Abordaremos hoy desde esta tribuna, una vertiente del liderazgo político que no es frecuentemente analizada, aunque no por ello carezca de importancia. Se ha entrado en una etapa histórica en la que las instituciones y la clase política se han quedado detrás – a veces con gran diferencia- de la capacidad de innovación de la sociedad civil y la adecuación a los nuevos tiempos.
De ahí que surgen en las organizaciones privadas, especialmente en muchas start-ups tecnológicas, nuevos líderes que nos van ilustrando en cuáles deben ser los nuevos caminos que debemos transitar si queremos que sociedad y política no tengan el divorcio que tienen en la actualidad. Es por ello que analizar el por qué se otorga a determinado candidato cada año el más importante galardón de economía del mundo, pasa a ser una tarea intelectual de gran utilidad, que más allá del ejercicio académico y teórico, debería ser “lectura obligatoria” de la clase política, tan obsesionada por desmerecer aquello que no le viene bien por su ideología, aunque sirva para el bienestar general.
El Nobel de Economía marca la tendencia hacia dónde debe ir la sociedad
Todos los años cuando se está en los días previos a la concesión del Nobel de Economía, se especula y con cierta razón, de parte de académicos y también en círculos empresariales y políticos, cuáles son las ternas de candidatos que más posibilidad tienen ese año de llevarse el galardón. No es una especulación más, sino está cargada –como es lógico de quiénes emiten opinión al respecto- de explicaciones y tendencias que ha sufrido la economía mundial, así como de estudios e investigaciones que se echan en falta o que se caracterizan justamente por cubrir, al menos en parte, la estructura teórica que como siempre ocurre, alimentará después las implementaciones de políticas de gobierno. En el caso de que se les considere necesarias -a veces imprescindibles-, al menos que se les preste algo de atención. Los políticos de partido muy ideologizados, normalmente las rechazan porque alteran sus programas. Visión cortoplacista y mezquina sobre el interés general.
Ha sido justo este fin de semana largo en que se ha hecho público el Nobel de Economía 2015 que ha recaído en el británico-estadounidense Angus Deaton, catedrático de la Universidad de Princeton, Estados Unidos. Se le está reconociendo su valiosa contribución a la investigación y estudio sobre el consumo, la pobreza y el bienestar social. Su preocupación siempre ha girado en torno a cuáles han sido las políticas implementadas en las últimas décadas en el campo de la pobreza, así como qué grupos sociales son los que más sufren en mayor medida la presión fiscal sobre bienes de consumo básico como los alimentos. Conocemos de él su crítica dura a la “filosofía” que ha imperado en los últimos años en Europa: la austeridad.
¿A qué nos lleva esta reflexión sobre los galardones de economía más prestigiosos del mundo?
A que el divorcio entre sociedad civil y política, al menos tiene un garante en cuanto a que se realicen esfuerzos por mejorar y aproximar esa brecha abierta. Porque son ya muchos los Nobel de Economía que en las últimas décadas han estado a la altura de lo que los tiempos reclamaban: campos de estudio de la ciencia económica con gran valor de aplicación práctica.
Toda política económica que aplique un gobierno, desde las más improvisadas hasta las más cuidadosas, terminan siendo los factores de aceptación o rechazo de gran parte de la ciudadanía, que como los estudios de Angus Deaton, se preocupan por esas grandes capas de población desprotegidas frente a la rudeza del cambio, a veces surgida de crisis financieras y económicas, otras provocadas por la obcecada posición ideológica de los defensores a ultranza de la inflexibilidad presupuestaria. Como si todos los males proviniesen de la falta de equilibrio en el presupuesto.
Las sociedades de todos los países del orbe están hoy día más dependientes y condicionadas de las NT’s que en ninguna otra etapa de su historia. Aunque lamentablemente, esto no quiera decir que todas ellas tengan el mismo grado de desarrollo, la misma equidad e igualdad en la distribución de la riqueza y también, quizás lo más importante, el mismo nivel de justicia.
