Cuando en una ocasión fue preguntado Benjamín Franklin en una de las reuniones en las que se estaba decidiendo en Filadelfia el futuro de lo que serían los Estados Unidos de Norteamérica, una mujer le salió al paso y le preguntó:
- Sr. Franklin, qué tipo de gobierno nos han legado.
Ante la cual Franklin respondió:
- Una república…si logran conservarla.
¡Qué quiso significar con esa respuesta! Que la responsabilidad de los actos de gobierno está en manos de los ciudadanos, si es que logran que sus instituciones funcionen, aunque en todo caso, a través del proceso democrático del sufragio tienen la oportunidad de corregir y cambiar cuando los que están en el gobierno no cumplen con el mandato que los ciudadanos les han dado. Así de simple.
Desde los doscientos años que tiene la anécdota real de Franklin, a nuestra forma actual de vida europea, sin duda ha corrido mucha sangre, pero pareciera ser que aún tendrá que correr mucha más porque como civilización seguimos fallando en nuestra forma de organizarnos.
Cuando la pasada semana el ministro de Finanzas de Alemania, Wolfgang Schäuble, el habitualmente considerado como el más duro funcionario del gobierno de Merkel, sorprendió porque estaba haciendo un encaje de bolillos con los presupuestos para poder contar con 2.500 millones de euros para cubrir las necesidades de los refugiados, es que hay una línea clara de alta política en la cual Alemania, una vez más, ante la pasividad e inoperancia de Bruselas, tiene que demostrar que al menos hay un líder en Europa. Pero una de cal y otra de arena, porque al mismo tiempo el ejecutivo alemán prepara un fuerte endurecimiento de la legislación para la solicitud de asilo.
Desde que el hombre se organizara en las primeras que pudieran ser consideradas sociedades primitivas, la contradicción en sus actos ha convivido a lo largo de la historia de la humanidad. A veces por conveniencias y otras por miedo. De hecho, el miedo fue lo que hizo que el “homo sapiens” prevaleciera y dominara al resto de especies que poblaban el planeta.
Pero el miedo y la contradicción fueron asumiendo formas diferentes a través de los siglos, para llegar al actual XXI, que por ejemplo en la UE, cuando el transfondo de la cuestión es algo que afecta a los contribuyentes si se trata de una quita a un país como Grecia, levanta ampollas en más de un estado del norte europeo por miedo a perder su nivel de vida; en otras ocasiones, como en la actual catástrofe humanitaria de los refugiados sirios que se está descontrolando por acción (errores en la toma de decisiones políticas de la UE) y por omisión (dejar que el tiempo transcurra como si no tuviera consecuencias en más muertes de ciudadanos sirios), prevalece la contradicción en las políticas de los diferentes estados miembros que no son capaces de llegar a un acuerdo en cómo tratar la crisis; en todo caso, entre el interés económico (la conveniencia) y la acción que se implementa para tratar al refugiado (miedo a que Europa sea invadida, lo cual es absolutamente absurdo siquiera pensarlo), se mueven las posiciones de gobiernos, no así el de la sociedad civil y las ONG’s que son como siempre, las que concurren de inmediato ante el reclamo de los necesitados y desposeídos.
Las reflexiones que hace Sami Naïr, experto en cuestiones de Oriente Próximo son demoledoras: “la opinión pública europea está dividida a la hora de hacer frente a la tragedia de los refugiados: dos sentimientos contradictorios se entremezclan. Por un lado, se quiere expresar la solidaridad y por otro se teme aceptar un grado elevado de inmigrantes económicos”. Y agrega: “esta división demuestra, otra vez, la debilidad identitaria de Europa: no hay un cuerpo de valores europeos plena y mayoritariamente compartidos”.
Naïr llega al fondo de la cuestión y evidencia, como si fuera en una operación a corazón abierto, que el alma europea queda casi al descubierto, inerte e indefensa, porque no tenemos un sentido nacional. En los momentos en los que podríamos evitar que se equiparen los desplazamientos y éxodos humanitarios actuales sólo con los habidos durante la Segunda Guerra Mundial, la omisión y la acción de la UE hace que dejemos que nuestra memoria cobre rápido sentido y nuestras retinas vean otra vez en el Viejo Continente, trenes y más trenes hacinados de personas con destino a ninguna parte. Varios de estos quedaron en el medio de la tierra de nadie, eso sí en Hungría, engañados porque creían que el destino era Alemania.
La crisis política y de identidad europea es mucho más profunda de lo que pensamos, poniéndose en evidencia en cada ocasión que en la UE se atraviesa una crisis de cualquier tipo que sea. Cada vez que salta una luz roja de alerta, es una señal de la capacidad de respuesta que los líderes políticos tienen para neutralizarlas o evitarlas en el mejor de los casos, así como saber gestionarlas cuando el epicentro de la misma nos estalla en las manos. Cuando ha habido una falta de capacidad de anticipación de la cual ya hace meses se venía advirtiendo que lo más probable era que sucediera, se deriva en la improvisación y las dudas a la hora de actuar. Afloran aquellas contradicciones y miedos.
Hemos escuchado en estos días decir al ministro de interior español Fernández Díaz, que “vamos a remolque de los acontecimientos” en clara referencia a lo que está sucediendo en la frontera entre Serbia y Hungría. En realidad tiene razón, porque lo que el ministro quiso significar, es que no hay más remedio que someterse a los acuerdos que se establezcan en las reuniones de ministros de interior o las de jefes de estado y primeros ministros. Pero esto ralentiza cualquier decisión humanitaria, por lo que son las organizaciones como la Iglesia Católica a través de “Mensajeros de la Paz” o de “Médicos sin Fronteras” entre otras muchas, las que reaccionaron en tiempo y forma.
