Que los días pasan y la vida se nos acorta es un dato cierto. Lo que no lo es tanto es el resultado que obtendremos en el nuevo año que iniciamos en breve. ¡No!...No estoy siendo pesimista…sino realista.
Durante estos días en que bajamos un poco el ritmo de actividad y aprovechamos a elegir algún tipo de descanso, además de dedicación a la familia, estuve repasando algunas lecturas que de vez en cuando viene bien volver a leer.
A veces, pensamientos de escritores como Ralph Waldo Emerson, que dice que “la naturaleza siempre lleva los colores del espíritu”, nos hace sentir como que la conducta humana está moldeando todo…hasta la biodiversidad. Por el contrario, estamos alterando el clima y castigando de manera inmisericorde el planeta.
Otro de esos pensamientos anónimos que circulan decía que “la manera en que vivimos nuestra vida también es una forma de mensaje para el mundo. Debemos asegurarnos entonces que sea inspirador”. ¡Es que somos tan importantes! En realidad el sentido es mucho más profundo y el alcance menos impactante de lo que nos gustaría, pero lo que viene a decir (que no le falta razón) es que debemos predicar con los buenos ejemplos, desde el trabajador más humilde hasta el directivo de más relevancia. Creo que esto de actuar de manera ejemplar, lamentablemente no es un deporte nacional, pero debería practicarse en todos los estamentos de la sociedad. A mayor capacidad y preparación en la vida de cada persona, más ejemplo debería darse.
Respecto a nuestra agenda apretada, nuestra aceleración diaria porque no llegamos a las citas en tiempo o porque nos imponemos objetivos imposibles, me hace recordar otro pensamiento que leía relajadamente (menudo contraste) que dice que: “Reduzca la velocidad y disfrute de la vida. No es sólo el paisaje que uno se pierde por ir demasiado rápido... también se pierde la sensación de hacia dónde se va y por qué”. Me ha gustado, porque además de que casi todas las personas fallamos a menudo en el establecimiento de las prioridades, es que perdemos perspectiva de los por qué, los para qué y los cómo. Son importantes para ver el alcance real de lo que hacemos y la utilidad que de nuestras acciones devienen para los demás.
Lo que sí es cierto (y este pensamiento es mío) es que las oportunidades para encontrar mayor fortaleza en nuestro interior siempre aparecen cuando las circunstancias de la vida nos desafían, a veces con obstáculos que creemos no podremos soslayar. Pero saben una cosa: los países que más han crecido en la historia, son los que sus sociedades han padecido tremendas tragedias históricas, caso de Japón y Alemania, pero que se levantaron mirando el futuro y no lamiéndose las heridas del pasado.
El Dalai Lama dice que “una actitud compasiva y veraz es un signo de fortaleza”, y esto es lo que también pedimos a los líderes mundiales a fin de que el nuevo año que iniciamos nos albergue la esperanza de que las guerras y conflictos sean eliminados.
¿Qué quiero para 2017?
Me gustaría que las personas de mi entorno y aquellas que por vez primera tomemos contacto durante el nuevo año, siempre pudieran ser categorizadas como:
- Inspiradoras.
- Emotivas y que nos emocionan.
- Agradecidas y de buen corazón.
¿Es mucho pedir esto? Claro que no. Porque si alguna obsesión tengo es que podemos construir una sociedad mejor y que al ser una parte infinitesimal de ésta nuestra cuota de participación, al menos, si cuidásemos nuestra conducta y la de los que nos rodeen en términos de inspiración, emoción y agradecimiento, seguro que lograríamos una sociedad mejor.
Como responsable de una organización como es el Foro ECOFIN, tengo que aplicarme a mí mismo algo que también he leído: “en vez de inspirar a las personas para que tengan confianza en uno (si somos jefes o líderes), deberíamos inspirarlos y formarlas para que tengan confianza en ellas mismas”. Desde ya que en un mundo tan incierto y con políticas a veces excesivamente volátiles, que ganen en seguridad ante tanta incertidumbre es tarea de los buenos líderes. No quiero parecer presuntuoso, pero en esto nos esforzamos bastante.
El psiquiatra Gerald G. Jampolsky dice que “el perdón es el mayor sanador de todos” y creo que va muy bien encaminado. Nos cuesta perdonar aunque nos gusta que nos perdonen. Nuestra soberbia pesa mucho más de lo que imaginamos. Pero aquello de que “errar es humano y perdonar es divino” es una verdad absoluta que en realidad no aplicamos.
¿Y de la justificación? Mal vamos cuando alguien en respuesta a haber fallado en su tarea y responsabilidad se justifica…porque una de las cosas que más aborrezco es que se pretenda justificar algo que no es justificable. ¡Vamos…que sería más fácil decir la verdad sin ambages!
Estos días navideños nos hacen sentir cosas que durante el resto del año permanecen olvidadas. Pero no importa, porque si al menos afloran durante unas horas, es buen síntoma, que no estamos contaminados por la locura consumista y por las malas noticias de los telediarios. Que hay vida más allá de la realidad cotidiana que nos cuentan y les aseguro que está bien próxima a nosotros, o sea, en la familia.
De ahí que quiero terminar con otro pensamiento que he leído, acertado y veraz: “nuestro corazón decide a quién queremos en la vida…nuestra conducta decide quién permanece junto a nosotros el resto de los días”. Abarca familia y amigos. Es un poco la radiografía de lo que deberíamos querer ser y esforzarnos por alcanzar este comportamiento.