“La apuesta de España por la economía digital debe ser una cuestión de Estado”. Así define José Manuel de Riva, presidente de la Asociación de Empresas de Electrónica, Tecnologías de la Información, Telecomunicaciones y Contenidos Digitales (AMETIC), la necesidad de apostar sin fisuras por un sector estratégico. Corremos el riesgo de convertirnos en “un seguidor digital”, en palabras de Markus Borchert, vicepresidente senior de Nokia. La economía digital es “el futuro de la economía europea”, explicaba Stéphane Richard, presidente de Orange: “Europa se está quedando atrás respecto al resto del mundo, por detrás de países como Estados Unidos y Japón”, ya que “no tenemos grandes empresas digitales europeas”, lamentó. Un panorama desolador que exige una serie de medidas nacionales, continentales… y urgentes.
El 30º Encuentro de Telecomunicaciones y Economía Digital "Construyendo una España Digital", organizado por la Asociación de Empresas de Electrónica, Tecnologías de la Información, Telecomunicaciones y Contenidos Digitales (AMETIC) en la Universidad Internacional Menéndez Pelayo (UIMP), reúne estos días en Santander a expertos de los sectores clave para el desarrollo digital de Europa, donde están proponiendo recetas para liderar un proceso que “no es un capricho, es una necesidad”, como explicó Jaime Serrano, presidente de NEC Ibérica.
De Riva, por ejemplo, propuso cinco ejes de actuación para no quedarnos atrás: el desarrollo definitivo del Mercado Único Digital en Europa, reforzar la industria de las TIC’s, acelerar la transformación digital, desarrollar políticas de I+D+i y generar talento digital. Los expertos se quejan de la falta de profesionales cualificados en nuevas tecnologías en Europa, lo que socava las posibilidades del continente de liderar el futuro de la economía.
Es cierto que el panorama no es tan lamentable: el director general de Cisco España, José Manuel Petisco, piensa que “tenemos el reloj tecnológico en hora”, pero cree que “lo importante es acelerar porque vamos a competir globalmente a nivel de personas, empresas, ciudades y países”. Esa competencia entre países es una de las causas que están lastrando la digitalización europea: debemos compartir, no competir. “La fragmentación europea sigue siendo un inhibidor, y debemos afrontar una solución”, se quejó Borchert, quien también apostó por desarrollar “cuanto antes” el Mercado Único Digital. En la actualidad es cada país quien decide hasta dónde llega en digitalización, lo que crea desigualdades en una Unión Europea que debe dejar atrás sus diferencias y su lentitud si quiere mantenerse al día de un sector en el que mandan pequeñas empresas que nacen y crecen a toda velocidad, cambiando a su paso las normas de los sectores en que operan.
Aunque tal vez el problema sea ese: las normas. La regulación europea (que se suma a las 27 regulaciones de los estados miembros) mejora a paso lento y a veces dificulta el desarrollo de empresas que cambian sectores establecidos. Los emprendedores “somos una cuestión de Estado”, defendió Marta Plana, cofundadora de Digital Origin. Pero los pequeños no son los únicos que reclamar un marco regulatorio adecuado a los nuevos tiempos: las grandes empresas necesitan una nueva regulación europea para que el desarrollo de la economía digital pueda culminar con éxito.
El resumen sería mayor agilidad de la adaptación de las leyes a la realidad, mayor interés por parte de las administraciones públicas europeas en el desarrollo de un escenario amigable con los emprendedores y la cooperación de los sectores público y privado en todos los ámbitos necesarios (desde educación hasta sanidad, pasando por economía) para diseñar entre todos un futuro que no podemos (ni debemos) dejar escapar. Nos quedamos con las palabras de Petisco: “No ha habido un momento mejor para la innovación”. Pues vamos a aprovecharlo.