Las posibilidades son múltiples: carambolas directas, a banda, a tres bandas... La elección dependerá de la disposición de los objetivos y/o de lo espectacular o práctico que se quiera ser en su consecución en cada momento.
En el caso del billar americano, como símil de la Comunicación y el Marketing, las combinaciones son infinitas. Hay efectos curvados, bolas comodín, efectos laterales, clavados o stops, etcétera. Hay estrategias para defender, para atacar, para controlar la partida incluso cuando no se tiene opción de ganar un punto y hay que pasar el turno al competidor.
Podremos utilizar golpes directos y con fuerza; indirectos, utilizando otras bolas o los laterales de la mesa como aliados; tiros suaves y sutiles; tiros combinados donde entronamos dos bolas a la vez...
La diferencia entre un buen y un mal jugador de billar, o un buen o mal comunicador, está precisamente en controlar la técnica, tener habilidad, capacidad estratégica, conocer a la perfección la superficie de juego sobre la que se juega (la empresa), ver dónde están cada una de las bolas (elementos internos o externos de la empresa en cuestión) que están sobre ella y elegir la mejor posición para empezar la partida o para continuar una partida ya iniciada.
Y es que en el billar, como en el mundo de la Comunicación Empresarial, no se trata de dominar las líneas rectas sino las curvas y hay que controlar en todo momento el rozamiento, el empuje y las inercias.