Economía y Sociedad

Necesitamos una UE de geometría variable

La globalización que ha impulsado Bruselas ha derivado en una profunda injusticia

Miguel Ormaetxea | Martes 07 de junio de 2016

La Unión Europea es el experimento económico y político más destacado en el mundo en décadas, pero ha terminado imponiendo un modelo de globalización muy dañino para las libertades y derechos que defiende. Esta fase de la globalización ha fracasado, mientras millones de personas llaman a nuestras puertas intentando entrar. Con la política económica bloqueada por la austeridad y Gran Bretaña amenazando con irse, la única posible salida hacia formas federales avanzadas es aceptar la idea de una Europa de geometría variable. Avancemos los que estamos dispuestos a intentar una globalización políticamente ordenada.



“La Unión Europea se ha transformado en una organización destinada a promover la lógica de la globalización, poniendo las instituciones políticas, administrativas y judiciales de la UE al servicio de la liberalización de los mercados”, dice Ignacio Sánchez-Cuenca en su libro “La impotencia democrática”. Menciona la injusta asimetría señalada hace años por Fritz Scharpf, que se caracteriza por un lado por eliminar barreras que impiden la libertad de mercado. Por otro lado, dificulta la integración a través de la creación de instituciones supranacionales que gobiernen políticamente las fuerzas económicas desatadas.

Actualmente hay un conflicto de intereses entre los países acreedores del centro de Europa y los países deudores de la periferia. Esta pugna entre el centro y la periferia se ha señalado históricamente como un eje básico de los conflictos bélicos que han caracterizado a Europa durante siglos.

Se ha producido una gran concentración de poder económico, hasta tal punto que la élite global está creando su propio sistema legal, como se pone de manifiesto en los llamados “Papeles de Panamá”, que “Media-tics” ha venido publicando en profundidad.

El modelo que se ha formado en Europa para competir en la economía global se basa en una desigualdad flagrante, con salarios relativamente bajos y una enorme cantidad de trabajadores en empleos precarios o en el paro. Precisamente Eurostat acaba de hacer públicos los últimos datos de los salarios en la Unión. Muestran que el ajuste salarial en la zona ha sido especialmente intenso a partir del 2012. Además, hay una enorme desigualdad entre miembros de la UE: los costes laborales por hora oscilan entre 1,4 euros de Lituania a los 35,6 euros de Dinamarca. En este contexto, la situación relativa de España ha empeorado: nuestro salario medio por hora alcanza los 15,8 euros (sin cotizaciones sociales) y en la zona Euro se sitúa en 22 euros. Los salarios españoles se alejan de la media europea, a pesar de que ésta se ha precarizado notablemente en un contexto global.

El país preponderante de la Unión Europea y del euro es Alemania, en el que más del 40% de la población es rentista y hay una masa mayoritaria de ahorradores. Es evidente que ante esta enorme disparidad, la convergencia de los 27 al unísono es descabellada. Necesitamos una Europa con estructuras democráticas capaces de gobernar el capitalismo global, pero los países son demasiado desiguales para tomar decisiones en común. Es necesario terminar con la Europa de la uniformidad si queremos avanzar sin que estalle la Unión.

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