En febrero de este año Google arrebató a Apple el reinado como empresa más valiosa del mundo: el buscador ya vale más de 500.000 millones de dólares. Esto se debe no sólo a su poder en Internet, donde controla el 89% de las búsquedas, sino a productos adicionales que ha ido lanzando en los últimos años y que también han conseguido situarse entre los favoritos de los usuarios, como GMail, el servicio de correo electrónico con más usuarios del mundo, el navegador Google Chrome (que ya roza el 60% de cuota de mercado) o Android, presente en el 80% de los smartphones.
Los números de Google
Aunque a finales de 2015 la empresa anunció la creación de Alphabet como matriz del Grupo (convirtiendo a Google en uno más de sus negocios), lo cierto es que el buscador y todos los servicios que se ofrecen bajo su marca siguen siendo el principal valor de la compañía californiana. Y sus números asombran: en 2015 facturó 75.000 millones de dólares (más de 66.000 millones de euros), de los cuales 67.400 millones de dólares provenían de la publicidad, tanto en el buscador y otros sitios web del Grupo (52.400 millones de dólares) como en webs de terceros (15.000 millones). Tan sólo 7.200 millones provenían de otras actividades.
Por regiones, Google gana en Estados Unidos casi lo mismo que en todo el resto del planeta (34.800 millones de dólares frente a 33.100 millones, respectivamente), lo que demuestra la fortaleza de la compañía en su mercado original.
Millonarios por palabras
Casi todo el mundo sabe que Google gana dinero con la publicidad. Lo curioso es que la empresa se ha convertido en la más valiosa del planeta por vender… palabras. Google vende palabras clave en subastas, de manera que los ganadores de la puja puedan asociar sus empresas, productos y servicios a esas búsquedas o aparecer en webs relacionadas. Uno de los secretos del éxito de la compañía es que permite anunciarse pagando poco dinero, lo que permite a pequeñas empresas competir con las grandes en el sector publicitario y llegar a nuevos clientes y usuarios con poco esfuerzo y con la posibilidad de conocer al detalle los resultados de la inversión realizada. Con el tiempo, además, Google ha depurado su modelo publicitario, de manera que es capaz de ofrecer determinados anuncios sólo a aquellos usuarios que han mostrado interés en el producto o servicio (bien sea porque han realizado determinadas búsquedas o porque han visitado alguna web). Aunque a muchos usuarios les disgusta que Google utilice su propio comportamiento para ofrecerles publicidad, lo cierto es que ha conseguido construir un modelo más refinado que ayuda a los consumidores a llegar hasta los productos que realmente desean.
En este sentido, Google sigue apostando por la publicidad en su buscador: a aquellas empresas que pagan les ofrece aparecer en los primeros resultados de búsqueda y hasta hace poco en la franja derecha de la pantalla, algo que han decidido eliminar para adecuarse a las necesidades de los usuarios que acceden desde el móvil, situando esos resultados patrocinados en la zona central de la pantalla. Aunque no todo es cuestión de dinero: alrededor de Google han surgido técnicas como el SEO (Search Engine Optimization), que consiste en la adaptación de las webs y de sus contenidos a los estrictos requerimientos y normas del buscador. Y es que Google persigue la excelencia en los resultados que muestra en sus búsquedas, por lo que tiene en cuenta centenares de parámetros, algunos conocidos (como la velocidad de carga de las páginas, su correcta indexación mediante palabras clave, la frecuencia de actualización de sus contenidos o el uso de enlaces) y otros desconocidos. Los expertos en SEO tratan de optimizar las webs cumpliendo a rajatabla las normas del buscador para ganar puestos en los resultados de búsqueda de manera gratuita, aunque las propias estrategias de optimización suelen requerir la intervención de profesionales del sector, uno de los más populares en la actualidad porque más del 91% de las visitas se las llevarán las webs que aparezcan en la primera página de resultados del buscador.