Con su habitual facilidad para sorprendernos con sus pensamientos, Churchill sostenía que la crítica en general puede nos ser agradable, pero es necesaria. Viene a cumplir la misma función que cuando sentimos algún dolor en nuestro cuerpo. Éste es indicativo (llama la atención) sobre un estado poco saludable de las cosas (algo que nos está ocurriendo). Cuando se trata de nuestra salud, si es algo que no es preocupante podemos incluso evitar ir al médico, pero en todo caso, nuestro sistema biológico nos ha dado un aviso. No debemos dejar de prestarle el debido cuidado.
Cuando esta advertencia se produce en la sociedad, por ejemplo a través del periodismo independiente que investiga y analiza situaciones comprometidas, como lamentablemente está sucediendo en España, igual que nuestra fisiología personal, la sociedad tiene la suya propia y puede llegar a presentar un cuerpo social muy enfermo. No es el caso de España, que a diferencia de algunos países del tercer mundo en los cuales el nivel de corrupción política es como en una tierra porosa que pasa a todos los ámbitos de la sociedad, no habiendo sector social que no se vea contaminado.
En el caso español, a pesar de lo rimbombante de todas las informaciones que a diario invaden tertulias políticas y portadas de periódicos, en realidad es una minoría de personas las que se dedicaron simultáneamente a la política y al bolsillo personal en vez de cumplir con la vocación de servidores públicos, pero no cabe duda que afecta a todo ese cuerpo social porque pervierte la política, la desvaloriza y la gente ya no cree en ella. Esto es lamentable, porque sí es fundamental el ejercicio del buen gobierno para resolver los problemas de los ciudadanos.
Cuando altos cargos de los partidos políticos y/o de un gobierno, están cuestionados severamente por casos de corrupción, al igual que el dolor del cuerpo también se produce un dolor social, porque lo apruebe o no la clase política, la sociedad sufre el desconsuelo de la impotencia. En algunas circunstancias, el abuso de poder es agravado además por el mal uso de las instituciones democráticas que se han desviado por intervención de una o más personas en pos de perseguir fines espurios y no atender el interés general.
Pero aún existe otro elemento más negativo que se da cuando el cuerpo social se ve afectado por la corrupción: el rechazo a la crítica y a calificarla de campaña de desprestigio y/o persecución contra la o las personas sospechosas de fraude. Si el estado de derecho tiene en su ADN la convivencia de tres poderes independientes para que se garantice el ejercicio democrático, cualquier cuestionamiento al cuarto poder, en realidad el auténtico contrapeso al sistema democrático de gobierno, termina siendo una coacción clara contra la libertad y la convivencia a la altura de una sociedad abierta, moderna y de espíritu democrático como lo es, sin lugar a dudas, la española de 2016.
También es particularmente grave, aquellas críticas poco objetivas dadas desde medios de comunicación que tienen un claro sesgo en cuanto a la valoración de los hechos, sea a favor de unos u otros. Lo que no debe ocurrir, es que la crítica sea sesgada por ningún tipo de intencionalidad. En el mismo momento en que esto se produce, el medio y/o periodista que lo haga, estará desvirtuando al menos en su cuota parte de responsabilidad, el fiel de la balanza que garantiza el equilibrio de poder (el contrapeso aludido).
Finalmente, los ciudadanos valoran la crítica, porque saben que en ello les va la salud social y el futuro, no sólo de una mejor convivencia social y política, sino sencillamente del nivel económico y capacidad adquisitiva que tengan para tener una vida digna, dar educación a sus hijos y tener un horizonte posible por delante. Lo contario a vislumbrar esas fronteras que cada día queremos ganar con nuestro esfuerzo y dedicación, termina siendo la desesperanza y la falta de ilusión.
Por eso no hay que temer a la crítica, porque si nos acostumbramos a los beneficios que ella nos da, seremos más felices. Caso contrario, la desmoralización y el desaliento se apoderarán de nuestro espíritu y se convertirá en un factor de gran desmotivación, que en sí mismo es uno de los mayores peligros para que una sociedad se levante y salga adelante.