Tal vez sea porque el 4G acaba de llegar, o tal vez porque el mercado no está lo suficientemente maduro como para oler dinero en él, pero lo cierto es que el 5G se encuentra en un abismo en estos momentos, paralizado, sin un rumbo conocido. “Nunca antes en la historia de las telecomunicaciones se ha propuesto una tecnología para resolver tantos problemas a la vez sin que nadie tenga claro quién pagará por qué y en qué plazo”, explica Peter White, de Rethink. “La incertidumbre es palpable”.
Todavía no existe una definición clara lo que es 5G, más allá de un sistema de telecomunicaciones que asegura altas velocidades de conexión a Internet. No ha sido hasta hace un mes cuando se han establecido los estándares de hardware, pero los de software todavía no se han acordado. En paralelo, las empresas del sector están haciendo pruebas por su cuenta, en una carrera que, en realidad, está lastrando el desarrollo e implantación de esta tecnología que tiene, según AT&T, un “potencial ilimitado”.
Muchas industrias se verían beneficiadas de la llegada del 5G, desde las compañías de telecomunicaciones hasta los fabricantes de dispositivos, ya sean móviles, aparatos del Internet de las Cosas (IoT) o vehículos conectados. Es tal el potencial que nadie sabe todavía lo que traerá consigo realmente. Entre otras cosas porque se desconoce la posición del consumidor en este juego: ¿estarán dispuestos a pagar más dinero por tener mayor velocidad de conexión? Mientras se busca responder a esta pregunta, la industria está invirtiendo miles de millones de dólares en desarrollarla. Esto está despertando cierto escepticismo entre observadores, que piensan que se está yendo demasiado rápido con el 5G y de forma muy agresiva. “Hemos llegado a una posición en la que todo el mundo está admirando al emperador con su nueva ropa”, ilustra William Webb, académico y exdirector de Ofcom, el regulador británico de telecomunicaciones. La industria se está jugando, piensa, invertir demasiado dinero en redes que ofrecen velocidades que nadie necesita: las últimas pruebas han alcanzado los 10GB por segundo.
Sin embargo, la industria involucrada sí cree necesario el desarrollo del 5G. Lo justifican cuando alertan del Internet de las Cosas, que traerá consigo en los próximos años miles de millones de dispositivos conectados a Internet, lo cual hará inviable seguir utilizando las redes actuales, que se colapsarían. El profesor Rahim Tafazolli, director del Centro de Innovación 5G de la Universidad de Surrey, vaticina hasta un millón de dispositivos por kilómetro cuadrado. El problema está en que también habría que modificar la actual configuración de las antenas, creando un nuevo sistema de conexión basado en sensores de menor tamaño situados en más lugares. Esto evitaría posibles zonas sin cobertura, algo letal para vehículos conectados, y facilitaría llevar Internet a cualquier lugar con calidad de conexión. Para que esto pueda convertirse en algo real, los gobiernos deberán cambiar sus legislaciones sobre la instalación de antenas de telefonía móvil. Lo cual, de nuevo, se convierte en un lastre que ralentizará la llegada del 5G. Un círculo vicioso que podría convertirse en su peor enemigo si nadie lo remedia.