales que proporcionen información a la carta a sus clientes?
El gran acierto de Bezos ha sido proporcionar su tecnología en abierto, permitiendo que desarrolladores de todo tipo incorporen los usos más inimaginables: desde automóviles a robots. Tal vez los siete micrófonos que incorpora el pequeño cilindro y su Inteligencia Artificial que permite un fluido nivel de conversación con el mismo, sea uno de los inventos llamados a revolucionar muchos sectores y negocios. El baqueteado y denostado sector de la información debería apuntarse prontamente a experimentar con esta poderosa innovación.
Ya hace algunos años que la Inteligencia Artificial se ha ido incorporando a los medios de comunicación. El uso de algoritmos para producir informaciones sobre determinados asuntos, escribiendo o incluso tuiteando sobre ellos, lo viene utilizando la revista ‘Forbes’, firmando estos artículos como “Narrative Science”. Pero otros muchos medios como ‘Los Angeles Times’ o agencias como Associated Press lo vienen utilizando. El análisis de gran cantidad de datos se presta bien a que un software adecuado los interprete y los escriba. Se están usando para alertas y notificaciones automáticas de manera creciente. El siguiente paso es que los medios de comunicación desarrollen sus propios bots conversacionales, que permitan al público informarse mediante el simple uso de la voz, de forma que puedas demandar aquellas informaciones de tu interés inmediato. Los bots son las nuevas apps y los editores harían bien en ponerse las pilas en esta nueva frontera, en vez de recortar ciegamente puestos de trabajo e inversiones, como única reacción a la caída sin final de sus ingresos por publicidad tradicional y por circulación.