Son muchos los países del mundo en que la palabra justicia es una mera esperanza, porque están en manos de dictaduras o de regímenes que si bien aparentan ser democráticos, son lo que los técnicos llaman pseudo democracias en los que las instituciones del estado están al servicio de los que detentan el poder, así como también, de los amigos del poder.
Por tanto, queremos analizar hoy cuál es el papel que la sociedad civil debe tener en esta etapa tan convulsa que nos está tocando vivir. Aclaremos que convulsa, no significa que sea irresoluble o de imposibilidad siquiera de aminorar los efectos negativos de las malas políticas. La convulsión social es producto de la desigualdad generada por nefastas políticas económicas y sociales, siendo una característica muy reciente, el agravamiento de la corrupción, como estamos viendo en una cantidad de instituciones que teóricamente deberían estar exentas de ella, caso de la FIFA, porque se supone que el deporte tiene que estar por encima de estas “debilidades” más propias de organizaciones políticas y también privadas.
Las generalizaciones no son buenas consejeras, pero en los últimos años, el nivel de corrupción se ha disparado, incluso en países que se supone tienen el privilegio de pertenecer al llamado primer mundo o mundo desarrollado. Se ha venido abriendo una insalvable brecha entre la clase política y la ciudadanía, porque el desapego que ésta tiene respecto de la primera, se debe fundamentalmente a la corrupción. Aunque si somos rigurosos, la principal causa de dicho desapego e insatisfacción de los ciudadanos, se debe a la aplicación de malas políticas o de que los políticos, en un uso y abuso del poder con el fin de eternizarse en el ejercicio del mismo, han apelado a mecanismos que desde el punto de vista económico y social, han postergado el crecimiento y bienestar de amplias capas de la población a varios años vista. Como suele decirse: se han comprometido (hipotecado) hasta dos o tres generaciones por las malas decisiones políticas que se han ido tomando.
¿Cuál es la madre de todas las malas políticas? ¿Una implementación deficiente quizás?, ¿o por el contario, se están aplicando bien pero sus contenidos (la razón de ser de esas medias económicas) no son las acertadas? En realidad esto se debe a dos razones básicas: se ha errado en el diagnóstico por parte tanto de técnicos como políticos; se han definido de manera deliberada (con toda intención) políticas que se sabe no son útiles para el interés general, sino para el de algunos sectores de la sociedad, generalmente los grandes grupos económico financieros de los países y a escala global.
Es por ello que el prestigioso Premio Nobel de Economía, Paul Krugman, decía ya hace 25 años, que había dos tipos de economistas: los que eran los economistas de verdad, que estudiaban e investigaban las causas que estaban provocando determinados problemas en la sociedad y recomendaban determinadas medidas para afrontarlas; los que eran para el Nobel los “vendedores de recetas”, que son los que por proximidad al gobierno de turno de un país, les dan a los presidentes y sus equipos, unas políticas económicas diseñadas a la medida de su ideología o necesidades partidistas, pero lejos del alcance que deben tener para el interés general.
Si bien esta afirmación de Krugman tiene dos décadas y media, no han variado en esencia las políticas diseñadas a la medida de ideologías que siempre son perniciosas para la ciudadanía, porque prevalece el cuidado y protección de determinados sectores privilegiados, como algunas industrias o lo más habitual en los políticos, relacionarse bien con la banca y todo el sistema financiero.
La sociedad civil no es una entelequia, como tampoco lo debe ser ninguna institución que no pertenezca a la esfera de poder. Nos referimos a toda asociación, institución, ONG’s cuyos fines estén por y para la ciudadanía, la calidad de vida, la preocupación por los más desposeídos, la marginación, la pobreza, la inequidad distributiva y por encima de todo, la absoluta falta de una justicia que sea considerada –valga la redundancia- justa.
