Muchos usos diversos se le dan a los escalones de la vida, aquellos que vamos subiendo (se supone que siempre tratamos de pasar de un estado inferior a otro superior), pero hay uno en particular que nos ayuda a reflexionar sobre nuestra voluntad y determinación, o sea: cuál es el carácter que tenemos.
Porque a veces no lo descubrimos, sino que nos lo descubren los sucesos que van ocurriendo. Y esta situación por más normal que nos pueda parecer, anticiparnos a determinados hechos porque intuimos cuál va a ser el desenlace, es lo que determina la naturaleza del liderazgo. La gran mayoría de las personas que suben los particulares escalones de su vida, se formula preguntas, reflexionan, pero son los hechos que van ocurriendo los que hablan por nosotros. Nos aleccionan. Nos dan experiencia, aunque no necesariamente nos facilitan que tengamos una personalidad anticipativa, que no temamos al cambio, que nos anticipemos a éste y lo más importante, que podamos influir de alguna manera en el mismo.
La serie de ocho escalones posibles que mostramos, determinan nuestra actitud, las cuales cada uno de ellas en algún momento de nuestro particular ascenso en nuestra vida, aflora en nuestro pensamiento y puede paralizarnos o impulsarnos. No hay más opciones. De esto se trata: si somos capaces de seguir avanzando.
1º escalón: No lo haré.
Me cierro de manera absoluta. La negación es rotunda.
2º escalón: No puedo hacerlo.
No me cierro a no hacerlo, sino que tengo dudas que son más fuertes de lo que esperaba, lo que me lleva a concluir, que no puedo hacerlo. Una sensación de derrota.
3º escalón: Quiero hacerlo.
La voluntad y la determinación son dos elementos capitales del carácter y personalidad del individuo. Pero en la dura realidad a la que nos enfrentamos a diario, hay que agregarle otros elementos positivos para que no se quede mi pensamiento sólo en la actitud de querer y pasar a la de hacer.
4º escalón: Cómo puedo hacerlo.
La persona que se pregunta cuál es el método o el camino que tiene que emplear, ya tiene mucho terreno ganado. Es una actitud positiva que condiciona nuestros pasos, a pesar de que no contemos con toda la experiencia y conocimiento.
5º escalón: Trataré de hacerlo.
Cuando se dice esto es que hay una firme convicción de que puede hacerse y que mueve mis acciones.
6º escalón: Puedo hacerlo.
Cuando se afirma que se puede hacer, la convicción pasa a ser una creencia. Se tiene en mente la meta a alcanzar.
7º escalón: Lo haré.
Firmeza en la decisión y la seguridad de que se va a hacer en condiciones, cualquier cosa que tengamos por delante. No importa su dificultad ni la complejidad de las relaciones interpersonales que entren en juego.
8º escalón: Sí…lo he hecho.
Cuando el líder comenta con su gente los logros que han sumado a sus equipos, o cuando a título personal, por ejemplo, hemos terminado con un proyecto, sea cual sea, o resuelto un conflicto que dependía fundamentalmente de nuestra intervención, en cualquiera de estas circunstancias, la rotundidad con la que se afirma haber hecho o concluido un trabajo, es el impulsor y motivador de las acciones futuras, no demasiado mediatas, sino las que tenemos que enfrentar ya mismo el día de mañana en que hay que seguir con nuestras tareas.
Porque el ascenso en la escalera de la vida no se para, siempre estamos en movimiento por más que parezca que en muchos ocasiones estamos quietos, a veces con la sensación de estar inmovilizados. Incluso en estos instantes, que en algún momento se producen y nos agobian porque afloran las dudas sobre si seremos o no capaces de dar el próximo paso, estamos en movimiento.
La vida es como la escalera de nuestra metáfora, una mutación constante. No hay momento de quietud, porque cuando en la superficie del agua de ese mar veamos la calma y serenidad, bajo la misma hay corrientes que son imperceptibles cuando lo vemos desde la orilla, pero sí se notan cuando nos adentramos a nadar mar adentro.
La escalera y la historia
Un alumno de la licenciatura de historia en su primer año de curso, le preguntó a un veterano profesor, famoso por sus definiciones y por la forma de contar la historia y hacerla entretenida y comprensible.
- ¿Qué es la historia profesor?
- Es la sucesión de sucesos sucedidos sucesivamente.
Atónito el alumno y sus compañeros comprendieron que lo que marca la evolución de nuestra civilización según decía el profesor era “que los sueños sean más grandes que los miedos, pero las acciones tienen que escucharse más que las palabras”. Es obvio que se refería al ruido de la acción que enmudece la palabra y está generando aquellos sucesos que conforman la historia.
En la siguiente clase, los alumnos le volvieron a hacer otra pegunta al profesor:
- ¿Qué tiene más fuerza en la vida, nuestros deseos o nuestras decisiones?
Y el profesor respondió: “un deseo no cambia nada. Una decisión lo cambia todo. Pero cuidado, que la clave está en qué momento debemos tomar las decisiones”.
Y al tercer día de la clase de historia, los alumnos ya no sabían qué preguntar.
Entonces, llegó el profesor y viendo que nadie le interpelaba por ninguna cuestión, inició su clase, diciendo cosas como éstas: “si no peleas por lo que quieres…no llores por lo que pierdes. Porque si sigues focalizando en la herida continuarás sufriendo. En cambio si lo haces sobre la lección que has aprendido, entonces continuarás creciendo”.
Estas frases impactaron a sus alumnos y volvieron a aflorar las preguntas:
- ¿Puede Ud. profesor poner como ejemplo una personalidad de la historia que haya sido fiel a lo que Ud. nos está diciendo?
- Sí…por ejemplo, Winston Churchill, que sostenía que “el éxito no es el final y el fracaso no es fatal: es el coraje de continuar lo que cuenta”. Porque el gran político inglés (les sigue diciendo a sus alumnos) conocía mejor que nadie que la escalera de la vida, y especialmente la de la altísima responsabilidad política que él tenía, siempre había que estar pasando de un estado a otro. No se podía detener porque detendría la voluntad de los ingleses por seguir luchando. Justamente, si algo caracterizó a este genial político, es transmitir a los ciudadanos la virtud de la firmeza y la determinación en el carácter, diciendo cosas como que “la guerra finalmente la ganaremos nosotros y no los alemanes” (incluía a todos los aliados).
¿En qué escalón está hoy? Contéstese con sinceridad y le ayudará.