Los errores en política siempre se pagan muy caros. Cuidar el estado de bienestar es lógico que sea una consigna de todos los ciudadanos y de la clase política, aunque a no todos los políticos les interesa cuidarlo por igual, basta ver la posición frente a la austeridad. Pero que se genere incertidumbre de cómo se va a resolver el problema de los refugiados porque los gobiernos muestran su “cara más oscura” al pretender “vender” a los ciudadanos la idea que se defiende nuestra esencia occidental y nuestro nivel de vida, que no queremos bajar pase lo que pase y pese a quién pese, es de una hipocresía gigantesca.
Y ésta es la cuestión central que el liderazgo europeo tiene que afrontar desde las instituciones europeas y los líderes europeos en su conjunto y a nivel local de sus respectivos países, deben asumir y abordar. La ciudadanía no cree que puedan 300.000 refugiados comprometer la forma de vida y cultura europea y aquel estado de bienestar, que el único que sí lo ha alterado, son los gobiernos que se obsesionaron con la aplicación de las recetas a favor de la austeridad.
Hasta qué punto nuestra obsesión por un bienestar que se ve de tiempo en tiempo amenazado, nos impide flexibilizar la balanza de la comprensión y la compasión por los que son más vulnerables. A lo largo de la historia siempre han sido los políticos y no los pueblos los que han hecho la guerra. Siria no es una excepción, además de la connivencia que en ello tengan algunos países desarrollados por incompresibles actuaciones en el plano internacional.
Pero sin duda alguna, una culpa clara la tienen las potencias económicas por haber permitido la cuota de miseria y pobreza fuera de las fronteras del desarrollo, llámese África u Oriente Próximo, cuando se debió de haber actuado para realizar inversiones y paliar cómo sea el subdesarrollo que es caldo de cultivo de tanta injusticia social y económica, del que se aprovechan los que instan, defienden o actúan bajo el flagelo del terrorismo sin razón que jamás puede tener justificación. Frente a este terror se defienden los desplazados sirios.
Lasgrandes carencias de liderazgo en Europa, se vienen confirmando una y otra vez con diversas decisiones que se toman o peor aún, la resistencia a tomarlas o a diferir injustificadamente algunas de las que sí debiesen haber tomado, que provocan reacciones como el prestigioso semanario The Economist ya hace algún tiempo afirmara en referencia a la carencia de liderazgo europeo, que el problema de Europa era “the lack of Leadership” (la falta de liderazgo). Y seguramente lo diría otra vez, porque lamentablemente esta característica del liderazgo europeo no ha cambiado.
La crisis humanitaria de los refugiados y desplazados sirios requiere de la firme voluntad de resolver el problema de manera estructural y no coyuntural, por lo que estamos a tiempo de reconducir esta tremenda catástrofe. No debemos atacar el problema desde el ángulo de las cuotas, cupos, capacidad de absorción de cada estado miembro en función de su PIB, tasa de paro y población. ¡No! Debemos abrir la generosidad que se supone tiene la que es considerada la “cuna de Occidente”, no olvidando que se encuentran afectados en el núcleo del problema millones de seres humanos. Insistimos, es una catástrofe humanitaria, no una crisis social ni económica. Ésta, sería una consecuencia y no una causa. De cómo actúe la dirigencia europea, determinará si se acciona sobre las causas y no las consecuencias. En todo caso, de la manera en cómo se reconduzca esta situación, será crucial para evitar que se desborden las previsiones y nos lleve a situaciones en las que finalmente la factura la paguen los más débiles y cuya protección les sea negada.
He aquí que los líderes europeos tienen que actuar ya mismo, sin dilaciones injustificadas como la que hace dos fines de semana se comunicara que en quince días se reunirán los jefes de estado y primeros ministros europeos. No hay demasiado margen de maniobra. Es tiempo de implementación de acciones. Una política a nivel europeo y en el caso de sus estados miembros, comprender que se trata de políticas de estado y no debe quedar sólo en iniciativas (por más humanitarias que sean) de ayuntamientos o redes institucionales que no respondan o adecuen a la política nacional que será la que tiene que realizarse de acuerdo a la europea que se fije en los consejos.
Firmas
José Luis Zunni es Director Edición Online ECOFIN. Miembro de la Junta Directiva de Governance2014. Coordinador académico de la Red e Latam. Conferenciante. Ponente de Seminarios de Liderazgo y Management de la EEN y coordinador del FORO DE MANAGEMENT Y NUEVA ECONOMÍA DE LA EEN. Analista de la realidad actual y especialmente en los aspectos económicos, políticos y sociales, Experto en Management y formador de directivos y profesionales en las técnicas de liderazgo.
Eduardo Rebollada Casado es miembro de la Junta Directiva de Governance2014. Autor y conferenciante. Consultor y analista de la realidad social, política y económica. Co-autor con José Luis Zunni de más de 100 artículos de Management y liderazgo.
Javier Espina Hellín, miembro de ECOFIN Business School Group y de la Junta Directiva de Governance2014.
Oscar Barja Conde, destacado profesional y empresario de los medios de comunicación y miembro de la Junta Directiva de Governance2014