La Comisión Europea ha presentado 16 propuestas sobre las que empezar a trabajar de aquí a finales de 2016. El mercado único digital es un sueño que llevan persiguiendo mucho tiempo unos dirigentes europeos que ven cómo, a pesar de ser el primer mercado del mundo, el geobloqueo, las restricciones de copyright o una injusta legislación sobre telecomunicaciones impiden aprovechar todo su potencial económico. Pero, ¿éste es el plan que necesita la Europa digital? ¿A quién beneficia y a quién perjudica?
Andrus Ansip, vicepresidente del Mercado Único Digital, y Gunther Oettinger, comisario de Economía Digital, han hecho públicas las iniciativas para avanzar hacia un mercado único digital en Europa. Según los directivos, estas medidas posibilitarán un crecimiento del PIB de la UE de más de 415.000 millones de euros y servirán para crear cientos de puestos de trabajo. Pero conviene analizar más detenidamente los puntos clave de esta hoja de ruta para ver qué supondrán para las empresas y los usuarios.
1. El fin del bloqueo geográfico injustificado: Hasta ahora comprar online en otro país de la UE era muy complicado. Que los vendedores denieguen a los consumidores el acceso a una web o les redirijan a otra con precios diferentes, justifica que tan solo un 15% de usuarios realice compras transfronterizas. La CE pretende prohibir que a un usuario se le redirija obligatoriamente a una tienda de su país, cuyos precios quizás no resulten tan atractivos, y facilitar que pueda comprar un producto o servicio en un estado y consumirlo en otro.
Este problema también afecta a los derechos audiovisuales, lo que provoca que, por ejemplo, ciertos programas y series estén disponibles en unos estados y en otros no. Bruselas quiere imponer la portabilidad de los contenidos legalmente adquiridos, es decir, que un abonado de Canal+ pueda ver sus canales en cualquier lugar de Europa. Pero la pretensión no es crear un “derecho de autor único” y una experta como la eurodiputada del Partido Pirata de Alemania, Julia Reda, asegura que “simplemente introduciendo un “roaming para Netflix” no pondrá fin a la práctica discriminatoria del geobloqueo”.
La Federación francesa de comercio electrónico y venta a distancia (Févad) ya ha señalado que sí apoya la idea de que “puede haber diferencias en los servicios o precios para una venta similar entre los consumidores de diferentes países, si existen razones objetivas para ello”. El colectivo de directores de cine europeo, por su parte, emitió el mes pasado un comunicado en el que se mostraba contrario a tomar medidas drásticas como el desmantelamiento de la territorialidad de las licencias. Ansip ha querido dejar claro que “estamos a favor del principio de territorialidad, pero no aceptamos la exclusividad territorial absoluta”.
2. Revisión de la normativa sobre telecomunicaciones: La Comisión pretende que nuevos servicios como Whatsapp o Skype operen bajo las mismas normas que empresas tradicionales con las que compiten como Orange o Telefónica. También está prevista una modificación de la regulación de los servicios audiovisuales para reflejar la llegada de jugadores como Netflix.
De lo que el texto no habla es de uno de los temas que más preocupaban a las teleoperadoras: la abolición del roaming (el recargo el uso del móvil en el extranjero). Por el momento, las iniciativas en materia de telecomunicaciones se centran solo en coordinar el espectro radioeléctrico más eficaz o incentivar la inversión en banda ancha.
Además, el plan destaca que analizará exhaustivamente el papel de las plataformas online (motores de búsqueda, redes sociales, tiendas de aplicaciones, etc.), abarcando cuestiones como la transparencia de los resultados de la búsqueda y de las políticas de fijación de precios, el uso de la información obtenida, las relaciones entre plataformas y proveedores, y la promoción de sus propios servicios en detrimento de los competidores. En este punto, algunos expertos señalan que en lugar de tratar de reducir los servicios de jugadores online norteamericanos como Google o Facebook, los responsables políticos europeos deberían tratar de mejorar las condiciones para que los empresarios europeos puedan poner en marcha sus proyectos. Porque lo que frena la existencia en nuestro continente de plataformas tecnológicas similares es la falta de un mercado único digital.
JUNCKER INTENTA HACER EL CÍRCULO CUADRADO Miguel Ormaetxea
Los "lobbying" más poderosos del planeta están desplegando todo su poder en Bruselas para que el crucial alumbramiento del mercado único digital no perjudique sus intereses más allá de aspectos secundarios. El problema es que el mundo digital es profundamente disruptivo del analógico, no se puede sorber y soplar al mismo tiempo. La Europa comunitaria se ha construido sobre laboriosos y esforzados compromisos y seguramente el resultado final de esta encrucijada en la cual Europa se juega su futuro será un enmarañado tejido de claroscuros. Europa no tiene prácticamente gigantes de Internet porque la apertura desreguladora y la "destrucción creativa" que precisa el nuevo ecosistema digital choca con demasiados intereses establecidos, con un sistema de creación de riqueza muy asentado que se resiste a mutar. ¿Uber o los taxistas? ¿Propiedad intelectual del mundo analógico o propiedad intelectual digital de la economía compartida, en la cual, desde luego, no caben tasas como el disparate español de la LPI? Las bazas europeas son sus potentes compañías de telecos, que tienen que reconvertirse en empresas digitales, su potente I+D+I, la enorme creatividad que se deriva de su diversidad, el hecho de ser la zona del planeta más avanzada en integración, libertades y derechos humanos, en inclusividad. Europa ha entrado en un peligroso periodo de convulsión política, de miedo al futuro. El primer intento de salto desde Civilización Cero a Civilización Uno, como postula Michio Kaku, crea todo tipo de espantos. |