En ocasión de un juicio en Estados Unidos, en el estado de Pennsylvania, en el que los acusados eran unos gamberros que arrojaron piedras a un carruaje tirado por caballos perteneciente a la secta Amish y que una de ellas causó la muerte de una niña, en el alegato final del fiscal de la causa, señaló que “el día que no haya justicia para cada uno de nosotros…es el día en que no habrá justicia para nadie”. Si bien tenían las sesiones del tribunal un alto contenido racial y religioso, prevaleció la justicia porque se apartaron estos tópicos del proceso.
Cuando la Europa del siglo XXI está siendo desbordada por acontecimientos como el de los refugiados sirios que ya hemos analizado y puesto en la picota en “Refugiados sirios y la crisis de liderazgo europeo”, una vez más denunciamos que las instituciones europeas, también en general en el resto de regiones del mundo, los movimientos civiles son los que tienen que finalmente ocupar un lugar y una acción que es la que por omisión o incompetencia, no aplican los gobiernos.
En cuanto a la alegría que nos ha dado Angus Deaton por su galardón, nos recuerda aquello de que la universidad debe ser autónoma, porque es en cierto sentido la garantía de que a las ideas, así como los nuevos principios y valores que surgen a través de los años gracias a la investigación social y económica, son los garantes de que el poder político tiene un freno.
El estado de derecho por definición, al estar constituido por tres poderes, tiene en sus raíces el control de los actos de gobierno y por supuesto, la justicia. Pero esto en la práctica no funciona así. Hemos estado sometidos a lo que se llamó “dictadura de los mercados” que ha hecho prevalecer una posición radical en cuanto a las políticas presupuestarias respecto al gasto. Parecía cada vez que escuchábamos a los defensores de la austeridad a ultranza, que Keynes y el estado del bienestar eran auténticos ogros que buscaban la destrucción del sistema capitalista y de nuestro estilo de vida.
Angus Deaton está provocando que a los “genios” políticos que auguraron tantos males en la Europa postcrisis 2008-2009, se olvidaran nada menos que de la pobreza y la desigualdad. Que si no se corrigen los mecanismos que nos llevan a marginar grandes sectores de la población y condenar a poblaciones enteras a la exclusión, finalmente, como aquel fiscal de Estados Unidos, podríamos decir “que el día que no exista una distribución equitativa de la riqueza para todos los ciudadanos….será el día que no va existir riqueza para nadie”. Así de simple. Angus Deaton tendrá que ser escuchado estos días y nos alegra que así sea. Se define como Keynesiano y no es un monstruo que atenta contra el estado de derecho.
Es la hora de la sociedad civil y de que la política, la alta política, sea consensuada de manera democrática por una representación clara e igualitaria de la ciudadanía en los parlamentos. No tantas componendas e intereses partidarios. Más interés por la mayoría que es la que en definitiva da el mandato al gobierno, del cual habitualmente éste se olvida.
José Luis Zunnies Director Edición Online ECOFIN. Miembro de la Junta Directiva de Governance2014. Coordinador académico de la Red e Latam. Conferenciante. Ponente de Seminarios de Liderazgo y Management de la EEN y coordinador del FORO DE MANAGEMENT Y NUEVA ECONOMÍA DE LA EEN. Analista de la realidad actual y especialmente en los aspectos económicos, políticos y sociales, Experto en Management y formador de directivos y profesionales en las técnicas de liderazgo.
Eduardo Rebollada Casadoes miembro de la Junta Directiva de Governance2014. Autor y conferenciante. Consultor y analista de la realidad social, política y económica. Co-autor con José Luis Zunni de más de 100 artículos de Management y liderazgo.
Javier Espina Hellín, miembro de ECOFIN Business School Group y de la Junta Directiva de Governance2014.
Oscar Barja Conde, destacado profesional y empresario de los medios de comunicación y miembro de la Junta Directiva de Governance2014